flamenco

El último tormento del cante

El eco más hiriente que le quedaba a la Plazuela de Jerez, cuna de genios como la Paquera, se ha callado a la par que el año 13. Ha muerto Juan Moneo 'El Torta'

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El eco más hiriente que le quedaba a la Plazuela de Jerez, cuna de genios como la Paquera, se ha callado a la par que el año 13. Esta noche ha muerto Juan Moneo El Torta, cima de la estirpe de los Moneo del flamenquísimo barrio de San Miguel de Jerez. Su corazón, tan desbocado siempre para todo, se ha parado mientras dormía en su casa de Sanlúcar de Barrameda. Tenía 61 años. Y a pesar de todos sus tormentos, El Torta era indiscutiblemente considerado uno de los grandes genios del cante de hoy. Artista bohemio, irregular, incontrolable, capaz de cantar desastrosamente y al instante siguiente conmover hasta a las estatuas de mármol, Juan fue víctima de sus debilidades, que le impidieron mandar en el flamenco con la hegemonía de su voz.

El Torta ha compartido escenario con todos los grandes. Últimamente formaba parte del espectáculo VORS (Very old rare sherry), en el que los mejores metales de Jerez se juntaban para mostrar las verdades cantaoras de esa cuna: Agujetas, Manuel Moneo, Fernando de la Morena...

La última vez que cantó en Sevilla, hace un mes en el Teatro Central, acudió como maestro invitado al espectáculo del joven Jesús Méndez, uno de sus tantos discípulos. Grabó pocos discos, pero fundamentales. «Luna mora» o «Colores morenos» son dos de los mejores ejemplos de la estética cantaora de Jerez. Pero su manera de ir por el mundo le arrebató muchos elogios. Generó muchas polémicas con sus espantadas y sus letras dedicadas a la heroína, su «mala compañera».

Sin embargo, para la historia quedará la imagen de ese gitano con barbas desaliñadas cantando unos humildes versos por bulerías que él mismo compuso: «Abrázame / y no preguntes de donde vengo, / no me digas lo que siento: / yo sólo te quiero amar». En el Hotel Triana, durante la última Bienal, la gente sacó, literalmente, los pañuelos al viento cuando El Torta la entonó. Tuvo el duro y lo cambió sólo cuando le dio la gana. Y ahora, para agrandar su leyenda, ha decidido rematar su triste vida de soleá en la última noche del trece.