crónica

De nuevo El Salmedina

El testimonio de los pescadores que capturaron un marlín negro de 262 kilos en aguas de Cádiz

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Era el último día del mes de Agosto, tras un verano intenso de pesca, donde hubo de todo, desde atunes en el estrecho, hasta una ingente cantidad de dorados, inusual tanto por su número como por su gran tamaño, pero sobre todo el recuerdo de una enorme picada de marlín azul que se había producido días atrás que nos reconcomía por dentro.

Había sido el día ideal por las condiciones del mar, por la temperatura del agua, por el equipo que montábamos, cinco cañas, dos de ochenta libras y tres de 130, con sus correspondientes carretes. La picada brutal se produjo para nuestro regocijo en la caña recurva equipada con el carrete Duel de 130, en la línea situada en el centro del espejo de popa que reposaba en la propia silla de combate. Fue sonar la carraca del carrete y mirarnos con regocijo toda la tripulación, sin duda ese iba a ser nuestro gran día. Mientras recogíamos el resto de cañas para facilitar las maniobras, vimos saltar a un centenar de metros a un enorme marlín azul, los saltos se repetían de forma continuada, lo que celebramos pensando que el pez estaba perfectamente cogido, ya que en experiencias anteriores habíamos observado que los grandes azules tienden en sus primeros hits a profundizar de una manera inopinada.

Todo incitaba al éxito, incluida la tripulación del día donde primaban los expertos en experiencias de este tipo. El marlín seguía saltando, eso sí cada vez más lejos, la carraca no paraba de hacer ese maravilloso “ruido” que tanto agradecemos los pescadores y a todos nos sorprendía el enorme tamaño de la captura, sin duda la mayor que íbamos a realizar hasta la fecha superando nuestro record de 300 kilos obtenidos un par de veranos antes.

El patrón a los mandos de nuestro Antares 9’80, el pescador, decidido a la ardua tarea con su arnés puesto en la silla de combate, esperaban horas de intensas emociones. Tuvimos que subir el freno cuando vimos que ya eran más de 600 metros los que había sacado del carrete y teníamos miedo a que acabara vaciándolo por completo y rompiendo. 10 minutos, apenas de 10 minutos de intensa lucha, cuando la línea se destensa de forma cruel, no podía ser todo estaba en perfecto estado y nos extrañaba que el pez se hubiera desanzuelado. Recogimos con pesar la enorme cantidad de línea que había en el agua y comprobamos con desazón que habíamos perdido hasta la muestra. La línea se había partido muy por encima del bajo de línea por lo que supusimos que debería tener algún fallo que nos acababa de privar de nuestra gloria.

Tres o cuatro jornadas sin pescar siguieron a esta, mitad por el viento de levante, mitad por el desánimo que cundía en los miembros de la tripulación del Salmedina, así hasta que decidí probar suerte de nuevo el día 31 de Agosto. Había que intentarlo el último día del verano, se acababan las vacaciones y había que darle otra oportunidad a la suerte.

A las 9 de la mañana, todo listo para nuestra última salida de temporada estival, que después llegarán las de Septiembre, que, por cierto suelen ser las mejores. El pronóstico anunciaba que el levante arreciaría con el cambio de marea pero nada iba a impedir que pasáramos una nueva jornada entre amigos, porque que lo cierto es que esta vez la tripulación no era de las más avezadas en estas lides.

Sólo pusimos las cañas grandes, total ya estábamos cansados de tanto dorado y marlín blanco en un generoso estío, y total ya que íbamos a tentar la suerte, lo íbamos a hacer a lo grande.

El día discurrió de forma tediosa, millas y millas de curri sin ningún sobresalto, salvo el de un pequeño marlín que se entretuvo un rato con las muestras a todas luces gigantes para su reducido tamaño. Eran ya las cuatro de la tarde y algunos de los tripulantes tenían que volver esa misma tarde a sus lugares de origen, o al menos eso creían ellos, por lo que decidimos poner rumbo a Puerto Sherry entre lamentos por la mala jornada de pesca y conversaciones de lo que pudo ser y no fue. La conclusión era clara las grandes oportunidades son escasas y la nuestra del verano se había disipado unos días antes.

En eso estábamos cuando de nuevo la misma caña que en la ocasión precedente vuelve a dar un pequeño latigazo, luego silencio, falsa alarma, pero la caña vuelve a curvarse al instante y esta vez a su curvatura le acompaña esa música celestial que supone el continuado “rrrrrrrrrrrrrrrr”.

