VERSO SUELTO

Compost psicotrópico

IU no quiere que en Córdoba se incineren drogas, pero no dice a qué ciudad hay que llevárselo

Un camión entra en la factoría de Cosmos RAFAEL CARMONA
Luis Miranda

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EN Cosmos se están quemando drogas. Vaya por Dios. Cualquier noche que uno pasee por cualquier barrio, incluido el Centro, puede seguir el olor chivato de los canutos, ese perfume entre lo vegetal y lo fermentado quién sabe cómo, y acercarse si quiere hasta la fuente humeante sin necesidad de ser un pastor alemán adiestrado por la Policía. Menos mal que está prohibido, dirán con razón quienes nunca se llevaron uno a la boca y son capaces hasta de distinguir las variedades y las añadas como sumilleres a la fuerza de lo que no tienen la menor intención de catar pero huelen sin que les pregunten.

En la Gerencia de Urbanismo tienen tal obsesión con la cementera que cualquier día van a denunciar que el casco que llevan sus trabajadores provoca la caída del pelo y que lo mejor es que se vayan todos. Así tendrán tiempo para lavarse y peinarse las caballeras y presumir delante de los funcionarios de la oficina del paro. La Junta de Andalucía acaba de sentenciar que es legal que Cosmos queme en sus instalaciones la cocaína y el cannabis que la Policía interviene en sus operaciones contra las sustancias prohibidas.

A estas alturas quizá ni la gente de Izquierda Unida sepa si son un partido que quiere transformar el mundo con experimentos sociales que casi nadie les pide y pocos denuncian, o una fuerza conservadora que se agarra a privilegios y comodidades mientras el mundo cambia. Quien clame al aire limpio al saber que en Córdoba se destruye la droga que se confisca es como aquel que se lamenta al saber de que en su cuarto de baño hay quien hace de vientre, como el que visita una cárcel y se indigna porque está llena de delincuentes.

Habrá quien diga que la lucha policial contra las drogas es innecesaria, que es más fácil que falte en el supermercado el zumo con pulpa que a uno le gusta que la dosis de heroína a quien malvive enganchado a ella y que la energía y el buen trabajo policial que sirve para desarticular unas redes que se recomponen de forma automática al día siguiente se deberían dedicar a otras cosas que parezcan menos estériles. Mientras estén vigentes las leyes que condenan el tráfico de ciertas sustancias habrá cantidades que se decomisen y hay que destruirlas en alguna parte, siempre con una orden del juez y con todos los papeles en regla.

Izquierda Unida actúa aquí como si toda la ciudad de Córdoba, o al menos la que ellos quieren, fuese uno de esos barrios buenos que quieren vivir muy lejos de los vertederos, aunque allí vaya su propia basura, y traen a sus empleadas domésticas de los barrios humildes que sus jefes nunca pisarían. Piensan que Córdoba no merece que en sus calles haya un sitio donde se incineran estupefacientes, pero se olvidan de decir a qué pueblo o a qué lugar distinguirían con el castigo.

Quién sabe, igual IzquierdaUnida, de la que sus panegiristas decían que era un partido innovador en los años en que no era un círculo de Podemos, tiene una salida creativa para este excedente de psicotrópicos. La cocaína tiene un salida más difícil, pero la marihuana no estaría mal para ese compost tan estupendo que se hace en Sadeco con las bolsas del contenedor gris. Deberían sacarlo en los supermercados a precio de oro: seguro que hay muchos que pagan lo que haga falta con la esperanza de que entre los grumos haya alguna semilla de las que les brote una hierba milagrosa.

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