opinión

Buena suerte

Falta confianza y los que mandan ya no tienen capacidad para darle porque, entre otras cosas, ellos tampoco la tienen

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Trabajar en la radio te da siempre la oportunidad de alegrarte el primero cuando las noticias son buenas, y lo contrario. De un tiempo a esta parte hay más de lo malo, en realidad siempre ha sido así, pero nunca como ahora se amontonan de una manera tan difícil de digerir. Un amigo mío, médico de profesión, me decía hace poco: siempre te escuché decir que no tuviste valor para ser médico, para abrir la piel o para comunicar una enfermedad. Pues bien, querido amigo, yo que te escucho todas las mañanas en Punto Radio te digo: qué bien no ser periodista; qué bien no asustar a la gente cuando se levanta confundida de la cama; qué bien no estar siempre en contacto con la desgracia de los datos, con la miseria de las personas y lo peor de sus conductas. Mi amigo galeno vino a mi cabeza ayer, exactamente a las nueve de la mañana. Había dicho a los oyentes que a esa hora tendríamos el dato del paro en febrero. Los había ido preparando desde hacía rato y por eso dije que el dato sería malo, que en esto parecía un cirujano preparando una operación. Hasta que llegó. Entonces, cuando supe que 68.260 personas fueron al paro, me acordé de mi amigo. Fue tal el recuerdo que pensé: Y a mí, por qué no me dio por la medicina. No puedo ver una aguja, pero hoy creo que esa profesión hace que una persona sienta el alivio que dan las cosas que, sin necesidad de ser explicadas, tienen una utilidad, dan un servicio y merecen respeto. El médico, incluso en el peor de los casos, siempre ofrece esperanza porque siempre hay una posibilidad dentro de la gravedad.

Cuando consideré el desalentador dato del paro no supe qué decir. Me falta ya valor para culpar al Gobierno. Siendo sus culpas tantas no tengo capacidad para decirle: Zapatero, es tu culpa. Un contertulio dice: Todo le sale mal a este Gobierno. Otro: tiene mala suerte. Y un tercero: Zapatero tiene lo que merece. Mintió y ahora paga las consecuencias. Escuchaba a mis colaboradores de ‘Protagonistas’ y a medida que iban desarrollando sus argumentos crecía mi incertidumbre. Sé que falta confianza y que los que mandan ya no tienen capacidad para darla porque, entre otras cosas, ellos tampoco la tienen. Antes de finalizar el programa pedí a mis contertulios –gente lista y preparada– que pensaran por un momento que son parte del Gobierno. Venga, les dije, desde esa posición qué dirías a un oyente que estuviera en paro. Uno dijo: no sé; otro: que tenga paciencia. Y el tercero, el que más sabe y más experiencia tiene me miró a los ojos, acercó su boca al micrófono y dijo: que tenga buena suerte. Y entonces recordé un verso de Leonard Cohen: No hay que ser pesimista ni tener esperanza. Y el que tenga algo mejor en este momento que lo diga. Cuanto antes, por favor.