El tiempo seco y la quema de pastos multiplican los fuegos en España

La superficie arrasada en grandes incendios en lo que va de año ya supera la media de la última década

Un bombero lucha contra el fuego en Mazcuerras (Cantabria) ABC

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En el mes de febrero ha ardido más terreno en Asturias que a lo largo de todo el año pasado en el Principado. Y el balance global para España no es bueno. La última actualización de los datos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (Effis, por sus siglas en inglés), a 7 de marzo, muestra que en lo que va de año estos siniestros están superando con mucho la media de la última década. Ya van más de 14.800 hectáreas calcinadas, frente a las 1.400 en las que se sitúa el promedio de la última década. Pero serán más, porque el programa europeo solo contabiliza los incendios de más de 30 hectáreas, aproximadamente el 80% del total.

La intencionalidad está presente en la mayoría de los casos, según han apuntado las autoridades. La climatología lo ha puesto fácil, en febrero ha llovido apenas el 28% de lo normal. Con una precipitación media de 15 litros por metro cuadrado, el segundo mes de este año se ha convertido en el más seco de lo que llevamos de siglo en España y el cuarto febrero más seco desde 1965. Además, ha sido algo más cálido de lo normal, en jornadas que en el norte peninsular se han unido al viento seco procedente del sur. Un cóctel perfecto para que Asturias o Cantabria ardieran, ya que es precisamente el invierno donde se concentra su temporada alta de incendios, aunque hay años que se enmascara al trasladarse a diciembre o abril, en función de las condiciones climatológicas .

Los fuegos del último mes, los que han disparado las estadísticas de principios de año, se han concentrado en estas zonas del norte peninsular. «El problema ahora ha sido la regeneración de pastos», explica Javier Manrique, decano del Colegio Oficial de Ingenieros Técnicos Forestales. «Cada cuatro o cinco años hay mucha quema, más cuando la climatología es favorable, como ha ocurrido este año». Las últimas temporadas dramáticas fueron en 2015 y en 2017, cuando a final de año el balance arrojó cifras que superaban las 100.000 hectáreas calcinadas en toda España.

Ahora, a falta de que el Ministerio de Agricultura publique los datos oficiales de febrero, en Cantabria se han registrado más de 450 incendios forestales en un mes, más de la mitad de los fuegos que se producen de media en la región al año. En Asturias, la oleada de incendios ha dejado más de 380 focos y, según avanzó el consejero de Presidencia, Guillermo Martínez, se han quemado más hectáreas que en todo 2018, cuando fueron arrasadas unas 2.000 hectáreas.

Ayudas de la PAC

La clave, apunta Manrique, está en las ayudas de la Política Agraria Común (PAC), que establecen subvenciones por el uso de pasto extensivo, que debe estar libre de matorral o, como tope, que este alcance los 40 centímetros de altura. «Si llegan a esa altura, no reciben la ayuda», explica el decano. Pero el matorral crece rápido y, en cuatro o cinco años, alcanza el límite. «El fuego es lo más barato y más rápido para limpiar los pastos», asegura.

Además, la Ley de Montes de 2015 redujo de cinco años a uno el periodo por el que un terreno calcinado debía estar cerrado para su regeneración y dejó, además, «cierta libertad a las comunidades autónomas», explica Eduardo Rojas, decano del Colegio Oficial de Ingenieros de Montes.

En 2017, Asturias aprobó una ley autonómica que permitía que no se acotaran las zonas de monte bajo quemadas y, por tanto, «si no se vedan, pueden seguir cobrando », en vez de tener que esperar un año, cuenta Rojas. El problema radica en que «una norma que fue refrendada por todos los partidos menos Podemos es complicada llevarla al Consejo de Ministros ». Al final, el plazo para recurrir la ley asturiana pasó y ya se ha convertido en arma arrojadiza en la política del Principado, aunque Rojas no tiene tan claro que todos los incendios puedan atribuirse a la normativa. «No es fácil decirlo ahora, se necesita más tiempo», asegura, aunque también reconoce que la ley «no ayuda seguro» a que haya menos incendios .

Incendiarios

Hacia donde sí apuntan claramente las investigaciones de la Fiscalía y la Guardia Civil es que, al menos en las oleadas de incendios forestales de 2015 y 2017, más del 80% de los fuegos fueron intencionados. También apreciaron la existencia de una relación causal con la regeneración de pastos.

El informe de incendios del Ministerio de Agricultura de 2015, el último completo, concluyó que más del 50% de los siniestros registrados en España ese año fueron intencionados, aunque la cifra asciende cuando se delimita el estudio al noroeste peninsular: allí los incendios provocados son el 72,9%. Hoy, los perfiles del incendiario que maneja la Guardia Civil ya distinguen varios grupos: los imprudentes, los que actúan sin sentido -entre los que se encontrarían los pirómanos-, los que buscan beneficio y aquellos que quieren venganza. Los resultados apuntan a que hay mucho incendiario al que se descontrola el fuego, mucha venganza y mucha motivación económica.

«Las motivaciones más frecuentes están relacionadas con prácticas tradicionales que implican uso del fuego (quemas para eliminar matorral y residuos agrícolas , y regenerar el pasto)», reflejaba el informe de Agricultura. «Los siniestros se producen cuando las prácticas son mal realizadas, sin autorización administrativa y en periodos de riesgo elevado de incendio, donde el causante abandona el fuego que posteriormente se propaga al monte». Así, aunque «siempre hay otras causas, la mayoría de los incendios se producen por quemas de pasto », refrenda Manrique,

Valor medioambiental

Al final, tanto Rojas, que asegura que hay una «falta de afine» en la PAC, como Manrique, abogan por cambiar la arquitectura de las ayudas para evitar efectos contraproducentes. Para ello, el decano del Colegio de Ingenieros Técnicos Forestales propone incrementar las ayudas por hectárea, ser menos restrictivo sobre las condiciones de las zonas de matorral o establecer también como zonas pastables las de bosque, así como agilizar la autorización y ejecución de las quemas controladas.

Porque las zonas de matorral tienen su valor medioambiental, defienden ambos. Es «una sucesión natural para el bosque», explica Rojas. «Si el incendio solo se produce una vez, en el norte se regenera rápido», dice Manrique. Pero cuando se produce cada dos o tres años, el suelo pierde fertilidad y la cubierta vegetal , «y luego cuando vienen lluvias, hay grandes daños».

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