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El relevo generacional se atraganta en las empresas familiares

El cambio de gestión en muchas de estas empresas se ha visto empañado por la mala situación que atraviesan

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Desde pequeños han crecido al calor del negocio que fundaron sus padres. La empresa familiar era el futuro que les esperaba y para ello se fueron preparando, unos pegados a los libros y otros a la gestión, pero el cambio de manos llegó casi a la par de la crisis que se llevó por delante los planes de expansión que tenían previstos. La segunda y hasta la tercera generación de bodegueros, constructores, distribuidores de productos, empresarios la madera o el turismo se han topado de frente con un escenario que no esperaban. Hoy las pujantes empresas familiares de la provincia, que tiraban de la economía local de cada zona, atraviesan uno de los peores momentos con un buen número de ellas en suspensión de pagos o en fase de liquidación. Las últimas fueron Procosur y Bornay, que a principios de año solicitaron el concurso de acreedores para hacerle frente a las deudas pendientes. Ambas conservan aún la gestión e intentan salir adelante y con buenas expectativas de volver a recuperar el pulso.

La provincia ya ha asistido a dolorosos cierres que han dejado a decenas de trabajadores en la calle. El drama excede el ámbito laboral, supone la caída de un símbolo para la localidad desde la que venían prestando servicios. Así vivió Chiclana el cerrojazo de Polanco y Vipren, que tras una larguísima trayectoria se habían convertido en poco menos que instituciones para una ciudad en la que apadrinaban eventos deportivos, actos o fundaciones sociales y culturales. Y en ambos casos la caída ha coincidido con el relevo generacional, que en un caso tomó el testigo antes de que la crisis y en el otro apenas acababan de desembarcar.

Hoy ambos se encuentran en liquidación arrastrados por el parón en seco de la construcción. Maderas Polanco solicitó en 2011 el proceso concursal para la mayoría de las sociedades que formaban el grupo. Los 300 trabajadores de la conocida fábrica de Chiclana y otros 38 de Granada se quedaban poco después en la calle y el negocio cerraba la puertas tras más de cuarenta años de actividad y haber alcanzado una facturación que rondaba los 70 millones de euros. Ahora llega el momento de levantarse y los hijos de Juan Polanco, llamados a continuar con la empresa familiar, empiezan de cero con nuevos negocios.

Vipren siguió un camino parecido, aunque logró aguantar la embestida de la crisis algún tiempo más. La compañía intentó hacerle frente a la caída de ventas desde el principio y llegó a recibir un millonario aval público para salir a flote. Pero en noviembre de 2012 fue necesario solicitar el primer concurso para Vipren Prefabricados y Materiales, S. L. Luego llegó la extinción de empleo y en la primavera de 2013 otras empresas del grupo entraron en suspensión de pago. La compañía que fundara José Antonio González en 1965, especializada en la fabricación de vigas prensadas y bloques de hormigón, llegó a ser líder en Andalucía y dio empleo a más de 200 personas. Sus hijos tomaron las riendas en los primeros años del boom del ladrillo y ahora están inmersos en nuevos proyectos empresariales con los que reinventar la firma.

Inversiones fallidas y estafas

Hoteles, inmobiliarias, constructoras y hasta una televisión local, todos bajo agrupados la firma Grupo Jale –que tomó el nombre de las siglas de su fundador, José Antonio López Esteras–, formaron un mastodóntico holding familiar con una sede en El Puerto. Los hijos del empresario madrileño, que llegó a la provincia a mediados de los sesenta, fueron asumiendo poco a poco parte de la gestión coincidiendo con los momentos de mayor expansión de la compañía.

López Esteras supo aprovechar el tirón del turismo y levantó establecimientos de cinco estrellas en la Costa de la Luz y la Costa del Sol. También vio venir la ebullición del ladrillo y se subió a este carro llegando a construir grandes urbanizaciones y proyectos de envergadura como la rehabilitación del casco histórico de Jerez. LLegó a contar con una plantilla de 2.000 trabajadores y una facturación que rondó los 200 millones de euros.

