EL APUNTE

73.000 hogares rotos

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Parece como si algún demonio, algún comité de perversidad estuviera tirando de la cuerda de la paciencia social por el simple y peligroso juego de ver cuánto resiste, hasta dónde puede estirarse antes de romperse.

Las cifras que arroja la Encuesta de Población Activa en la provincia de Cádiz durante el primer trimestre del año resultan espeluznantes. Los argumentos, con base real, sobre la economía sumergida, la sociedad subsidiada y la picaresca pierden peso ante unos números difíciles de calificar. En una provincia con poco más de 1,2 millones de habitantes, hay 204.000 parados ya según ese recuento oficial. Eso supone un tercio de la población activa, uno de cada tres residentes en edad y situación de trabajar no puede hacerlo. La tasa del 36,6% puede sonar a canción conocida en una zona muy familiarizada con cotas de paro que en cualquier otro país del hemisferio norte provocarían una revuelta social, cuando no un terremoto político de primer orden, con dimisiones, destituciones y elecciones anticipadas incluidas en el temblor.

Pero lejos de evaluar las consecuencias institucionales y públicas del drama, llama la atención el horror particular y familiar que provoca. Según la misma encuesta publicada ayer, 73.000 hogares de la provincia ya tienen a todos sus miembros en desempleo. Aunque existiera un 40% de fraude, de falsedad estadística o de ingresos irregulares, la situación aún sería espeluznante.

Con todo, lo peor es la desesperanza. Si esa encuesta incluyera una pregunta sobre el momento en el que el interrogado cree que va a mejorar el porcentaje de paro, nadie lo situaría antes del verano de 2013.

Todo el mundo piensa, con el respaldo de la experiencia reciente y de los números, que aún no hemos llegado al tramo final de la cuesta hacia abajo, hacia el borde de un abismo que podría aparecer en cuanto alguien soltara la primera pedrada. El número de ciudadanos en un estado de necesidad que nunca conoció crece a una velocidad que asusta.

Debe de ser que alguien está haciendo un estudio para ver hasta dónde llegan el temple y la paciencia.