Los miembros de la ponencia constitucional firman el proyecto de Constitución. De i a d: Manuel Fraga, Miquel Roca, Gregorio Peces-Barba, Gabriel Cisneros, José Pedro Pérez Llorca./ Archivo
BIOGRAFÍA | manuel fraga

El 'patrón' de Galicia

Dedicó toda su carrera a la política y al servicio público, especialmente en su tierra de la fue presidente durante quince años con mayoría absoluta

MADRID Actualizado: Guardar
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Figura clave en la historia reciente de España, donde tuvo un papel decisivo durante la dictadura, la transición y la democracia, Manuel Fraga Iribarne ha fallecido a los 89 años en su domicilio madrileño después de que una infección respiratoria agravase su estado de salud. Nacido en la localidad lucense de Vilalba el 23 de noviembre de 1922, fue doctor en Derecho, Ciencias Políticas y Económicas, letrado de las Cortes y diplomático. Inició su carrera política con 29 años como secretario general del Instituto de Cultura Hispánica y, desde entonces, se mantuvo siempre en puestos importantes. Fue ministro de Información y Turismo con Franco, embajador de España en el Reino Unido e Irlanda del Norte; vicepresidente para Asuntos del Interior y ministro de la Gobernación con Arias Navarro; diputado de las Cortes españolas y del Parlamento Europeo, y presidente de la Xunta de Galicia durante más de quince años.

El hundimiento de la UCD permitió que, a partir de las elecciones de 1982, se convirtiera en líder de la oposición al Gobierno socialista de Felipe González. Pero, a pesar del liderazgo carismático indiscutido del que gozaba en su partido, sus resultados electorales no mejoraron en 1986, avalando la tesis de que Fraga impedía a los populares alcanzar una mayoría de Gobierno por su pasado franquista y su imagen de hombre autoritario; en consecuencia, cedió la dirección del partido al joven Hernández Mancha en 1986 y renunció al protagonismo en la política nacional, ejerciendo como diputado en el Parlamento Europeo. Cuando en 1989 se repitieron los malos resultados electorales, Fraga volvió para presidir la refundación del que se llamaría en lo sucesivo Partido Popular: un proyecto inspirado en la democracia cristiana, a cuyo frente situó a José María Aznar.

Aunque mantuvo un cierto liderazgo moral sobre la derecha española, desde 1990 Fraga se retiró a su Galicia natal, encabezando la acción del partido en aquella región, donde gozaba de una gran popularidad. Profeta en su tierra ganó las elecciones y ejerció un fuerte liderazgo durante quince años en los que defendió la identidad cultural gallega dentro de España con su propuesta de administración única. Mientras sus detractores le acusan de fortalecer las redes de poder provincial en las que descansa el tradicional caciquismo gallego y de establecer un control de los medios de comunicación gallegos por la vía de convenios y subvenciones, sus partidarios hacen hincapié en los avances en electrificación y telefonía rural, la mejora de las carreteras interiores, el despegue del turismo y la destacada política de extinción de incendios forestales. Su reverso político fue el líder nacionalista Xosé Manuel Beiras con el que sostuvo memorables enfrentamientos políticos y un corto período de entendimiento.

La crisis del 'Prestige' le dio la puntilla a una legislatura autonómica ya decadente aunque consiguió salir airoso de una doble moción de censura. En el peor momento de su trayectoria como presidente de Galicia, se puso en manos de Rajoy, que le ayudó a renovar su gabinete y preparar su sucesión en manos de Alberto Núñez Feijóo. En las elecciones autonómicas del 2005 las urnas le volvieron a dar la victoria por amplio margen respecto del segundo partido en número de votos pero no la mayoría absoluta. Fraga dejaba la Xunta en manos del socialista Emilio Pérez Touriño y regresaba a Madrid para ocupar su escaño de senador en representación del Partido Popular.

El pasado 2 de septiembre, a sus casi 90 años, Manuel Fraga ponía fin a su dilatada trayectoria política al anunciar que no estaría presente en las listas del PP para el 20 de noviembre. Su estado de salud le obligaba a retirarse tras más de sesenta años en la primera línea de la política española.