Beatriz Becerra - Día Internacional de Tolerancia Cero

La mutilación genital femenina y el movimiento #MeToo

Es una barbaridad cuya desaparición exige todos los esfuerzos que podamos convocar

Beatriz Becerra*

El movimiento #MeToo ha dado un gran impulso a las reivindicaciones de igualdad entre hombres y mujeres y a la denuncia de males como el acoso o los abusos sexuales, lacras silenciadas y ocultas en buena medida. Es saludable, es justo y es necesario. Y me gustaría que se extendiera a todas las formas en las que las mujeres sufren diversas formas de violencia tanto en Occidente como en el resto del mundo.

En este sentido, echo de menos algo más de intensidad por parte del feminismo oficial (es decir, el de izquierdas) en la denuncia de prácticas como la mutilación genital femenina (MGF), cuya erradicación debemos reclamar siempre y en especial hoy, día internacional de la causa . Al beber intelectualmente de los estudios identitarios y del relativismo posmoderno, se aprecia un preocupante reparo de este feminismo tradicional a la hora de afrontar una realidad localizada en un grupo muy concreto de culturas. Algunos siguen sin apreciar hasta qué punto es reaccionario que la implicación en la lucha contra un mal pueda depender de lo arraigado que esté en ciertas tradiciones, en este caso en la de algunos países de mayoría musulmana (veintiocho de ellos en África, más alguno en Oriente Medio y el sudeste asiático).

No tenemos este problema en el feminismo liberal, que pone al individuo (en este caso a cada una de las mujeres) en el centro de sus propuestas. La MGF es una barbaridad cuya desaparición exige todos los esfuerzos que podamos convocar. Los Objetivos de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas incluyen su erradicación antes del 2030, algo que no parece que estemos en vías de conseguir. El Convenio de Estambul obliga a los países europeos a criminalizarla y a proteger a las niñas en riesgo de padecerla. ¿Hasta qué punto se está logrando?

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud, 200 millones de mujeres y niñas sufren a día de hoy las consecuencias de la MGF, lo que incluye esterilidad, quistes, infecciones y complicaciones graves en el parto, entre otras. Entre ellas, 500.000 viven en la Unión Europea, y se estima en 180.000 las niñas residentes en trece países de Europa (entre ellos España) en riesgo de sufrir la MGF. Aunque habláramos de una realidad ajena no deberíamos desentendernos del problema, pero es que además no tiene nada de ajeno. Sucede en nuestra propia casa.

La MGF es una gravísima vulneración de los derechos humanos de niñas y mujeres. Tiene su origen en la consideración de las mujeres como objetos que incitan al pecado y como propiedad primero de los padres y después de los maridos. Veinte mil mujeres y niñas procedentes de países donde se practica piden asilo cada año en la Unión, y de ellas un millar aluden como causa específica a la MGF. Las refugiadas de género son una realidad que no se reconoce adecuadamente. En ocasiones, una realidad de la que tenemos mucho que aprender, como es el caso de Ayaan Hirsi Ali , una de las intelectuales (y feministas) imprescindibles de nuestro tiempo. Tuvo que huir dos veces: primero de su Somalia natal tras ser víctima de MGF y después de Europa, tras recibir amenazas de muerte. Continúa con su compromiso desde Estados Unidos.

La causa feminista debe ser global, no local. La denuncia de los males que sufren las mujeres en las sociedades democráticas, la lucha por hacer visible y acabar con la discriminación en nuestros países, debe hacerse compatible con apoyar a las niñas del Tercer Mundo (o de Occidente) en riesgo de padecer la ablación. Ignorar o atenuar estas gravísimas vulneraciones de derechos es cualquier cosa menos progresista. De hecho, demuestra cierta superioridad y ensimismamiento poco compatibles los principios democráticos universales. La MGF debe estar en la agenda de la Unión Europea y de todos los estados miembros como un punto a considerar en nuestras relaciones con los países donde se practica. No estamos haciendo lo suficiente para acabar con ella. Aprovecho el día de hoy para reclamar un mayor compromiso por parte de las autoridades y de todas las personas influyentes que están alzando la voz y diciendo #metoo. Para que no dejen de decir que la MGF #MyIssueToo.

* Beatriz Becerra es vicepresidenta de la subcomisión de Derechos Humanos en el Parlamento Europeo y eurodiputada del Grupo de la Alianza de Liberales y Demócratas por Europa (ALDE).

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