TESTIMONIOS

Las vidas rescatadas de Cáritas en Córdoba

Beneficiarios relatan su experiencia con programas de apoyo a familias, inserción laboral y atención a sin techo

Rosa Laguna y Pilar Frías, que trabajan en la empresa de confección Dorcas, creada por Cáritas en Córdoba ÁLVARO CARMONA

BALTASAR LÓPEZ

Las cifras de Cáritas en Córdoba impresionan. Su labor evidencia los problemas que arrastra una parte importante de la sociedad. En el curso 2016/2017 (aproximadamente, el último trimestre de 2016 y los tres primeros del año pasado), esta oenegé de la Iglesia ayudó a más de 20.000 familias de la provincia; tuvo a 229 personas contratadas en sus programas de inserción laboral y atendió a en torno 1.040 personas sin hogar , con sus distintas líneas de asistencia. En total, es una inversión de 5,42 millones de euros para una entidad con 1.000 socios en la provincia de Córdoba y sobre todo con el trabajo de 1.700 voluntarios .

El caso de María (nombre ficticio) y los suyos es un ejemplo. Después de quedarse sin trabajo , sin vivienda (sufrió un desahucio de su piso de alquiler) y recaer en el alcohol , a esta madre soltera con dos hijos a su cargo -otra ya no vive con ella- los Servicios Generales de esta oenegé la respaldan no sólo facilitándole alimentos o abonándole el butano de la casa de su madre a la que se mudaron tras quedarse sin hogar, sino que también le pagan su tratamiento contra el alcoholismo. En sus peores momento pensó en suicidarse.

María, de espaldas, con Olga, trabajadora social de Cáritas ÁLVARO CARMONA

María destaca que la trabajadora social que tiene asignada en Cáritas, Olga , cuando se produjo el desahucio, «dio la cara por mí». Intentó que concedieran a esta familia más tiempo para salir del piso de alquiler, pero no pudo ser. Luego, recuerda, contactó con su madre, con la que medió para que ella y sus hijos pudieran instalarse en el hogar materno . Con todos estos detalles, es más fácil entender que asegure que el apoyo de esta oenegé de la Iglesia le supone un «gran alivio»: «Cuando me ponga bien, me ayudarán a buscar trabajo. No me van a dejar abandonada ».

La casa Madre del Redentor tiene 40 plazas y una lista de espera de entre 10 y 15 personas

Para las personas sin hogar tienen un importante recurso: la Casa de Acogida Madre del Redentor, en la capital. El secretario general de Cáritas Córdoba, Salvador Ruiz , explica que este equipamiento, que abrió en 2000, «siempre está lleno». Oferta 40 plazas y en estos meses la lista de espera «suele rondar las 10 ó 15 personas ». Ruiz añade que disponen del ala de baja exigencia, espacio anexo a la Casa de Acogida que se abre en invierno para que los sin techo duerman. Da servicio a 22 personas sin hogar por noche.

En Madre del Redentor, está Isabel Puente desde octubre. Tras pasar «dos o tres meses» durmiendo al raso , haber logrado plaza en ella fue, cuenta, «un volver a empezar de cero; aquí todos empezamos de cero, pero con mucho apoyo. En la calle estás muy sola y esto lo siento como mi casa». Es asturiana , tiene 52 años y cuenta que llegó a sentir miedo al dormir en la calle. Ahora confía en recuperarse de sus adicciones y además realiza trabajos con los que se siente bien.

Isabel Puente, con la responsable de ayuda a personas sin hogar de Cáritas ÁLVARO CARMONA

El secretario general de Cáritas explica que no hay un tiempo máximo de permanencia en este espacio, que no se limita a ofrecer comida y techo. Cada beneficiario sigue su propio itinerario de inserción y los hay que después van a pisos de acogida de esta oenegé. «También tenemos algunos casos que han pasado a viviendas normalizadas , en los que seguimos con el acompañamiento», afirma Ruiz.

Ángela, de 59 años, pensaba que no encontraría trabajo cuando recibió la llamada de Cáritas

Otro eje importante de actuación son sus programas de i nserción laboral para personas en situación de riesgo de exclusión social. La última línea de actuación de Cáritas en esta materia es Dorcas , un pequeño taller de confección que se forjó hace año y medio. Su jefa es Rosa Laguna , que ha sido doble beneficiaria de estas iniciativas de inserción. Primero estuvo dos años conduciendo un camión de Solemccor (empresa de esta oenegé que recoge el papel y cartón de la ciudad para la sociedad municipal Sadeco), algo para lo que se había formado por su cuenta, pero que no había hecho antes. Desde hace año y medio, se dedica a Dorcas, de la que fue una de las artífices, pues trabajó más de dos décadas en el mundo de la costura .

Rosa explica que las mujeres que se incorporan se encuentran «mal, con muchos problemas , como Mercedes que llegó con las uñas comidas y hoy las lleva pintadas». «Conforme pasa el tiempo, avanzan personalmente . Cáritas, luego, intenta que salgan y vayan a un taller a trabajar», ahonda. A ella le suenan ese tipo de situaciones: tras un divorcio , un despido mientras estaba embarazada y tener un pequeño con «un poquito de retraso madurativo », se topó con que «me quedé con 200 euros, y no me llegaba ni para el logopeda ». Cuando la llamaron para contratarla de Cáritas, pensó que «me había tocado la lotería».

Pilar Frías, con su trabajo de confección en la empresa Dorcas ÁLVARO CARMONA

Pilar Frías , casada de 43 años y madre de tres hijos, confiesa que «ahora estoy muy bien». Y eso es mucho decir para quien, con «vergüenza» , ha tenido que pedir en Cáritas o Cruz Roja «comida o que nos paguen la luz». A esa situación llegó, porque ella y su marido «nos quedamos sin trabajo por los menos cuatro o cinco años, y estuvimos seis o siete meses con cero ingresos». Para más inri, su marido enfermó y «sufrió muchas operaciones seguidas». Esta auxiliar administrativo empezó a hacer manualidades, cosiendo, y con «eso un día sacábamos 20 euros , otro nada...». Por eso, cuando Cáritas la llamó para su programa de inserción laboral de Dorcas, «no me lo creía». Era un contrato, que comenzó hace ocho meses, y para costura, que es su «hobby». «Es importante que estoy aprendiendo un oficio. Cuando salga de aquí, buscaré trabajo de esto», avanza.

Ángela Moslero, con Rosa González, la mujer a la que ayuda ÁLVARO CARMONA

Ángela Moslero , 59 años, casada y con cuatro hijos (dos aún en casa), entró a trabajar en el servicio de ayuda a domicilio de Cáritas (uno de sus programas de inserción laboral) en agosto de 2017. Tras once años atendiendo a mayores -toda su vida se ha dedicado a ello- de una casa, se quedó parada, pues fallecieron. Estuvo «tres o cuatro» meses sin trabajo y su marido era desempleado de muy larga duración -en noviembre, se jubiló-, con lo que «estuvimos apretadillos económicamente». A través de unos amigos, llegó a Cáritas y esta oenegé la sumó a su programa de ayuda a domicilio.

Hasta que se incorporó, confiesa, estaba «muy baja, porque pensaba: “¿Quién me va a contratar a mí a mi edad?”». «Se me formó un cacao. Al llamarme, me dio un subidón tan grande que no se lo puede imaginar nadie», recuerda. Para ella, estar empleada en Cáritas no es sólo tener un trabajo: «Esto es una familia grande . Tenemos detrás gente que nos ayuda». Rosa González (84 años), una de las 155 personas atendidas con este programa, destaca que «Ángela me ayuda a desarrollar mejor mi vida».

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