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Lobotomía, una horrenda práctica médica

«Una de las pacientes que fueron sometidas a la también llamada leucotomía fue Eva Perón, la primera y más célebre de las primeras damas argentinas»

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Muchos recordamos la película «Alguien voló sobre el nido del cuco», dirigida por Miloš Forman, basada en la novela homónima «One Flew Over the Cucook’s Nest», escrita por Ken Kesey en 1962, con la estupenda interpretación de Jack Nicholson como McMurphy (el personaje condenado por estupro ingresado en un centro psiquiátrico) y Louis Fletcher, la enfermera Ratched.

La película se ubicó en el Oregon State Hospital, una enorme edificación victoriana abierta en el año 1883. Dean Brooks dirigió este hospital desde 1965 hasta 1981 A pesar de lo que se refleja en la historia, Dean Brooks, que aparecía incidentalmente en la película, fue un psiquiatra innovador para la época, dejando que los pacientes vistiesen su propia ropa en lugar de los entonces habituales uniformes casi carcelarios, y realizando excursiones al campo con los enfermos.

Antes del rodaje, el director del centro junto con uno de los guionistas quiso que los actores conviviesen varias semanas en el hospital interactuando con los pacientes a fin de aprender las rutinas diarias y hacer su interpretación más creíble. La historia se ubica en los años 60 del siglo pasado (XX), una década antes de cuando se filmó realmente la película (1975). Se quiso así desvincular la historia contada de las más recientes y modernas prácticas médicas psiquiátricas.

En la película, McMurphy (Jack Nicholson), tras alterar de modo reiterado el durísimo orden del centro, es sometido a lobotomía. La técnica, totalmente desechada hoy día, se utilizaba con cierta frecuencia en la década de 1950 para aliviar el dolor asociado al cáncer y para controlar a pacientes con graves enfermedades mentales.

Una de las pacientes que fueron sometidas a lobotomía (también denominada leucotomía) fue Eva Perón, la primera y más célebre de las Primeras Damas Argentinas. La investigación bibliográfica reciente ha permitido confirmar lo que se sabía sotto voce, y que con ardides, su esposo, Juan Domingo Perón y su ámbito de influencia, se habían ocupado en esconder.

La naturaleza de la enfermedad de Eva Perón le fue ocultada tanto a ella como a la sociedad argentina. En agosto de 1951 se le diagnosticó cáncer de útero, pero a la paciente se le ocultó bajo el eufemismo de un «problema uterino». Según sus biógrafos Marysa Navarro y Nicholas Fraser, mantener el secreto era tan primordial que la operación para extirpar el tumor, llevada a cabo por el Dr. George Pack, se llevó a cabo sin que Eva Perón supiese realmente la naturaleza de la intervención a que se iba a someter. A tal punto que la paciente fue anestesiada antes de ser llevada al quirófano.

A pesar de la cirugía radical, seguida de radioterapia y quimioterapia, la situación clínica de Eva Perón empeoró, falleciendo a finales de julio del año siguiente, 1952, con tan solo 33 años de edad. Tras su deceso se dio a conocer la causa (cáncer de útero), pero se ocultaron los detalles, entre otros la intervención del cirujano norteamericano, George Pack. No hubiese sido congruente con el «antiamericanismo» que predicaba el peronismo.

En una biografía publicada en el año 1972 por la hermana de Eva, Erminda Duarte, describía la angustia y los enormes dolores que padecía durante los últimos meses de vida.

En aquellos años la lobotomía se consideraba un inmenso avance científico en el campo de las enfermedades psiquiátricas, con extensión al tratamiento del dolor lacerante. La lobotomía (o leucotomía) fue una técnica desarrollada en la década de 1930 por un neurólogo portugués, Egas Moniz. El procedimiento se consideró tan valioso que, años más tarde, fue reconocido ex aequo Walter Hess, con el Premio Nobel de Fisiología y Medicina en 1949. Egas Moniz también ejerció actividades políticas, llegando a ser embajador portugués en España, y miembro de la delegación de Portugal en la conferencia de Versalles con la que se selló la efímera paz tras la Primera Guerra Mundial.

