Biodiversidad

La mala gestión en las fincas de caza mayor empuja a la perdiz roja hacia su desaparición

En la última década esta especie ha visto reducida su población en un tercio

MADRID Actualizado: Guardar
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Un equipo de investigadores españoles han concluido que la alta densidad de ungulados (ciervos, corzos, jabalíes) en las fincas de caza mayor contribuye al declive de la perdiz roja (Alectoris rufa), una especie que ha perdido un tercio de su población en las últimas décadas. El estudio, liderado por José Guerrero-Casado, cuenta con la participación de investigadores de la Universidades de Córdoba y Munich, el Instituto de Investigación en Recursos Cinegéticos (IREC-CSIC-UCLM-JCCM) y el Instituto de Agricultura Sostenible (IAS-CSIC).

El trabajo se ha desarrollado en nueve fincas dedicadas a la caza en Córdoba, con una extensión media de 2.470 hectáreas. Entre otros factores, los científicos han analizado la abundancia de carnívoros, de ciervo, de jabalí, las características de la vegetación, la proporción de nidos depredados y la disponibilidad de invertebrados como fuente de alimento.

La abundancia de ciervos mostró una relación negativa con la abundancia de perdiz; es decir, a mayor densidad de ciervos menor densidad de perdices.

Los autores concluyen que «los resultados muestran que las altas densidades de ungulados podrían afectar negativamente a la abundancia de perdiz debido a una reducción de la disponibilidad de alimento (invertebrados y biomasa de herbáceas)». Así mismo, el equipo de científicos destaca que «esta investigación ha puesto de manifiesto que los actuales sistemas intensivos de gestión de la caza mayor en el centro-sur de España no son compatibles con la conservación de la perdiz roja, y que por lo tanto, estos efectos deben ser considerados a la hora de definir las políticas para la gestión de la caza mayor y la conservación».

Una especie en regresión

Según el programa SACRE de SEO/BirdLife, las poblaciones de perdiz roja han disminuido significativamente en las últimas décadas (un 33% entre 1998 y 2013), principalmente, y según diversos estudios, como resultado de la transformación e intensificación agrícola que ha deteriorado sus lugares de cría, reducido su alimento e incrementado la posibilidad de depredación por simplificación del paisaje, así como por la exposición a biocidas, como por ejemplo las llamadas «semillas blindadas».

Otros factores demostrados que explican el descenso de las poblaciones de perdiz es el empobrecimiento de la calidad del hábitat como consecuencia de los cambios de uso del suelo, que incluyen el incremento y homogeneización de amplias y densas manchas de matorral, las reforestaciones con coníferas en altas densidades que impiden el desarrollo de matorrales y pastos, y la carencia de «setos refugio» en las dehesas como consecuencia en ocasiones de una alta presión ganadera.

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