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El Estatuto y su trasfondo

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La suerte está echada, y en Cataluña apenas queda aguardar hasta el recuento de los votos de mañana, cuyo saldo final determinará el ambiente de las celebraciones -todos los partidos celebrarán algo, ya lo verán-, incluida la sorprendente recepción que ha convocado Maragall y que reunirá a lo más granado de la sociedad catalana en el incomparable marco gótico del Palau de la Generalitat. Tiempo habrá de ponderar tranquilamente los efectos del Estatuto, tanto en lo que tiene de reforma del régimen autonómico del Principado, cuanto en lo que influirá en el conjunto de la reforma territorial; ahora parece que lo más pertinente es prepararse para valorar el resultado de la consulta y, si acaso, para ponderar el efecto general de la decisión popular en las tendencias generales de la política catalana, es decir, en la pujanza o decadencia de las diferentes fuerzas y por ende en las elecciones autonómicas anunciadas para el próximo otoño. En lo tocante al resultado, las principales encuestas publicadas han presagiado porcentajes coincidentes: la serie de sondeos confeccionados por Noxa, la empresa de Julián Santamaría, para La Vanguardia, concluía el pasado lunes en que el «sí» conseguiría un 75% de los votos emitidos, frente al 21% del «no» y a un 4% de votos en blanco (el «sí» ha tenido una evolución creciente en las semanas anteriores), todo ello con una participación del 59%. La encuesta del CIS, publicada el pasado día 9, otorgaba al «sí» el 74,84%, un 21,72% al «no» y un 3,5% al voto en blanco, con una participación del 55,1%.

De cualquier modo, el resultado verdadero que se obtenga tendrá que contrastarse con dos indicadores que permitirán su valoración: de un lado, el resultado registrado en el referéndum que se celebró el 25 de octubre de 1979 sobre el Estatuto de Sau; de otro lado, la comparación de los porcentajes de síes y noes con los resultados acumulados que obtuvieron las fuerzas partidarias del «sí» y del «no» en las pasadas elecciones autonómicas del 16 de noviembre del 2003. En aquella remota ocasión, el Estatuto de Sau consiguió un apoyo del 88,17% frente a un rechazo del 7,73% y un 3,52% de votos en blanco, con una participación del 59,69%. Y en lo que concierne a la potencia electoral de las fuerzas políticas que han hecho campaña en uno u otro sentido, la situación es la siguiente: PP y ERC, postulantes del «no» por razones opuestas, representaron conjuntamente el 28,34% de los sufragios en el 2003, en tanto las que han apostado por el «sí», PSC, CiU e ICV, consiguieron el 69,40%. Así las cosas, y dando por supuesto de antemano que al existir ahora unas fuerzas parlamentarias contrarias al nuevo Estatuto (en 1979, sólo algunas minorías se opusieron al texto estatutario), se conseguirá un apoyo menor que entonces, parece objetivamente claro que las fuerzas del «sí» deberán darse tanto más satisfechas cuanto más supere el porcentaje de votos afirmativos el referido 69,40% (el dato de la participación no es irrelevante, ya que cuanto más se distancie ese porcentaje del casi 60% conseguido en 1979, menor prestigio tendrá el nuevo Estatuto).

Y viceversa: los partidos del «no» habrán perdido votos si no logran ese 28,34% que consiguieron en 2003, (aunque será imposible, obviamente, distribuir estos saldos entre las diferentes fuerzas que forman cada grupo de electores). Evidentemente, un buen resultado del «sí» con una alta participación estimularía a Maragall a volver a ser candidato del PSC en las próximas autonómicas. Las encuestas parecen indicar, de momento, que una parte significativa de los votantes de ERC -superior incluso al 30% según Noxa-, se decantará mañana por el «sí», lo mismo que un sector no desdeñable aunque inferior de los electores del PP.