opinión

Tiempo de silencio

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No es mal negocio cambiar por sueños las pesadillas. Dejar por unos días de pensar en la prima de riesgo y sus rescatadores, en los bancos y en los atracadores, y entregarse placenteramente a los dulces abrazos de Morfeo acunándonos con aquella salmodia de «seremos grandes, seremos fuertes, todos unidos…» ¿recuerda? Porque hemos vuelto a ser grandes y a ser fuertes y a estar unidos, y hemos vuelto a ganar, que no hay dos sin tres, ni van a poder con nosotros y todas esas consignas que llevamos repitiendo desde que España le ganara a Portugal. No es mal negocio este del pan y circo que patentaron los romanos, y aunque sabemos de sobra a qué sabe el placebo no está de más probarlo, de vez en cuando. Por lo menos nos ha servido para reponer fuerzas, para hacer un alto al camino a la perdición que iniciamos hace tiempo.

Esta última semana ha sido como un paréntesis, algo así como un tiempo de silencio. Un tiempo para pactar con el diablo y para imaginar el futuro. Un tiempo para ver cómo el fútbol puede llegar a ser un potente anestésico social, un tiempo para dejarnos llevar por la alegría, que tanta falta nos hace. La imagen de la Selección Española acompañada de sus hijos pequeños celebrando el triunfo de la Eurocopa en el mismo terreno de juego donde habíamos demostrado lo grandes que podemos llegar a ser, no era más que un conjuro para todos los hijos pequeños de este país que parece hundirse por momentos. Necesitábamos llenar el depósito de la confianza, y la Roja nos ha ayudado a creernos que hay un futuro detrás de las montañas, y que es nuestro, sólo hay que seguir adelante. “Somos una generación educada para ganar”, decía Iker Casillas antes del partido contra Italia, sí puede que lo seamos, pero nos falta creérnoslo.

Esto de la Eurocopa ha sido como un oasis en esta larga travesía del desierto. Lo sabíamos y no hemos desaprovechado la oportunidad. A partir de ahora, pueden ustedes seguir hablando de recortes, de subidas, de bajadas, de medidas urgentes, de facturas de medicamentos, de IVA, de IBI y de todas las atrocidades que se les ocurran. Vuelven otra vez el ruido, las voces y los ecos. Se acabó el tiempo de silencio, vale, pero qué bueno fue mientras duró.