Steve Jobs, en 2007, cuando presentó el primer iPhone
Steve Jobs, en 2007, cuando presentó el primer iPhone - AFP PHOTO / TONY AVELAR

Apple, el «gigante» que se tambalea y echa de menos el talento de Steve Jobs

Su dispositivo estrella, el iPhone, cumple diez años en medio de una crisis de identidad

MADRID Actualizado: Guardar
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Cuando Steve Jobs presentó el 9 de enero de 2007 el primer iPhone intuía que iba a pasar a la posteridad. «Hoy vamos a hacer algo de historia (...) Presentamos tres productos revolucionarios: un iPod con controles táctiles, un teléfono móvil revolucionario y un dispositivo avanzado de conexión a internet. No son tres dispositivos distintos, es uno solo y lo hemos llamado iPhone», dijo el entonces consejero delegado de Apple. Y así fue.

El «smartphone» de entonces era rectangular, tenía una pantalla táctil de solo 3,5 pulgadas y ofrecía conexión a internet 3G, además de cámara de 2 megapíxeles y una capacidad de 4 GB u 8 GB, unos guarismos que comparados con los modelos más avanzados de la actualidad resultan preshistóricon.

Pero una de sus grandes aportaciones fue el abandono del teclado físico, todo un «riesgo» teniendo en cuenta que por entonces BlackBerry y Nokia eran los reyes de la telefonía móvil; hoy en día están desaparecidos.

El primer dispositivo no salió al mercado hasta junio de 2007 en EE.UU. (en Europa llegó a finales de ese mismo año). Pero la espera mereció la pena: sus ventas del tercer trimestre superaron el millón de unidades. Al año siguiente, esta cifra se disparó hasta los 6.892.000. Y logró eclipsar al Mac, el popular ordenador de la compañía, que cedió entonces la categoría de producto estrella al teléfono, convertido en su principal fuente de ingresos.

Ese reconocimiento, sin duda, no se lo gana cualquiera. Para desarrollar el diseño original se contó incluso con un grupo de ingenieros formados en la Universidad Politécnica de Madrid.

Un teléfono revolucionario

El primer modelo fue, según los expertos, una revolución por diversas razones. Primero, porque cambió la forma en la que las personas empezaron a relacionarse con lo que, hasta entonces, solo era un móvil. «El impacto fue muy grande porque fue la primera vez que se consiguió meter un ordenador entero y una estación de trabajo en el bolsillo de las personas con las mismas capacidades y posibilidades, y aumentado porque podía operar como teléfono. Eso abrió unas posibilidades muy grandes. Toda la interacción hombre-máquina estuvo muy cuidada», asegura Joaquín Salvachúa, profesor de Ingeniería de Sistemas Telemáticos de UPM.

«Sin el iPhone, el ‘smartphone’ hubiese seguido evolucionando, pero no lo hubiese hecho tan rápido, ni probablemente se parecería a los dispositivos táctiles a los que estamos acostumbrados», comenta a este diario Lauren Guenveur, analista de Kantar. Por su parte, Enrique Dans, profesor de IE School, considera que «aportó todo lo que hoy entendemos como ‘smartphone’, que no es poco: con el iPhone pasamos de considerar los terminales como teléfonos, como aparatos cuya funcionalidad principal era hablar, a considerarlos como ordenadores de bolsillo, cuya función era correr ‘apps’ que proporcionaban todo tipo de funciones y que, eventualmente, podía servir también para hablar».

Pero quizás, lo que nunca imaginó el entonces «jefe» de Apple, que falleció en octubre de 2011 en un momento mágico de la compañía (vendieron en el último trimestre de su año fiscal 17,07 millones de iPhones y batieron récord en ventas y beneficio), fue que esa etapa de gloria no sería para siempre. De hecho, existe una percepción muy extendida entre los expertos que considera que la empresa ha perdido músculo innovador. «El iPhone aportó un modelo a la industria de cómo hacer las cosas. No el qué hacer, porque ya existían teléfonos móviles y prematuros ‘smartphones’. Durante años marcó el estándar no solo en ‘hardware’ y en diseño, sino también en contenidos gracias a la filosofía que imprimió la App Store», añade Michael Mcloughlin, director de contenidos del foro de divulgación The App Date.

Un futuro cuestionado

La manzana, con cuarenta años a sus espaldas, se ha vuelto madura. El pasado año, por lo pronto, sus ingresos cayeron. El resultado: un desplome de su beneficio del 22% en el segundo trimestre de 2016 respecto al mismo periodo del año anterior. De 13.600 millones de dólares, se quedaron en 10.500 millones. Desde entonces ha crecido la preocupación sobre el devenir de la firma de Cupertino.

La realidad es que la compañía ha sido líder en diversos sectores a pesar de que en el entorno móvil, en comparación con los dispositivos basados en Android, tiene una escasa presencia. Pero el iPhone supone el 65% de sus ingresos. La dependencia de Apple es más que evidente y, ahora, se encuentra en un escenario delicado.

La saturación del mercado de los «smartphones» le ha pasado factura. A lo largo del pasado año las ventas globales se han desinflado en comparación con otras temporadas. Pero no ha sido la única causa que han llevado a la firma norteamericana a retroceder: la competencia de modelos Android es cada vez mayor, especialmente por parte de las firmas asiáticas que han reducido los precios, así como la mala situación económica de China, uno de sus principales mercados. Pero Apple debe hacer frente a otra tendencia: la «borrosa» línea que separa la gama media de la alta. Los analistas creen que la primera se acercará mucho a los modelos premium. A Apple le toca demostrar su valía y ser capaz, otra vez, de diferenciarse.

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