hoja roja

Tercermundistas

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Al grupo municipal socialista de este Ayuntamiento se les oye poco –se les escucha y se les ve poco, también hay que decirlo–, por eso cuando intervienen en algo dan siempre la impresión de ir con el paso cambiado. Cierto es que hacer oposición en esta ciudad es como predicar en el desierto o nadar a contracorriente, pero también es cierto que sus propuestas cuando suenan, suenan lejanas, muy lejanas a la realidad de esta ciudad. Tercermundista, señora concejala, no es hacer cola a la puerta de un teatro para comprar las entradas de un espectáculo. Cuatro días con sus cuatro noches duró la cola en La Cartuja para el espectáculo de U2 –nadie dijo que fuera tercermundista–, cinco días con sus cinco noches hicieron cola cientos de adolescentes en Madrid después de pagar cien euros para entrar al concierto del blandengue Justin Bieber, y tampoco nadie habló de tercermundismo. Tal vez porque eso no es tercermundismo. Tercermundista, señora concejala, son las colas a las puertas de Cáritas, de los Caballeros Hospitalarios, de Dora, de María Arteaga para llenar el estómago, o hacer cola para que la Asistenta Social dé el visto bueno a una desdicha que ya no se esconde, porque el tercermundismo –lo dice el diccionario– es el conjunto de rasgos económicos, culturales o sociales propios del Tercer Mundo, cuando especialmente se dan en países que se suponen desarrollados. Eso es tercermundista. Ver como día tras día crece la cola de la miseria, del paro, de las ayudas de un mes sí y otro no, de la pobreza más cruel –que no siempre es la económica– sí que es tercermundista.

Ojalá que el único problema denunciable de esta ciudad fuera «la imagen que debe vender Cádiz en cuanto a su gestión en la organización del Concurso de Agrupaciones». Ojalá que en lo único que se estuviera equivocando el equipo de Gobierno fuera en la forma de sacar a la venta las entradas del Falla. Ojalá que el único enigma por resolver fuese el paradero del obelisco del trimilenario –que esté donde esté, siempre estará mejor que donde estaba–, ojalá que la única información que se oculta al gaditano fueran todos esos chismes que no sirven para llenar la cesta de la compra. Ojalá nuestras preocupaciones estuvieran en el uso del Oratorio de San Felipe Neri, en los coches oficiales, en la caspa de los hijos adoptivos y las medallas trimilenarias, y en la lista de eufemismos con que cada noche nos deleita Miriam Peralta. Ojalá.

Pero los problemas de esta ciudad son mucho más profundos y están tan camuflados en lo cotidiano como lo han estado durante siglos las tumbas púnicas de cuyo hallazgo hemos sabido esta semana.

Esta tierra nuestra, llena de sorpresas como un huevo kinder gigante, sigue vomitando el esplendor de su pasado, mientras canta el ocaso de su presente. Mientras agoniza bajo unos plásticos y dormita en una silla de playa en pleno invierno al ritmo de un tres por cuatro eterno. No se confundan. La poca transparencia, la indecencia, el “melollevo”, el ‘nos lo repartimos’, la corrupción, la mentira, los políticos con más beneficio que oficio, la inmoralidad, los asesores, los recortes, el mirar para otro lado… sí son tercermundismo. Pero eso no resulta tan cómodo de denunciar. Y así nos va.