Editorial

Peligrosa deuda

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En su último discurso como gobernador del Banco de España, Jaime Caruana ha advertido contra el riesgo que supone el endeudamiento familiar y empresarial en comparación con los ingresos de empresas y familias, especialmente ante la perspectiva del Banco Central Europeo de poner fin a la época de tipos de interés bajos. No fue catastrofista Caruana; simplemente advirtió del peligro potencial y aconsejó prudencia no sólo a los prestamistas sino a los prestatarios, cuya solvencia mitiga los riesgos financieros que penden sobre nuestra economía. Pero cuando se consideran los otros dos grandes riesgos que tiene ésta -la inflación y el sector exterior-, la cuestión se complica.

El continuo incremento del alza de precios por encima de la media de nuestros socios comerciales afecta negativamente a nuestras exportaciones, y esto pone en peligro los beneficios empresariales, las inversiones y el empleo del sector sujeto a la competencia internacional. Con un sector internacional en expansión, lo que antes era un problema empresarial o sectorial de ámbitos concretos se va convirtiendo en un problema general de empleo en toda la economía española. Y aquí es donde se cierra el círculo. Si nuestros altos precios generan desempleo en sectores cada vez más grandes de la economía, las rentas familiares van a ser incapaces de seguir los pagos de las hipotecas. Sin embargo, como en todas las coyunturas, también hay luces y sombras. Las sombras son que junto a la inversión que las familias hacen en vivienda, y por lo tanto en capital fijo productivo, está empezando a crecer el endeudamiento privado al consumo. Y el consumo, en contraposición a la inversión que supone la vivienda, no contribuye al aumento de la capacidad productiva. El aspecto positivo hay que buscarlo así en la moderación del aumento de tipos. Es cierto que se pone fin a una época de tipos reales negativos, pero nadie anticipa una escalada que ponga en peligro el crecimiento español y el incipiente repunte europeo. De hecho, la orientación del BCE tiende hacia lo que hace poco tiempo el Servicio de Estudios del Banco de España sugería como tipo de interés óptimo: el 4,5%, para enfriar la demanda interna española. Queda, como siempre, la variable política del gasto público. A él también se refirió Caruana en su discurso de despedida, y apuntó al descontrol como causa posible para nuevos incrementos en la demanda agregada interna y por lo tanto nuevas presiones inflacionistas. En definitiva, un correcto discurso de despedida de un banquero central que ha visto durante la última parte de su mandato la transición de una economía en crecimiento estable y sobre bases seguras a otra en la que el crecimiento se ve amenazado por desequilibrios que se están convirtiendo en trampas potenciales.