Trece direcciones para comer bien de barra

Restaurantes donde es posible probar desde platos tradicionales hasta las versiones «micro» de grandes nombres

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  1. A Fuego Negro (Donostia-San Sebastián)

    Son bulliciosas, activas, rápidas. Se prestan para la irreverencia, el desenfado y la conversación (tanto que, si vamos solos, seguramente empecemos y terminemos la comida con una charla distendida con quien nos atienda). Son nuestras barras, muy españolas, muy vivaces y desenfrenadas. En ellas es posible probar desde platos tradicionales hasta las versiones «micro» de grandes nombres de nuestra cocina. Hay para quienes son el último recurso si el restaurante está lleno, pero nosotros reivindicamos su personalidad y espíritu democrático. En las barras cabemos todos.

    A Fuego Negro (Donostia-San Sebastián)

    «Comer, beber, escuchar, mirar, aprender» es su eslogan y su razón de ser, porque el espacio de Edorta Lamo y su hermana, Amaia Garcia de Albizu, es perfecto para alimentar a hambrientos y melómanos. Indispensables sus aceitunas rellenas de vermú, tan buenas que ya cumplen ocho años.

    Fuente: Guía Repsol

  2. Bibo (Marbella)

    Sí, también podemos comer en la barra de todo un tres Soles Repsol. Encontramos una vajilla que enamora, sorprende y anima a seguir pidiendo más y más platos. Porque que te traigan unas cremosas croquetas de jamón y gambas malagueñas sobre una escultura de una mano, incita a descubrir más sorpresas. Como la barca de causas peruanas, sí, servidas en una réplica de barco de pescadores. No terminamos aquí, porque no hay que salir sin pedir su famoso brioche de rabo de toro. ¿Vamos con niños? Sin problema. Pizzas, hamburguesas también tienen cabida en su carta.

  3. Los Fueros (Bilbao)

    La capital vizcaína entiende mucho de barras gracias a su arraigada costumbre de comer de pintxos. Aquí, quien entra a conocer la cocina de Paul Ibarra, repite. ¿Por qué? porque Los Fueros no es ni un restaurante ni un bar de pintxos. Que también. Y es que en pocos lugares tenemos ocasión de aprender a cocinar sus recetas además de comerlas. Como no podía ser de otro modo, también hay barra. De esas de las que no apetece levantarse. A saber: desde menús hasta raciones, tapas, pintxos o como queramos llamarlas, de las de toda la vida. Cuidando el producto y adaptándose a las nuevas tendencias, Paul hace que sean imprescindibles sus gambas a la plancha, su merluza frita con mahonesa de pimiento asado o la costilla de euskal txerri con duxelle de champiñón de París. Todo sin tener que darse codazos; con mantel, pero en barra, siempre en barra, como nos gusta.

  4. PerretxiCo (Vitoria)

    Josean Merino y Estíbaliz Pérez no solo son los autores de esta taberna del centro de Vitoria-Gasteiz, sino que se autodenominan «pintxocultores». Las pequeñas porciones, también convertidas en menú degustación para dos personas, son las reinas de la barra. ¿La recomendación? «Regarlas siempre con una copa de vino o una buena caña».

  5. Taberna Pedraza (Madrid)

    Mesas altas para comer, un comedor y una barra baja con cuatro butacones (nada de taburetes) para comer a gusto. Desde allí vemos cómo Santiago Pedraza maneja su parrilla mientras probamos cualquier plato de la carta (obligatorio probar sus alcachofas – en temporada-, la cecina de vaca vieja y la quesada tradicional pasiega hecha a diario por Carmen). Infalible su tortilla de Betanzos con huevos de corral (muy poco hecha), que se ha vuelto tan popular en la ciudad que han puesto un contador para saber cuántas van sirviendo.

  6. Abastos 2.0 (Santiago) y Barra Atlántica (Madrid)

    Barra Atlántica de Alabaster
    Barra Atlántica de Alabaster

    Iago Pazos y Marcos Cerqueiro nos advierten “non é cociña de mercado, é cociña do mercado”. En otras palabras, que comeremos lo que llegue esa mañana al Mercado de Abastos de Santiago, en estricto respeto de la temporalidad. Para madrileños con “morriña”, en el barrio de Chueca está Barra Atlántica, con la gentilísima Amaia Roldán a cargo de la sala.

  7. Danny’s (Mallorca)

    Este gastrobar, de ambiente casi familiar, lleva el sello de Macarena de Castro, que presenta su alta cocina en formato mini. Entre sus «TapasPintxosMontaditos» el carpaccio de solomillo o la coca de escalibada, en perfecta armonía con platos del restaurante Jardín como los huevos de la abuela o el lomo alto a la parrilla.

  8. Casa Marcelo (Santiago de Compostela)

    Marcelo Tejedor dejó atrás las mesas vestidas y las transformó en una barra roja en la entrada, otra de sushi y un espacio en cocina para comer de pie o en taburetes. Absténgase quien quiera menú degustación único, que aquí imperan las raciones.

  9. Ten’s (Barcelona)

    En el barrio del Born, frente a la Estació de França, Jordi Cruz propone tapas y platos en los que la tradición y la vanguardia mantienen una proporción equitativa del 50 %. Además de las 10 fijas, hay otras que cambian cada semana. Probemos sus bravas, calamares a la andaluza, foie gras con higos o su menú degustación con “ten” platos.

  10. Benares (Madrid)

    No es una barra al uso pero nos gusta igual porque tener la oportunidad de comer las tapas más innovadoras en el bar del restaurante Benares es algo que no hay que desaprovechar. Un ambiente más informal que la sala y una completísima carta de cócteles de todos los colores y sabores se convierten en el mejor acompañante. Tapeo al más puro estilo street food indio. Y, si nos lanzamos a por más, el jarrete de cordero con salsa nihari, curry de pollo y arroz o la lubina tandoor con lentejas negras nos transportarán al oriente en un abrir y cerrar de ojos.

  11. Central Bar (Valencia)

    El local más informal de Ricard Camarena abre de 8 a 17 horas, en el horario en el Mercado Central de la ciudad. Es buena idea, nos contaba Sergio Adelantado, presidente de la Academia de Gastronomía de la Comunidad Valenciana, tomar un brunch de tapas y bocadillos.

  12. El Campero (Cádiz)

    «Estaré cocinando atún encebollado hasta que me muera», asegura Pepe Melero, propietario de este restaurante, considerado por muchos el templo de la cocina marinera en Barbate que, entre abril y junio, se convierte también en el altar del atún rojo. Cuenta, asimismo, con La Taberna del Campero, un espacio más informal del que se encarga su mujer, Josefa Narváez, en Zahara de los Atunes.

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