opinión

Atalayas en el estrecho de Puntales

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Suele ocurrir en territorios muy colonizados por el hombre desde la más remota antigüedad. Arquitectura y naturaleza se funden de manera que ésta se despoja de su carácter telúrico y se pliega a la geometría, mientras que las construcciones vienen a formar parte del medio natural como si fueran otras tantas piezas de la geografía que lo componen. Así sucede en el área de la Bahía de Cádiz, sistema de aguas poco profundas, arenales, dunas, planicies fangosas, marismas y pinares, cuyo perfil altera constantemente el flujo mareal que se desliza a través de un espacio muy plano carente de atalayas naturales. El uso cultural e industrial de este ámbito se remonta al paleolítico y desde entonces las transformaciones operadas por acción del hombre (navegación, salinas, pesca, red de ciudades y construcción naval) se han venido integrando en un medio armónico.

La canción 'Le Plat Pays' de George Brassens cita las torres como únicas montañas de Bélgica. Así han sido también percibidas las esbeltas piezas que desde mediados del siglo XX jalonan los extremos del estrecho de Puntales, allá donde la laguna se estrangula en dos lóbulos, la Bahía exterior abierta al océano y el saco interior al sur donde la bajamar abre una amplia planicie de enorme riqueza biológica. Eso explica que las Torres de la Luz de Nero Scala, sin duda entre lo mejor de la arquitectura española del siglo XX, no se hayan reconocido como tales hasta hace poco. Inspiradas en la Torre de Comunicaciones de Moscú (1922) de Vladimir Shújov (1853-1939), hito de la arquitectura contemporánea, mejoran la pureza estructural del modelo, cada una mediante elegante mástil en forma de paraboloide hiperbólico con base circular de 20,70 metros de diámetro, y 150 metros de altura hasta punta de 6 metros, rematada por crucetas que soportan catenarias de 1.600 metros. Ya forman parte conocida del mejor patrimonio arquitectónico español. Poco se sabe de su autor quien vivió en Cádiz mientras se alzaban sus obras, de hecho se han venido atribuyendo al que fuera su colaborador en la fase de ejecución, el ingeniero español Toscano. Conocer y divulgar la mejor arquitectura de Cádiz y el trabajo de su brillante creador es aún una asignatura pendiente.