Aristóteles Moreno - Perdonen las molestias

Coches o libélulas

Nueve de cada diez niños van acompañados al colegio. Pozoblanco quiere recuperar los viejos caminos escolares

Aristóteles Moreno
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EN Pozoblanco, apenas uno de cada diez niños va solo cada día al colegio. Quiere eso decir que nueve de cada diez necesitan desplazarse al centro escolar acompañados por un adulto. Casi el 40 por ciento de los chavales lo hace, además, a bordo de un coche, en un dato idéntico al registrado en Madrid y Barcelona. El último censo correspondiente a 2015 da cuenta de una población de 17.380 habitantes y una extensión de 329 kilómetros cuadrados. La distancia máxima entre dos puntos de Pozoblanco no supera los 2,2 kilómetros, que se recorren a pie en no más de 27 minutos.

Su tasa de criminalidad está por debajo de la media provincial, que, su vez, se sitúa a diez puntos de la ratio nacional.

Córdoba registra 32 infracciones penales por cada 1.000 habitantes, notablemente menos que la cifra ponderada de España y casi la mitad que Madrid, con 56,7 delitos y faltas. No digamos ya México, Sao Paulo o Caracas. Objetivamente, la capital del Valle de los Pedroches, al igual que la mayor parte de las poblaciones de la provincia de Córdoba, son enclaves seguros. Singularmente seguros.

Reúne, por tanto, las condiciones óptimas para que sus habitantes se desplacen a pie y con plena percepción de confianza. También los niños. Por esa razón, resulta llamativo que cuatro de cada diez infantes vayan cada mañana al colegio sentados en un vehículo. Exactamente igual que Madrid y Barcelona, dos metrópolis inabarcables, intransitables y hostiles.

El dato nos conduce inexorablemente a otra reflexión. Si las cifras certifican que el riesgo para la integridad de los niños es prácticamente inexistente y las distancias no exigen en modo alguno el desplazamiento a motor, podemos deducir que estamos construyendo un mundo de amenazas que solo existen en nuestros miedos. Debido, muy probablemente, a ese efecto óptico que provoca la aldea global, de tal forma que, si usted enchufa la televisión en casa a la hora de comer, se le cuelan los secuestros exprés y los asesinatos en serie mientras corta el jamón en taquitos para el salmorejo.

Hemos traído a colación Pozoblanco como podíamos haberlo hecho con cualquier otro enclave urbano de la provincia. Y porque esta misma semana se ha sabido que el Ayuntamiento prepara un plan para recuperar los caminos escolares. La posmodernidad consiste, a veces, en desanudar los nudos que anudamos en la modernidad. Hace cuarenta años el porcentaje de niños que iban solos al colegio era justamente a la inversa. Un noventa por ciento. Quizás más. Era cuando la vida se desenvolvía precisamente en ese espacio que hay entre dos puntos de un camino. Un espacio, por cierto, plagado de libélulas, charcas heladas, cardos borriqueros y confidencias. Hoy, sin embargo, por razones difíciles de descifrar, a la vida se le ha arrancado el viaje que lleva dentro al modo en que se extrae la pulpa de la uva para hacer mosto.

Lo estrambótico del asunto es que el 53 por ciento de los padres que llevan a sus hijos al colegio admiten que podrían ir solos. Pero no van solos. El plan presentado por la concejala del ramo prevé la puesta en marcha de lo que se conoce como «pedibús», un sistema organizado para desplazar a los chicos por grupos a través de corredores urbanos seguros. Recuperar los caminos escolares es, de alguna manera, rescatar la vida de su encapsulamiento y devolverla a las calles. Por ahí, nuestro agradecimiento a la gente que, como Eva Puche, la coordinadora del programa, trabaja por ello cada día.

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