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El emperador argentino recupera la fe

Ricardo Darín se mete en la piel de un sacerdote en la película 'Elefante blanco', rodada en un barrio de chabolas en Buenos Aires

MADRID Actualizado: Guardar
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Parece casi imposible que un actor que lleva décadas reinventándose consiga volver a sorprender con cada nuevo trabajo, pero en el caso de Ricardo Darín (Buenos Aires, 1957) la cosa cambia. En su última película, ‘Elefante blanco’, el embajador del cine argentino se viste con la piel de un sacerdote que dedica su vida a los vecinos de ‘Ciudad Oculta’, un barrio de chabolas del centro de Buenos Aires asolado por las mafias, la droga y la violencia. Junto a él forman equipo una trabajadora social, Luciana (Martina Gussman) y Nicolás (Jérémie Renier) un joven e impetuoso sacerdote que deja atrás una traumática experiencia en el Amazonas. Todo ello orquestado por la mano experta del cineasta Pablo Trapero, que reúne a la pareja formada por Darín y Gussman que tan buen resultado le dio con 'Carancho' (2010).

Cuando el director llamó de nuevo a la puerta de Darín, el argentino lo tuvo claro ante una historia cargada de "atrevimiento", más aún en un oficio que, según explicó en la presentación de la película, "consiste en no repetirse, en salir de la comodidad de lo conocido, coger el toro por las astas y desafiarse a uno mismo". Encontró el reto perfecto en la oferta de Trapero, que "trata de contar la historia de dos sacerdotes que llevan a cabo su tarea en lugares muy difíciles. El padre Nicolás con una tribu en medio del Amazonas o Julián, mi personaje que está al frente de una parroquia en un lugar donde la situación no es nada fácil". En esos personajes encontró Darín una historia de "vidas ejemplares", con personas que "contrariamente a lo que ocurre en este mundo tienen la mirada puesta en los demás en lugar de en sí mismos".

De manera que se armó de paciencia y alzacuellos y caminó durante varios días al lado de un par de sacerdotes que le ofrecieron su ayuda. El actor, que tuvo que aprender incluso a santiguarse, pudo ver de cerca la dura realidad de estas villas y del trabajo que realizan las personas que dedican su esfuerzo a mejorar la vida de estos ciudadanos 'invisibles'. También logró comprender la lucha por mantener el equilibrio entre los roles que la vida asigna a cada uno. "Hay momentos en la vida en los que hay que olvidar la teoría y tratar de tomar las riendas de la situación, porque cuando hay vidas de por medio, cuando se trata de defender derechos que no son defendidos por nadie, hay personas que deciden actuar de otra manera. Es difícil comprenderlos, pero también es difícil ponerse en los zapatos de aquellos que están postergados desde hace tiempo. Acaban dependiendo en gran medida de estas personas que intentan recuperar para ellos algo de la dignidad perdida, transformándose en el epicentro de la comunidad. Es difícil de entender hasta que uno camina su vida un rato y se da cuenta de lo que implica".

El sello de Trapero

El reflejo social y la marcada crítica a la jerarquía eclesiástica, al poder gubernamental y policial llevan la inconfundible firma de el director, que fue fraguando durante años en su cabeza cómo reflejar la realidad de las villas a través de su mirada. "Después de 'Carancho' sentí que eran un buen momento para hablar de personajes opuestos a lo que se veía en la película anterior, personajes que construían su vida sobre la desgracia ajena y mostrar aquí personas capaces de dar su vida para ayudar a otros". Según explica, "las villas empezaron a existir a finales de los años 60 en este lugar llamado 'Ciudad Oculta'. Empezaron a darse a darse alrededor de un edificio que se planeó como hospital modelo en Latinoamérica en los años 30 y que, por las crisis y las tragedias de la historia de la Argentina se quedó parado y se convirtió en el albergue de muchas personas que comenzaron a construir los barrios", relata. Con el tiempo, explica, las villas han ido cambiando, "aunque se mantienen como símbolo de progreso para aquellos que llegan desde la pobreza extrema, se acercan a las escuelas, las iglesias, y los hospitales, y también para la gente que cayó en desgracia y salió de la sociedad para caer aquí".

La miscelánea dibujada en 'Elefante blanco' ha supuesto un fenómeno de taquilla en Argentina, donde sigue en cartel tras coronarse como la película más vista del año. También ha logrado el aplauso de Cannes, donde concursó en la sección 'Una cierta mirada' de la pasada edición. "Allí ví la reacción de algo que se veía como de lejos y que comienza a ser un fenómeno que parte del sistema que estamos viviendo, que está en crisis y que genera duras realidades en muchos lugares donde antes no se imaginaban", reflexiona el cineasta. Para Trapero, la película es una invitación a mirar, cada uno del lado que nos toca estar. "Hay una frase que dice Luciana (Gussman) que dice: "Vos te diste el lujo de ser pobre", refiriéndose a esas personas que viniendo de una familia acomodada deciden jugar a ser pobres. Eso resume la propuesta de la película: a veces es mejor tener esa ironía que encontrarse con gente que nunca mira la realidad que tiene al lado".

El mayor reto de la película, según afirma actriz argentina Martina Gussman, fue la producción y el rodaje en la villa. Según explica, la entrada fue difícil, aunque una vez los habitantes del lugar entendieron la finalidad de la película, se volcaron sin ambajes, agradecidos por ser parte de la misma a la hora de contar su propia historia. Una vez franqueada la entrada, Gussman recuerda que el nivel de tensión subía a la hora de rodar escenas de represión y tiroteo por la presencia de las mafias y el nivel de violencia en algunas zonas. "Cuando había tiros en la película tenías que explicarlo porque si no la gente te podía responder con tiros. Había que explicarles lo que hacíamos, que los paramilitares no eran tales si no actores y cosas así", recuerda la intérprete.