Los cirujanos realizaban distintos tipos de lobotomía. Se accedía a la región frontal de la corteza cerebral a través del ojo, para trastocar las conexiones «erróneas» que, así se creía entonces, subyacían en enfermedades como la esquizofrenia y la depresión profunda. La fotografía que acompaña al artículo muestra los instrumentos característicos.

La praxis de la lobotomía para el tratamiento de las enfermedades mentales cayó en desuso a comienzos de la década de 1960, pocos años después de que se descubrieran los primeros medicamentos anti-psicóticos (neurolépticos o como se les denominaba entonces «tranquilizantes mayores»). Además, la técnica solía dejar al paciente en un estado irreversible de confusión, estupor, apatía e indiferencia que remedaba una regresión a la infancia.

Alivio del dolor

Los primeros precursores de la lobotomía vieron otro beneficio potencial: el alivio del dolor grave y ultrajante. El neurocirujano Sydney W. Gross escribió en el año 1953: la lobotomía es un procedimiento valioso y humano que reduce el dolor debilitando las reacciones emocionales de los pacientes. E incluso abogaba que la técnica podía hacer al paciente pueril, apagado, apático, con poca capacidad para cualquier experiencia emocional. Era un peaje que se asumía aceptable frente a un dolor constante y lacerante.

En el año 2005 George Udvarhelyi, neurocirujano húngaro afincado en Argentina, afirmó haber atendido a Eva Perón durante los estadios finales de su enfermedad. Fue entonces cuando la Primera Dama Argentina fue sometida a una lobotomía para aliviar los intensos y crecientes dolores causados por la progresión del cáncer.

Daniel E. Nijenshon, argentino de origen no obstante su apellido de reminiscencias nórdicas, comenzó a indagar en fuentes bibliográficas de la universidad de Yale (Estados Unidos) que confirmaron la realización de una lobotomía a Eva Perón en sus últimos meses de vida. James L. Poppen trabajaba en 1952 como neurocirujano en Lahey Clinic, en Boston, Massachusetts, Estados Unidos. Considerado uno de los mejores expertos internacionales en esta técnica, junto a Fredman, fue requerido para que realizase esta técnica a Eva Perón en el otoño (argentino) de 1952. Una necropsia del cráneo evidencia que se le realizó esta práctica.

Se sospecha que durante su última aparición pública, montada en una limusina, durante la toma de posesión del segundo mandato de su marido, ya había sufrido la lobotomía.

La pregunta, de la que no se tiene respuesta, es si ella conocía el tipo de operación al que se la iba a someter, con la aquiescencia de su esposo. Cabe inferir que no, dados los esfuerzos del régimen por ocultar todo lo concerniente a su estado de salud.

En el año 1947, Frank J. Otenasek, neurocirujano en Johns Hopkin, declaraba en el periódico The Baltimore Sun que los pacientes sometidos a lobotomía para aliviar su dolor describían que «o bien no lo sufrían o no les molestaba».

Otro caso famoso fue el de la hermana del presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy, Rosemary. En su caso se trataba de corregir una ligera deficiencia intelectual asociada problemas conductuales. El resultado de la intervención fue desastroso, quedando en un estado mental infantil y regresivo, permaneciendo ingresada el resto de su larga vida, 86 años.

Una cruel ironía era que incluso el más horrible de los dolores puede ser controlado con una dosis adecuada de opiáceos (morfina y derivados). Sin embargo, los médicos de la época tenían tanto miedo a que sus pacientes pudiesen convertirse en adictos (morfinómanos) que consideraban la lobotomía una alternativa adecuada para controlar el dolor. Por suerte, estos trasnochados prejuicios han sido totalmente superados en la práctica médica.

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**Los autores son el doctor José Manuel López Tricas, farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria, y la doctora Ángela Álvarez de Toledo Bayarte, farmacéutica Comunitaria.

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