sucesos

La pesadilla de un gaditano en Namibia

Alejandro Vilas pide ayuda al Consulado español en el país africano para que el cuerpo de su padre fallecido regrese con garantías a España para poder practicarle una autopsia fidedigna

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

“Esto es una auténtica pesadilla. Aún no he tenido tiempo siquiera de llorar la muerte de mi padre”. Es el grito de desesperación, la llamada de auxilio de un gaditano que lucha en Namibia para conseguir que el cuerpo de su progenitor, recientemente fallecido, pueda volar con todas las garantías a España para que se le practique una autopsia que pueda desvelar el motivo de su muerte.

El infierno para el isleño Alejandro Vilas y para toda su familia comenzó el pasado Miércoles Santo, cuando su madre recibía la llamada de un representante de la empresa para informarle de la muerte de su marido. Hasta dos días después se lo comunicaba oficialmente el armador de la compañía, explicando que se había tratado de una muerte natural: una insufiencia respiratoria.

José Modesto Vilas, gallego afincado en San Fernando, trabajaba como mecánico naval en este grupo empresarial hasta que fallecía el miércoles 16 de abril en altamar, en mares de Namibia. “No creemos que haya sido un asesinato, ni nos queremos montar ninguna película, habrá sido un accidente, pero entendemos que han podido existir algunas irregularidades y por eso necesitamos la ayuda del Consulado para que el cuerpo de mi padre llegue con las mayores garantías a España y se le pueda practicar una autopsia fidedigna”, explica Alejandro. Sólo pide eso.

“Pedimos que alguien de la embajada custodie el cuerpo, presencie el embalsamamiento y esté presente cuando lo embarquen hacia la capital de Namibia (Windhoek), antes de volar hacia España”. Y esta demanda se debe “a que esto es una jungla y no nos fiamos de nadie. Se han producido muchas irregularidades en el procedimiento y la autopsia fiable sólo la pueden hacer en España”.

Aún aturdidos, sin apenas haber tenido tiempo para descansar en los últimos días, Alejandro y su madre se sienten “solos” en el puerto de Walvis Bay, “desamparados por el Consulado. Sus representantes se encuentran a más de 300 kilómetros de aquí, en la capital, y no nos han apoyado. No hemos sentido su respaldo, su apoyo, hemos tenido que luchar solos pero los necesitamos para que este último trámite tenga suficientes garantías”.

Hoy mismo esperan que se le practique una primera autopsia en Namibia, obligatoria antes de marchar. “Pero esto por desgracia es una selva y no sabemos qué puede pasar. Necesitamos al Consulado, necesitamos a nuestro país”. Un grito que se repite constantemente el otro lado del teléfono. Con la esperanza de que alguien atienda esa llamada.