LEYENDA. Julio Iglesias revisó los temas de toda su carrera durante un concierto sosegado y elegante. / ROMÁN RÍOS
Cultura

No se rompió la noche

Julio Iglesias conquistó a los 5.000 seguidores que no quisieron perderse en El Puerto la única cita andaluza de la gira celebración de sus 40 años de carrera

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Un galáctico con traje, sin aspiraciones a un hueco en el mundo de los astros porque lleva 40 años siendo una estrella. El tiempo pasa y su huella, siempre presente, no da tregua ni si quiera a quien reina en el olimpo de los ídolos musicales. Pese a ello, Julio Iglesias no faltó a la cita de anoche. El Puerto esperaba impaciente.

Los asistentes empezaron a calentar motores nada más entrar en la plaza de toros. Los primeros aplausos se oyeron cuando, justo antes de comenzar la actuación, Miranda, la mujer de Julio Iglesias, y sus cuatro hijos pequeños entraron desde el escenario al coso para tomar asiento.

Luz y sonido

A punto de celebrar su 65 años irrumpió en el escenario. Su figura plantada en las tablas e iluminada por 160.000 vatios encendió la mecha de una explosión de gritos y vítores. Los asistentes, que no lograron llenar el recinto pese a las 5.000 entradas vendidas -de 7.000- según la organización, aguardaban expectantes y ansiosas por degustar los temas que con sabor a nostalgia y melancolía el madrileño tenía preparados para la noche de ayer.

Quijote tuvo el honor de inaugurar el espectáculo. El tema sirvió a Julio Iglesias para entrar en materia en un escenario donde pequeñas luces azules dibujan su firmamento particular.

Tras un «¿Ay Puerto de Santa María!», confesó: «posiblemente esta noche sea la más especial de mi vida en mi país» y sin dar más razones prosiguió con Wendoline.

Tuvo que caer La gota fría, el cuarto tema, para que el público arrancara a cantar y el ambiente se animará.

Un tango muy personal

Una versión muy personal de A media luz marcó el ritmo de «dos de los mejores bailarines de tango del mundo» destacó sin complejos el artista.

Poco acostumbrado a hablar sobre las tablas, Julio Iglesias reconoció que la noche de ayer necesitaba explicarse. «Son muchos años cantándole a sus abuelas, a sus madres». «Esta noche es muy especial porque es la primera vez que mis hijas pequeñas me ven actuar y probablemente estén preguntándole a su madre si ese de aquí arriba es su padre». Una entrañable confesión que cerró con el tema De niña a mujer escrito para su hija mayor y que «también puede servir para las pequeñas».

Cuarenta años como profesional en el mundo de la música son muchos y están repletos de anécdotas que el madrileño quiso compartir con un público al que le costó arrancar pero que al final se entregó en cuerpo y alma al artista. «Que no se rompa la noche, amor mío» gritaba desde las grada una de sus fieles seguidoras.

A penas dos horas tuvo para resumir en unas cuantas canciones su trayectoria musical. Un repertorio bien sabido por sus incondicionales envuelto en la simplicidad esquemática en la que han quedado reducidas sus letras y donde los tics característicos de una de las principales figuras de la música latina han terminado por ganarle el pulso al divo sobre el escenario.

Sudar la camiseta

Pese a los muchos años que han pasado, dato que no se cansó de repetir Julio Iglesias, sudó la camiseta como en su pasada faceta de deportista. Tanto fue así que tuvieron que subir a cambiarle el pinganillo. «El sudor hace que me dé calambres en la oreja, más vale que me los diera en otras partes», bromeó.

El breve paréntesis dio paso a grandes éxitos -Vuela alto, Baila morena, Soy un truhán, soy un señor, Me va, me va- con los que el tendido vibró.

A diferencia de otras actuaciones, ofreció hasta dos bises en los que destacaron temas como Que no se rompa la noche. El final fue apoteósico. Antes de salir por última vez al escenario de la Plaza de Toros de El Puerto, la gente que hasta el momento había permanecido en sus sillas se puso en pie y se acercó al escenario y al grito de «otra, otra». Julio apareció para despedirse no sin antes ofrecer un popurri con sus canciones más conocidas que sirvieron para que el público bailara y cantara. Volvió a sonar Me va, me va, me va y el clímax llegó cuando de forma inesperada el divo lanzó la chaqueta a los que lo seguían desde cerca.

Sin descanso

Su intención era descansar durante el verano en su residencia malagueña tras la gira mundial que lo ha llevado de un país a otro, pero la actuación de anoche fue ineludible para él y para los señores, truhanes y Wendolines de otros tiempos que derrocharon complicidad con un eterno Julio Iglesias.

No hubo un adiós, sólo un «Manuel Alejandro que Dios te bendiga» y a las 00.15 Julio Iglesias se marchó.

imruiz@lavozdigital.es