El socialista François Hollande./ Archivo
PERFIL

François Hollande, el triunfo de un hombre «normal»

A sus 57 años, el socialista se convierte en el séptimo presidente de la Quinta República

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El socialista François Hollande, elegido presidente de Francia, era considerado un político "blando" y un hombre de aparato, pero se impuso con una campaña impecable y a fuerza de tenacidad, capitalizando el rechazo al mandatario saliente, el conservador Nicolas Sarkozy.

Hollande fue primer secretario del Partido Socialista (PS) durante once años (1997-2008). Diputado del departamento rural de Corrèze, no parecía tener el carisma que exige en Francia la elección presidencial. Hasta poco antes de la campaña, nadie apostaba por él. No tenía el caché del exdirector del FMI, Dominique Strauss-Kahn, un brillante economista, ni de su ex compañera Ségolène Royal (derrotada por Sarkozy en 2007), que alimentó una relación emotiva con los franceses. Sin embargo, tuvo olfato para percatarse de que los franceses estaban hartos del "hiperpresidente" Sarkozy y de su "exhibicionismo permanente", ante lo que prometió una presidencia "normal".

Hasta el 14 de mayo de 2011, nada permitía prever que llegaría a la segunda vuelta de la presidencial. Strauss-Kahn era el favorito de los sondeos y de la prensa para ser el candidato socialista. Hollande había lanzado semanas antes su campaña, pero los observadores estaban convencidos de que su carrera hacia la elección se interrumpiría en el camino, sin llegar muy lejos.

Los problemas judiciales pusieron punto final a la carrera política de Strauss-Kahn, favorito según los sondeos para imponerse a Nicolas Sarkozy en la elección presidencial. Meses después, en las primarias celebradas en octubre, abiertas a todos los simpatizantes del Partido Socialista, Hollande se impuso en dos vueltas a otros cinco candidatos, entre ellos Martine Aubry, allegada de Strauss-Kahn. Los primeros sondeos le dieron la razón, al situarlo en cabeza de los candidatos de izquierda preferidos por los franceses. Más aún, predecían que podía vencer al presidente Sarkozy, en un pulso en el que mantuvo la ventaja a lo largo de toda la campaña.

Supo esperar a la sombra

De 57 años de edad, nació en el seno de una familia de provincia en Ruán (noroeste), hijo de un médico y de una asistente social. Estudió en la ENA, prestigiosa escuela de administración y vivero de la élite política francesa. Allí conoció a la que fue su compañera durante 25 años y madre de sus cuatro hijos, Ségolène Royal (quien fue derrotada por Sarkozy en los comicios de 2007). Terminados los estudios, trabajó en el Tribunal de Cuentas. Fascinado por la figura política del presidente François Mitterrand, elegido en 1981, empezó después a colaborar con él escribiendo "notas" de evaluación de situaciones políticas.

A los 26 años asumió el reto de presentarse a las elecciones legislativas en las tierras electorales del conservador Jacques Chirac, a la postre presidente (1995-2007). Éste quiso dejarlo en evidencia en una reunión pública, preguntándole: "¿Quién es usted?". "Soy ése que usted compara con el perro labrador de Mitterrand", respondió el socialista. El expresidente Chirac, que pertenece al mismo partido que Sarkozy, tiene sin embargo afecto por el opositor que persistió y terminó conquistando su bastión de Corrèze. Chirac llegó incluso a decir que votará por Hollande, antes de acotar que su frase era una broma.

Socialdemócrata asumido, europeo convencido, Hollande se interesó particularmente por las cuestiones fiscales. Mientras tanto, su compañera de entonces, Ségolène Royal, avanzó en su carrera política y llegó a formar parte del Gobierno de Mitterrand. Hollande permaneció en la sombra, ganó espacio en el aparato político del PS y aspiró a un ministerio, que nunca obtuvo. Los fracasos en las elecciones presidenciales de Lionel Jospin en 1995 y en 2002, y el de Ségolène Royal en 2007, lo convencieron de que le había llegado el turno de presentarse.

Aconsejado por su nueva compañera, la periodista política Valérie Trierweiler, perdió más de diez kilos, cambió de aspecto y abandonó sus bromas intempestivas, que le habían dado la reputación de tener un humor corrosivo. Durante meses recorrió el país y trabajó duro. El hombre afable que evita los conflictos fue imponiendo una imagen sólida y "tenaz", su principal cualidad, según el ex ministro Michel Sapin, un viejo amigo.

El miércoles, sorprendió en el debate televisado con Sarkozy mostrándose más ofensivo de lo que se esperaba. Hollande es "inasible", resume Thomas Hollande, el mayor de sus cuatro hijos, que considera esto como la marca del "hombre libre" que es su padre, un "estratega" que quiere comprender a la gente. Su apego al consenso, que sus detractores tachan de indecisión, es una ventaja para "unir", estiman sus allegados.