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LA GLORIETA Algunas noticias te caen encima como una tromba de agua fría -más o menos como la que sorprendió ayer por la mañana a todos los que despertaban temprano en Cádiz-, te calan hasta los huesos y te dejan mal cuerpo para un buen rato. Así, con el cuerpo cortao, como se suele decir, me quedé ayer después de leer una información en la que se aseguraba que en China, algunas empresas de cosméticos manipulan cadáveres humanos para conseguir el preciado colágeno que rellena las arrugas de occidente. Como modernos doctores Frankenstein, los científicos de una compañía de capital extranjero se dedicaban en la pequeña ciudad de Xiaogushan, situada en el norte del gigante rojo, a extraer la preciada proteína para después comercializarla.

¿Qué cara pondrían si se enteraran de que la cremita que se extienden en la cara por las noches para cuidar su piel contiene colágeno procedente de gente muerta? A mí me daría muchísimo asco.

No obstante, lo realmente preocupante de esta información es que demuestra que en ciertos países no se controlan adecuadamente las actividades de las compañías, y que algunas de éstas optan por el todo vale con tal de conseguir que cuadren los números y, sobre todo, los beneficios. Pero no todo vale, hay barreras éticas que no deben traspasarse en la investigación y en la medicina ni siquiera por afán de conocimiento. Hay límites que debemos respetar como seres humanos para que se nos pueda seguir considerando como tales. Hemos necesitado miles de años para ponernos mínimamente de acuerdo en dónde había que instalarlos, así que ahora es deber de todos defenderlos y evitar que la avaricia y los intereses económicos los destruyan.