El presidente de los rectores españoles, Segundo Píriz
El presidente de los rectores españoles, Segundo Píriz - ABC

Los rectores proponen pagar la universidad en función de la renta

La exigencia de una nota de 5,5 para acceder a una beca aumenta los niveles de rendimiento de los alumnos

Madrid Actualizado: Guardar
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Los rectores de las universidades españolas llevan tiempo diciéndolo. Y ayer volvieron a la carga. En España hay una universidad cara, la cuarta con los precios de matrícula más altos de Europa, con unas acusadas diferencias según la comunidad autónoma en la que se estudie y con un sistema de ayudas insuficiente, subrayaron ayer en la presentación de su informe «La Universidad Española en cifras». Una de las soluciones propuesta es que los alumnos paguen en función de la renta.

Siempre que le han preguntado, el presidente de los rectores españoles, Segundo Píriz, ha dejado claro que es ilógico que una misma carrera en la Universidad pública pueda costar el triple según el lugar donde se estudie.

En el informe presentado ayer se volvió a poner de manifiesto esta desigualdad. En Cataluña, por ejemplo, los precios de las matrículas pueden llegar a ser tres veces superiores a los de la misma titulación en Galicia, la comunidad donde menos han subido las tasas entre 2010 y 2014 (un 5,1%, frente a un 158% en Cataluña).

Si a lo anterior se le suma que nuestro sistema de becas y ayudas equivale a la tercera parte de los que destinan de media los países de la OCDE en ese apartado (un 0,11% del PIB frente a un 0,36%), se encuentra, según el estudio, con que se pone en cuestión el principio de igualdad de oportunidades. Para paliar esta disfunción, en el trabajo coordinado por los profesores Juan Hernández Armenteros, de la Universidad de Jaén, y José Antonio Pérez, de la Politécnica de Valencia, se plantea que el pago de los precios universitarios «debería realizarse atendiendo al nivel de renta de cada uno de los demandantes de este servicio universitario».

Más becarios

Aunque los expertos reconocieron que la situación ha comenzado a mejorar este año, todos hicieron hincapié en que desde el cambio de modelo de becas hecho en el curso 2012-2013 «hemos pasado a tener más becarios pero con menores cuantías», explicaba José Antonio Pérez.

La caída en el gasto destinado a becas, recordó el presidente de los rectores, «ha sido de un 17% entre 2010 y 2014». Desde el Ministerio de Educación, recordaban a ABC que «hubo que cambiar el modelo porque había un agujero presupuestario de 1.000 millones de euros que amenazaba con colapsar todo el sistema. El anterior gobierno presupuestaba una cantidad para becas y, después, gastaba mucho más. Ahora, se gasta lo que se tiene», subrayan desde el departamento que dirige Íñigo Méndez de Vigo.

Las desigualdades regionales no solo vienen marcadas por los precios públicos de las matrículas. Como reflejan los datos del estudio, las comunidades con menor nivel de renta por habitante son las que han registrado unas mayores caídas en las dotaciones medias por becario. En concreto, un 33% menos en Andalucía, un 31% menos en Castilla-La Mancha y un 30% menos en Extremadura. La explicación a estas caídas se encuentra en la reducción de las dotaciones del Ministerio de Educación para las ayudas compensatorias y de movilidad.

Siguiendo su línea de garantizar la igualdad de oportunidades, los rectores mostraron una vez más su desacuerdo con la exigencia de una nota del 5,5 para obtener una beca. Algo que según Hernández Armenteros no ocurre en otros países y va en contra de quienes tienen menos recursos. «Alguien que sea pobre, para acceder realmente a la universidad necesita una nota media de 5,5 porque sin beca no puede hacerlo mientras que para quienes sí tienen capacidad económica el listón está solo en el 5».

Mayor rendimiento

Sin embargo, Hernández Armenteros reconoció que la subida de notas para acceder a las becas, «y también la subida de los precios, que hace que los alumnos calibren muy bien sus opciones reales de éxito», han tenido como consecuencia un aumento significativo de las tasas de rendimiento de los alumnos. Parece que el principio de que se valora lo que cuesta, por injusta que pueda ser, funciona. Mientras que en el curso 2008-2009 la tasa de rendimiento académico registrado por los alumnos de nuevo ingreso (créditos aprobados frente a créditos matriculados) era del 63,8%, en 2014-2015 ascendió a un 87,8%.

Y si los alumnos han mejorado sus resultados, el personal docente-investigador no podía ser menos. Pese a que el gasto público dedicado a la educación superior y a I+D ha disminuido en España durante la crisis, al contrario que en el resto de países avanzados, las universidades han mantenido el tipo. Nuestro país aguanta entre los 10 mejores en cuanto a producción científica. Así, mientras que nuestra economía representa el 1,8% del PIB mundial, en términos de producción científica aportamos el 3,3%. Y en cuanto a calidad, nuestros investigadores han pasado de publicar en 2005 un 45% de sus artículos en revistas científicas de máximo impacto a un 54% en 2014.

Peso económico

Si en el ámbito de la producción científica los resultados son relevantes en relación con el peso económico de nuestro país, en el apartado de la innovación, en las patentes, el informe señala, sin embargo, que «estamos muy alejados de los objetivos». Pero los autores descargan de responsabilidad a las universidades porque estas no dejan de adaptarse a la realidad de nuestro tejido productivo, donde la proporción de pymes es abrumadora en relación a las empresas de alta tecnología. Aún así, en los últimos años puede observarse una notable mejora en la publicación de patentes, que se ha duplicado desde 2006 a 2014.

En cualquier caso, el informe y los rectores ponen el acento en una situación que debe revertirse ya si no queremos que tenga consecuencias catastróficas a medio plazo. «Solo tenemos más gasto en I+D que Potugal y Grecia», recordó en la presentación del informe Juan Juliá, vicepresidente ejecutivo de CRUE. «Nuestras universidades resisten milagrosamente en los ranking internacionales con una inversión en I+D cuatro veces inferior a la media de los países avanzados de Europa», pero la inercia investigadora se acabará, advertía Juliá.

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