Epidemia de peste negra

«Tememos que los infectados de peste negra no estén acudiendo al hospital»

Una cooperante española de Unicef en Madagascar atribuye el descenso de casos a los prejuicios de la población

Silvia Gaya, cooperante de Unicef, durante la supervisión de la construcción de letrinas en el Centro de Tratamiento de la Peste en Toamasina ABC

L. Daniele/A. Amorós

Dos meses después del inicio del brote de peste negra más mortífero de los últimos años en Madagascar, el número de nuevos casos comienza a remitir. El Ministerio de Sanidad de la isla africana confirmó ayer la desaceleración de la epidemia, que se ha cobrado hasta el momento la vida de 124 personas y ha provocado cerca de 1.300 infectados.

Las organizaciones humanitarias que trabajan en el país también comienzan a notar la disminución de casos. La responsable de Agua y Saneamiento de Unicef en Madagascar, Silvia Gaya, aseguró ayer a ABC que «en las dos últimas semanas se ha producido una tendencia a la baja de peste bubónica y pulmonar», la dos variantes más comunes de esta enfermedad infecciosa.

Aunque la peste bubónica es endémica en zonas rurales de la isla, es la primera vez en la historia del país que el brote de esta enfermedad infecciosa «surge en zonas urbanas y deriva en peste pulmonar, la variante más virulenta, mortífera y fácil de contagiar, ya que se transmite como una gripe», recordó Gaya. Precisamente dos tercios de los casos registrados hasta el momento son de peste pulmonar y se han producido en su mayoría en las dos ciudades más pobladas del país, Toamasina y Antananarivo, la capital de Madagascar. Si no se trata con antibióticos, los enfermos pueden morir en 72 horas.

«Cierto control»

«Queremos pensar que tenemos un cierto control sobre el brote de peste», aseguró esta ingeniera de Unicef, responsable de la instalación de los sistemas agua y saneamiento en las zonas de aislamiento de los hospitales para tratar a los enfermos de peste. Pese al relativo optimismo, Gaya advirtió de que esta remisión en el número de casos también puede deberse a que los enfermos «no quieren ir a los hospitales» por «prejuicios, por miedo a ser estigmatizados o porque los protocolos sanitarios van en contra del modo en que esta cultura trata a los muertos». «Tememos que haya un rechazo de la población a la intervención médica y por eso no se notifican los casos», apuntó.

De hecho, las autoriades malgaches pidieron ayer que se detengan la práctica mortuoria tradicional conocida como «famadihana», que consiste en desenterrar a los muertos para rendirles homenaje. Se teme que este ritual antiguo haya ayudado a propagar esta enfermedad altamente contagiosa. El inspector de sanidad, Willy Randriamarotia, afirmó ayer que «si una persona muere de peste neumónica y luego es enterrada en una tumba que todavía está abierta para practicar la famadihana, la bacteria aún puede transmitirse y contaminar a quien maneje el cuerpo». Pese a la prohibición explícita del Gobierno, las autoridades temen que estas celebraciones hayan tenido lugar igualmente.

Gaya explicó que la enfermedad afecta a todas las clases sociales y edades y que el principal foco de contagio son los lugares públicos. Por ello, desde hace tres semanas todas las escuelas de 15 de las 22 regiones del país permanecen cerradas y están prohibidos los actos públicos masivos. En las carreteras y aeropuertos del país se han instalado además controles sanitarios para medir la temperatura a los ciudadanos para evitar que se propague la enfermedad.

«Primero hubo una situación de pánico importante en la población, pero las cosas están volviendo a la normalidad gracias a que se ha podido dar a la gente consignas de lo que debe hacer», comentó esta cooperante española, quien aseguró que este brote de peste negra ha sido «de lo más grave» que ha vivido desde su llegada a Madagascar hace cinco años.

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