Problema nacional en Papúa Nueva Guinea por los alargamientos de penes

Cada vez son más los hombres que se inyectan sustancias extrañas como aceite de coco o silicona

ABC

Los médicos en Papúa Nueva Guinea han advertido de la existencia de un «problema a nivel nacional» causado por hombres que se inyectan sustancias extrañas, como aceite de coco y silicona, en sus penes para intentar alargarlos. Un médico del Hospital General de Port Moresby dijo a «The Guardian» que en los últimos dos años su clínica ha tratado a al menos 500 hombres con deformación y disfunción del pene como consecuencias de estas inyecciones. «He visto cinco casos nuevos cada semana durante los últimos dos años y estos son solo los que se han presentado para recibir tratamiento . No sabemos cuántos hay en total», dijo Akule Danlop, un cirujano del hospital. «Vi siete hoy».

Entre las sustancias que los hombres se inyectan hay aceite de coco, aceites para bebés, silicona y aceite para cocinar . Los efectos secundarios son graves y, muchas veces, irreversibles.

«La mayor parte de ellos tienen masas anormales y grumosas que crecen sobre el pene y algunas veces involucran al escroto. Muchos llegan con úlceras», dijo Danlop. «Algunos tienen dificultad para orinar porque el prepucio está tan inflamado que no se puede contraer».

Danlop ha tenido que operar ya a unos 90 hombres para tratar la hinchazón y los bultos anormales . En algunos casos, los hombres han tenido problemas para tener erecciones tras la inyección. «Por lo general se arrepienten de lo que han hecho», dijo. Sobre el tipo de hombres que acuden con estas infecciones, explica, pertenecen a todos los grupos sociales, y normalmente tienen entre 18 y 40 años, aunque también ha tratado a adolescentes de 16 años y a hombres mayores de 55. «Hay hombres que tienen trabajos muy respetables, como abogados», explica.

Glen Mola, profesor de salud reproductiva, obstetricia y ginecología, considera que muchos de estos hombres están siendo engañados y que, muchas veces, son trabajadores sanitarios los que se lo inyectan, pero sin licencia. «Son enfermeras, sobre todo, creo. Lo hacen sin licencia, por supuesto. No tiene nada que ver con su trabajo. Es dinero negro», explica a «The Guardian».

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