CULTURA

'El mar, la mar' de Rota

García Montero, Sabina, Prado y Grandes se citan en Rota para recordar a Alberti en una noche de palabras.

CÁDIZ Actualizado: Guardar
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Rafael Alberti volvió ayer a llenar de viento y sal las calles de Rota para hacerse del pueblo. A las 21.40 comenzaba el acto de homenaje al genial poeta portuense, en el décimo aniversario de su fallecimiento. Más de 200 personas abarrotaban la Plaza Bartolomé Pérez, bajo la atenta mirada de las almenas del Castillo de Luna, marco incomparable del paisaje roteño.

Abrió el acto Luís García Montero, amigo y estudioso de la obra de Alberti, apasionado y ferviente de su verso, con un poema, que es una «declaración de amor y amistad», de su cosecha que rememoraba las palabras del compañero que pasó su luna de miel en Rota con María Teresa, cuando tuvieron que esconderse entre las dunas y recibieron la noticia de la proclamación de la II República. «Yo todavía me siento afortunado», dijo el escritor.

A García Montero le siguió el gaditano Juan José Téllez, con un trabalenguas, de imposible pronunciación, escrito por el portuense. A continuación, Alejo Martínez, con una gorra de marinero en tierra, interpretó una canción dedicada al mar de Cádiz, que «nació en el malecón», según el cubano. Ángel García López se subió al escenario al grito de: «Salud paisanos. Salud roteños como yo». Jesús Fernández Palacios, que conoció a Alberti en la estación del Puerto en 1977, fue el siguiente en subir al estrado. Recordó su impresión del portuense, cuando lo vió llegar al Caballo Blanco, enfadado y nervioso, tras descubrir una pintada que rezaba: Alberti, asesino de Lorca.

A Fernández Palacios le siguió José Ramón Ripoll, que afirmó la presencia indiscutible de Cádiz en la obra de Alberti.

Continuó Almudena Grandes que, aunque no conoció a Alberti ni tampoco leyó ninguno de sus poemas, dedicó «A Niebla, a mi perro», regalado por Neruda, al público asistente. Felipe Benítez-Reyes, roteño y amante de la poesía de mar de Alberti, leyó un soneto escrito en el exilio italiano del portuense, titulado: «Vida para caminantes».

Benjamín Prado recitó «Adefesio», lo cual arrancó más de una carcajada a los asistentes. Prado confesó: «Con la muerte de Alberti, García Montero y yo nos hemos quedado viudos». «A Alberti se le podía admirar como persona y como poeta», dijo el madrileño.

Teresa Sánchez Alberti, sobrina del portuense, leyó un comunicado enviado por la hija del poeta, Aitana Alberti, desde Cuba con ocasión del acto en homenaje a su padre. Aitana reivindicó la figura de Rafael, un «poeta de la madrugada», y cuya imagen en la calle, los versos que emanan del pueblo, son lo esencial de su legado: «A ellos y a vosotros pertenecen el poeta y su palabra».

Para finalizar, Joaquín Sabina saltó al escenario para recitar dos sonetos dedicados a Alberti. «Me parece un milagro ver una plaza llena de gente para oír poesía», dijo el autor de Dieguitos y Mafaldas. «Junto con Benjamín Prado y Alberti fuimos los únicos que nos meamos en la pared de la Real Academia de la Lengua Española», dice Sabina, entre risas. Javier Ruibal cerró el acto con su melodía de lluvia y una canción dedicada al «Sueño del marinero en tierra».