Imagen del cadáver de Nicolae Ceaucescu tras ser fusilado. / Archivo
la otra historia

Tiranos ajusticiados

Gadafi ya forma parte del grupo de terribles dictadores, como Mussolini o Ceausescu, que han terminado sus días linchados y ejecutados sin ningún juicio

MADRID Actualizado: Guardar
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La Historia está llena de dictadores crueles, sanguinarios y excéntricos que han sometido a su población a través del miedo, la represión y la ejecución de miles de personas. Sin embargo, el reinado de terror no ha garantizado a todos los tiranos una muerte plácida en la cama de sus lujosos palacios. Las imágenes de Muamar Gadafi, golpeado, vejado y asesinado a manos de los rebeldes libios, es el último ejemplo de un sátrapa ajusticiado. Pero son varios los déspotas que han terminado sus días sufriendo en carne propia los inhumanos métodos empleados por sus regímenes contra inocentes.

Los últimos días de la dictadura comunista de Nicolae Ceausescu en Rumanía recuerdan a las actuales revueltas de la Primavera Árabe. El tirano regía los designios del país desde 1965. La población oprimida, coartada en sus libertades, era reprimida con saña ante cualquier conato de rebelión. El 16 de diciembre de 1989, en Timosoara, un grupo de personas se reunieron para protestar por el desahucio de un pastor luterano crítico con el Gobierno. La Policía intervino para dispersar la concentración y lo hizo sin miramientos. Estos abusos provocaron que más personas se sumasen a las proclaman contra el régimen. Retratos de Ceausescu y símbolos comunistas fueron destruidos ante la alarma de las autoridades.

El Ejército rumano tomó la ciudad para sofocar la revuelta. Los vehículos blindados patrullaban las calles disparando a discreción. Sin embargo, en esta ocasión, los manifestantes desafiaron a la maquinaria de guerra y se enfrentaron a los soldados durante varios días. Las noticias llegaron a la capital, Bucarest, y otras ciudades. En un intento de calmar la situación y contrarrestar las manifestaciones opositoras, Ceausescu preparó una multitudinaria concentración de afirmación. Sin embargo, cuando el dictador se dirigió a sus correligionarios en uno de sus habituales discursos, los silbidos y cánticos a favor de la revuelta dejaron atónito y sin habla al tirano. Lo que pretendía ser un acto de reafirmación se convirtió en la escenificación del final de la dictadura.

Forzado por la situación, Ceaucescu abandonó la capital en un helicóptero junto a su mujer Elena. Pero los militares les arrestaron en la ciudad de Târgovişte dos días después. Tras ser sometidos a un juicio militar sumarísimo de apenas dos horas, ambos fueron condenados a muerte por genocidio y fusilados el 25 de diciembre. Las imágenes se retransmitieron por la televisión días después. Los rumanos acabaron en nueve días con 29 años de terror. El precio fueron más de 1.100 muertos.

Un ‘Duce’ sin rostro

En la Italia fascista Benito Mussolini cometió auténticos crímenes de lesa humanidad contra su población. El ‘Duce’ había gobernado con mano de hierro desde 1922. El apoyo popular que le permitió tomar el poder con una multitudinaria marcha en Roma había desaparecido 20 años después. En 1943, en plena II Guerra Mundial, Mussolini fue apartado del poder y arrestado por el rey Víctor Manuel II en un intento de salvar el trono. Sin embargo, fue liberado por un comando nazi y colocado al frente de los territorios italianos controlados por el ejército alemán.

En marzo de 1945 la guerra estaba a punto de terminar y a los aliados sólo les faltaba controlar algunas zonas del país. Mussolini trató de escapar y cruzar la frontera suiza en un convoy disfrazado de soldado. En esa zona limítrofe, muy montañosa, fue asaltado por un grupo de partisanos que le reconocieron. El dictador fue detenido junto a su amante Clara Petacci el 27 de abril. Al día siguiente ambos fueron fusilados sin ningún tipo de juicio. Los cadáveres se trasladaron a Milán y se expusieron en la plaza Loreto, donde cientos de personas se cebaron con los restos del dictador hasta desfigurar el cuerpo, cuyo rostro era irreconocible. Para mayor escarnio, los restos de Mussolini y su amante fueron colgados de los pies en el techo de una gasolinera.

Por desgracia, África tiene una buena representación de dictadores. Los sátrapas se suceden unos a otros con golpes de Estado. Pero pocas veces el derrocamiento se muestra al mundo con tanta crudeza como en la caída de Samuel Kanyon Doe en Liberia. Accedió al poder a través de un golpe de Estado en 1980 y durante diez años cientos de opositores fueron asesinados. En 1990 fue derrocado por Charles Taylor. Doe fue torturado para regocijo de sus captores, orgullosos de haberle cortado una oreja. Todo ello ante las cámaras de televisión, que mostraron al mundo, una vez más, cómo víctimas y verdugos intercambiaron los papeles.