RELIGIÓN

La comunión que quiere el Papa

La Iglesia apuesta por reducir el ornato en la indumentaria para devolver el sentido religioso a esta ceremonia

MADRID Actualizado: Guardar
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En materia de primeras comuniones se impone el comedimiento. Acorde con los tiempos que corren, Benedicto XVI ha hecho un llamamiento para que estas ceremonias, en lo religioso, se rijan por la sobriedad. No hacía falta que el Papa insistiera mucho en la necesidad de mesura. Desde hace tiempo los españoles se han ajustado el cinturón.

Si las directrices de Joseph Ratzinger se imponen, ya se pueden ir despidiendo los alardes en la indumentaria de los niños. Adiós a las chorreras, los vestidos de príncipe y el terciopelo, el organdí y la organza. Los trajes de estilo Sissí no se compadecen ni con la austeridad litúrgica ni con las penurias de la crisis.

Gracias a algunos sacerdotes y catequistas, se ha logrado cierta moderación en lo tocante al vestido, el convite, los regalos y toda la parafernalia que acompaña a la primera comunión. Ya en muchas parroquias se ha implantado un traje común, una túnica blanca, con el fin de impedir que lo religioso quede arrinconado por el boato.

Según la Federación de Usuarios-Consumidores Independientes (FUCI), para una celebración de unos 30 invitados, las familias desembolsaron el año pasado un promedio de 2.304 euros, lo que representa un 1% menos que un año antes. No obstante, fue en 2010 cuando las familias acometieron el verdadero ajuste en la celebración, sobre todo en lo que atañe al menú del banquete, que acapara la mitad del gasto.

Si se trata de un niño, el traje cuesta entre 50 y 150 euros. En el caso de una niña el precio del vestido puede elevarse a los 500 euros si se elige un traje de firma, a lo hay que añadir los complementos. De acuerdo con el estudio, el reportaje fotográfico y los detalles para los invitados llegan a sumar hasta 600 euros. Por añadidura, en algunas ocasiones a la factura del restaurante hay que agregar un servicio de animación infantil compuesto por payasos y castillos hinchables cuyo coste asciende a los 200 euros. Por comunidades, Madrid, Valencia y Barcelona son las más caras, pues duplican prácticamente a Tenerife, que presenta los precios más asequibles.