Todos a sus puestos aunque hoy me toca llevar la voz cantante debido a que no todos saben lo que hacer y con los nervios del momento eso suele ser sinónimo de fracaso. Todos a recoger cañas guiando hilos para evitar los típicos apelmazamientos, Gonzalo será el que se ocupe de la caña porque es el único que realmente sabe cómo hacerlo, el bichero preparado por si merece la pena embarcar el pescado y los demás a lo que yo les diga en cada momento mientras me ocupo de las maniobras. Y a todo esto sigue sonando esa música maravillosa “rrrrrrrrrrrrr”.

Los primeros envites son violentos, está claro que se trata de un gran marlín que salta sin parar, buena señal. Pero hay algo que no me acaba de cuadrar y es el color pardo oscuro de su piel. Su tamaño parece menor al que tuvimos por popa días antes, pero su fisonomía se me hace extraña, aunque lejos empiezo a albergar ciertas dudas sobre que es exactamente lo que tenemos al final de la línea.

Gonzalo briega con suavidad, asido a su arnés, recuperando línea con tranquilidad sin dejar nunca esta se destense. La primera media hora, como casi siempre, se hace interminable. Constantes luchas y recuperaciones, pero todo parece marchar bien. Empiezo a creer que el destino nos brinda una nueva oportunidad…… el último día de verano.

A los 40 minutos aparece el bajo de línea y se atisba la silueta del pez, parece evidente que se trata de un marlín, pero cuando aferro por vez primera el bajo me vuelvo a preguntar ¿Qué es esto?, su color parduzco y la ausencia de rayas dorsales me hacen dudar, pero entre duda y duda el marlín se escurre de mis manos haciendo que suelte la línea.

Ante las dudas y tras mucho pensar decido que si podemos lo embarcaremos, porque este verano no se ha cogido ningún azul por la zona y además quiero aclarar decididamente de que pez se trata.

En esto Gonzalo sigue con su tarea de acercarlo nuevamente a nuestra popa, una y otra vez, evitando siempre esa tendencia natural del pez de buscar los bajos del barco, algo que ha provocado innumerables roturas como bien saben nuestros lectores.

Por enésima vez vuelvo a aferrar el bajo de línea esta vez de forma más decidida si cabe, solicito ayuda con el bichero, el grande!!!!, el de los atunes!!!! Le digo a Álvaro que se enfrenta por vez primera a una captura de este tipo.

Tras un certero golpe el marlín se entrega y procedemos a intentar subirlo por el portalón entre todos ya que su tamaño no facilita la tarea. Una vez embarcado todo fueron gritos y alborozos, el gran marlín reposaba en cubierta y sentimos ese relax profundo que todo pescador siente cuando formaliza una gran captura.

El marlín era grande, no tanto como el que nos había dado días atrás, pero excelente en tamaño y conformidad, pero en mi cabeza seguía rondando esa duda, ese color, esas aletas pectorales que no era retráctiles, ese ojo más pequeño y el pico más delgado. Un dimorfismo sexual pensaba.

Y en eso, había arreciado el levante y el mar se puso complicado así que dejé de pensar y puse los cinco sentidos en nuestro triunfal regreso a puerto.

Nos dirigimos directamente, tras avisar a la torre, al embarcadero destinado a pesaje que acertadamente ha puesto Puerto Sherry, allí comprobamos que nuestro marlín era grande, tanto como para arrojar en la balanza un peso de 262 kilógramos. No era ningún record, pero era nuestro marlín.

Pero me quedaba algo por resolver, y tras las pertinentes copas y celebraciones propias de la ocasión, procedí a comprobar en internet y libros de consulta la verdadera identidad de nuestro protagonista. Y tras muchas horas de estudio y comparaciones, he alcanzado una conclusión que someto a la consideración de los lectores. Lo que realmente tuvimos la fortuna de pescar era un Marlín Negro, Tal vez el primero que se haya pescado de esta especie en las aguas del sur peninsular, lo que me lleva a concluir que cada vez más especies pelágicas pueblan nuestros queridos mares.

Tal vez muchos pongan en entredicho mi afirmación, ya que hasta el momento sólo se han reportado capturas de Marlín Negro el Pacífico y en el Índico, pero no es menos cierto que hasta hace apenas unos lustros era una auténtica quimera pensar en lograr capturas de marlín blancos y azules en las costas gaditanas. Tal vez las cosas estén cambiando, tal vez sea consecuencia del cambio climático, o tal vez se trate de un mero error de apreciación.

Ya tendremos ocasión de volver a tentarlos en las próximas semanas y poder publicar nuestras experiencias.