Pero en 2008 comenzaron los problemas y dos de sus empresas del ámbito inmobiliario entraron en suspensión de pagos. Los números rojos arrastraron a sociedades de otros sectores y se vivieron dolorosos cierres de establecimientos tan conocidos como los hoteles Monasterio y Duques de Medinaceli, en el centro del El Puerto, o los del Colón Costa Ballena e Incosol en Rota y Marbella.

La situación de Jale es aún difícil, su proceso concursal acumula tomos en el juzgado de lo Mercantil de Cádiz y se ya el que tiene el mayor pasivo de toda ESpaña. A pesar del generoso patrimonio, será difícil hacerle frente a la deuda, dado el lamentable estado financiero de las empresas. Sus hijos se ven arrastrados por este historial y aún responden ante la justicia por la reclamación de los pagos pendientes a empleados y proveedores.

Con más revuelo mediático ha asistido la sociedad al desmantelamiento de otro conocido holding, el de Nueva Rumasa, que refundara José María Ruiz-Mateos a finales de los noventa y del que forman parte varias bodegas de Jerez. Es justo en ese momento cuando sus hijos comenzaron a tomar protagonismo al frente de algunas empresas. El negocio bodeguero de Jerez y Sanlúcar también se ha visto salpicado en medio de la liquidación y las evidencias de fraude, desde su principal firma vinatera, Garvey, a Valdivia, Zoilo Ruiz-Mateos, Teresa Rivero y la distribuidora Unión de Grandes Bodegas. Las cinco entraron en concurso de acreedores en 2011 y desde entonces han ido arrastrando problemas de solvencia. Actualmente hay varias a la venta y otras en fase de liquidación.

Ampliación en tiempos de crisis

Lejos de los focos y aún con la cabeza fuera del agua resisten dos grandes compañías de la provincia: Procosur, con sede en Cádiz, y la centenaria Ibense Bornay, que trasladó hace cuatro años sus instalaciones al Parque Agroalimentario de Jerez. Al frente de ambas se encuentra ya la segunda generación, que tomó las riendas cuando la crisis asomaba por la puerta, y no quiso renunciar a los planes de ampliación.

La compañía de productos congelados de Cádiz decidió arriesgar y levantó una nueva planta de última generación en la Zona Franca –lo que supuso una inversión de 20 millones de euros– y su extensísima red de establecimientos abierta. Pero el aumento de la deuda y las dificultades para reestructurarla forzaron a la dirección a solicitar el proceso concursal que fue aprobado a principios de año y aún sigue en marcha. Los problemas para pagar a los proveedores han obligado a reducir la producción, mientras se sigue a la espera de un acuerdo con las entidades bancarias para renegociar la deuda.

Bornay Desserts también se vio comprometida tras la inauguración de su nueva planta en Jerez, que contó con un desembolso de 14 millones de euros. En este caso, la operación estaba vinculada a la venta de las instalaciones de Sanlúcar, que finalmente terminó por frustrarse. El impago de esa propiedad por parte de una constructora ha afectado seriamente a las cuentas de la empresa que terminó por reducir la plantilla a la mitad y con ella la propia producción.

La fortaleza del sector turístico tampoco ha sido suficiente para que algunas de las firmas más conocidas vivan hoy momentos duros. Uno de los casos más sangrante es el del empresario belga Bernard Devos, propietario del Hotel Fairplay Golf de Benalup, que ya se había asentado en la provincia y en el sector con otro hotel, el Cruz del Mar de Chipiona, un modelo tradicional que abandonó buscando nuevas motivaciones. La caída del turismo nacional y los altísimos gastos del establecimiento no permitieron que su arriesgado sueño –de 50 millones de euros– en el corazón de La Janda prosperase. Ahora confía en la venta de las instalaciones, aunque sabe que será difícil que con ello liquide la deuda. Para la siguiente hornada queda poco, al menos uno de sus hijos, Laurent Devos, ha seguido en el sector y regenta el hotel Arte Vida de Tarifa, un negocio mucho más modesto que recibe cada año a decenas de aficionados al kytesurf.