Santiago Martín

Un magnífico discurso del Papa

Todos los años el Santo Padre se reúne con los embajadores acreditados ante la Santa Sede. El discurso al Cuerpo Diplomático es uno de los más importantes que el Papa hace anualmente y está preparado con exquisito cuidado por la Secretaría de Estado. En esta ocasión, han llamado la atención dos puntos. El primero, la alusión a la «revolución» de mayo de 1968 en París. Aunque estaba hablando de la Declaración de los Derechos Humanos aprobada por la ONU en 1948, el Papa se refirió a los acontecimientos del 68 diciendo que, a partir de ese momento, «la interpretación de algunos derechos ha ido progresivamente cambiando, incluyendo una multiplicidad de ‘nuevos derechos’, no pocas veces en contraposición entre ellos».

El Pontífice fue muy crítico con estos «nuevos derechos» , a los que acusó de no ser tales y de convertirse en una nueva forma de colonialismo, «puesto que se han afirmado nociones controvertidas de los derechos humanos que contrastan con la cultura de muchos países, los cuales no se sienten por este motivo respetados en sus propias tradiciones socio-culturales, sino más bien desatendidos frente a las necesidades reales que deben afrontar». Esta durísima crítica a los falsos nuevos derechos se centraba, en el discurso del Papa, en los ataques que éstos han supuesto tanto para el derecho a la vida del no nacido como para la familia. Por eso decía el Santo Padre a continuación: «Considero urgente que se lleven a cabo políticas concretas que ayuden a las familias, de las que por otra parte depende el futuro y el desarrollo de los Estados», a la vez que advertía del peligro real del «invierno demográfico» que acecha a las naciones que se han dejado seducir por esos nuevos derechos.

El otro gran tema fue el de la emigración. El Papa pidió generosidad para acoger a los emigrantes -elogió explícitamente a Grecia y Alemania por los esfuerzos realizados-, pero reconoció que «el ejercicio de la virtud de la prudencia es necesario para que los gobernantes sepan acoger, promover, proteger e integrar».

Esta matización no es una novedad en el pensamiento de Francisco, pero quizá no ha sido tan claramente expuesta en otras ocasiones, y que reducirá tensiones con los países que temen perder su identidad con la emigración masiva.

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