VUELTA DE HOJA

Entre rejas

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A falta de otras plusmarcas, podemos presumir orgullosamente de ser el país de Europa que alberga más prisioneros. No ha sido fácil. Se necesita mucha paciencia para ir aumentado todos los años, con prisa y sin pausa, la población penitenciaria. Poco a poco hemos desbancado al Reino Unido y ahora, cuando el sol empieza a apretar, hay más de 63.000 personas a la sombra, lo que representa 146 por cada 100.000. Asusta pensar lo que ocurriría si estuvieran entre rejas, además de los que están, todos los que han hecho méritos.

Hay muchos reclusos extranjeros, lo que aumenta nuestra creciente xenofobia. No acabamos de darnos cuenta de que los nativos adinerados no suelen robar carteras en los transportes públicos por dos razones: porque no les hace falta y porque no montan en los autobuses. Muchos delitos menores los practican los necesitados. La cosa viene de antiguo. Ya Jorge Manrique hablaba piadosamente de aquellos que «por no tener, con oficios indebidos se mantienen».

El ingreso de los foramontanos está influyendo en las jergas carcelarias, ampliando el vocabulario de la germanía. Antes se hablaba de talego, trena, macuto, banasto, chirona, targui y otras voces del diccionario cheli. Ahora cada vez se oyen más términos como Villa Candado, posada o saladero. Como en el vestuario de los grandes equipos de fútbol, en nuestros penales se hablan diversos idiomas.

Vamos a construir más cárceles, en vista de que no hemos conseguido la deconstrucción de la delincuencia. Hay cuatro en proyecto y el año que viene abrirán sus puertas, es un decir, puesto que los reclusos no podrán salir por ellas, dos más: Puerto III y Albocasser. Son el último grito en cárceles, sin contar los que den los encarcelados.