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Vib-Ribbon
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«Vib-Ribbon», el videojuego que baila con música para ser arte

El minimalista título de culto regresa reeditado para las nuevas consolas

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«Vib-Ribbon» fue un videojuego experimental, minimalista, extraño por diferente. Una rareza en el diseño, convertido en juego de culto, un clásico «underground», elevado a la categoría de arte por el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). Quince años después de su lanzamiento en la primera PlayStation, está disponible desde esta semana su reedición, tantas veces prometida, para la portátil PS Vita y la consola PS3. Sony no descarta la descarga digital en un futuro también para PS4.

La mecánica era tan simple como original: líneas blancas sobre fondo negro movidas con una vibración al ritmo de la música. Cada canción genera obstáculos superados pulsando los botones del mando en una prueba de reflejos rítmicos. La protagonista, una esquemática coneja de nombre «Vibri», pasea sobre rectas, curvas y bucles con la forma de la oscilación de la música, en una composición con la apariencia de trazos de tiza sobre una pizarra.

Con el acierto, la coneja muta en ángel; con el error, su metamorfosis termina en rana o en gusano.

Las canciones originales, compuestas por el creador del juego, Masaya Matsuura, e interpretadas por una banda local, van desde la electrónica al pop cantado en inglés. Sin embargo, la innovación que hizo de él un juego diferente fue la flexibilidad en la composición de los retos. El título permite incorporar música de cualquier estilo de la discoteca de los jugadores, desde el CD más estridente a la melodía más suave. La banda sonora de «Vib-Ribbon» es la música favorita del jugador. Grandes éxitos de finales del siglo XX quedaron asociados a «Vibri» bailando sobre esa blanca línea del horizonte.

Juegos rítmicos

«Vib-Ribbon» no fue el primer juego musical. Sus autores, el estudio japonés Nanaonsha, ya habían creado el innovador y exitoso «PaRappa the Rapper» para PlayStation en 1996. Un perro rapero con el grosor de una hoja de papel realizaba actividades al compás de unas canciones pegadizas, mientras el jugador apretaba las combinaciones de botones requeridas para evitar que pare la música. Aunque hay discrepancias, la versión más extendida es reconocerlo como el padre de los títulos rítmicos, al menos de la forma en que hoy se entienden.

La relación de los videojuegos con la mecánica musical tiene un origen remoto. El inventor de la primera consola, la Magnavox Odyssey (1971), es a su vez el creador del popular juego de mesa «Simon». El aparato electrónico, una circunferencia dividida en cuatro botones, reproducía sonidos en un determinado orden que cada contrincante debía repetir. Lejos de este ejemplo en el tiempo y en la mecánica, «PaRappa the Rapper» y «Vib-Ribbon» tradujeron el lenguaje musical a la jugabilidad, y dieron vida a una forma de entretenimiento que cosechó un gran éxito, con un «boom» en la primera década del siglo XXI con grandes éxitos de ventas como las series «Guitar Hero» o «Rock Band». Hasta llegar a la saturación y al valle actual en el género.

Videojuego como arte

«Vibri» ha podido regresar porque el minimalismo envejece sin resultar arcaico, ya que ni siquiera pretendió usar el potencial técnico de la primera PlayStation. Sony lo lanzó como proyecto experimental en Japón, consiguió entrar en Europa, sin grandes ventas, pero no llegó a Estados Unidos porque fue considerado demasiado nipón para ese mercado. Sin embargo, ya lleva un tiempo en Nueva York: el MoMA lo incorporó a su selecta exposición permanente de 21 videojuegos considerados arte por su «diseño aplicado».

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