Historia de la metanfetamina: de tratar el asma a la narcolepsia y hasta la obesidad

Su administración provoca un estado de alerta y sensación de bienestar. Este derivado de la anfetamina desencadena la euforia con muchísimos peligros

José Manuel López Tricas*

La metanfetamina es un derivado de la anfetamina . Esta última se sintetizó inicialmente en Alemania en 1887 por el químico de origen rumano Lazăr Edelenau. La anfetamina estuvo relativamente olvidada hasta la década de 1930 cuando se estudiaron su acción farmacológica y potencial utilidad terapéutica como estimulante del sistema nervioso central. Su administración desencadena un estado de alerta, sensación de bienestar y euforia. Sus efectos remedan a los de la cocaína (otro estimulante del sistema nervioso central, aun cuando, desde un punto de vista legal, se incluya entre los narcóticos).

Debido a que una de sus acciones es la dilatación bronquial el primer uso clínico de la anfetamina (1932) fue el tratamiento del asma.

Otras utilidades de la anfetamina fueron el tratamiento de la narcolepsia, la obesidad (debido a su acción anoréxica) y, paradójicamente, el control de la hiperactividad infantil (hoy denominado síndrome de hiperactividad con déficit de atención). Además, se ha utilizado para mantenerse despierto durante períodos de tiempo prolongado La metanfetamina se sintetizó en Japón en 1919, mediante la N-metilación de la anfetamina.

Durante las décadas de 1930 y 1940, la anfetamina y la metanfetamina se utilizaron en diversas situaciones clínicas, desde la esquizofrenia, la adicción a opiáceos, el hábito tabáquico, la hipotensión, las secuelas de la radioterapia e incluso el hipo intratable.

El empleo de esta sustancia se generalizó tanto en Japón, como en Alemania y Estados Unidos durante la Segunda Guerra Mundial. Tuvo un doble ámbito de aplicación: los contendientes de los ejércitos, sobre todo entre pilotos; y, principalmente en Japón, entre los trabajadores industriales para aumentar la productividad.

A partir de 1941 la metanfetamina se vendía sin receta en Japón con los nombres registrados de Philopon y Sedrin con la indicación de contrarrestar la somnolencia y aumentar la vitalidad. Acabada la guerra existían importantes excedentes de metanfetamina. Esta circunstancia, junto al impacto emocional de la derrota, acelerada por las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki, condujo a lo que se ha dado en denominar la primera epidemia de metanfetamina. Se estima que aproximadamente el 5% de la población japonesa de entre 16 y 25 años abusaban de la metanfetamina. Alrededor del año 1954, el número de japoneses adictos a la metanfetamina superaba los 550.000, de los que alrededor del 10% desarrollaron patología psicótica de diversa gravedad.

El aumento de la criminalidad fue parejo al incremento del uso de metanfetamina. El gobierno japonés aprobó una enmienda a su Ley de Control de Estimulantes que permitía el tratamiento forzoso de los usuarios crónicos de estos estimulantes. Sin embargo, las restricciones legislativas tuvieron escaso éxito. L ejos de normalizar la situación, el uso, y abuso, de metanfetamina se extendió entre la población dando lugar a la segunda epidemia de metanfetaminas, que se extiende desde comienzos de la década de 1970 hasta la actualidad. Durante los últimos años, se ha observado una disminución de su uso entre los jóvenes a la par que un incremento entre profesionales liberales en las cuarta y quinta décadas de sus vidas.

En Estados Unidos, la anfetamina se vendió sin receta hasta el año 1951, y los inhaladores conteniendo anfetamina en su composición, usados para el tratamiento del asma, se siguieron vendiendo sin receta (ahora diríamos especialidades farmacéuticas publicitarias) hasta el año 1959.

Durante la década de 1960 las anfetaminas se prescribían de modo muy liberal para el tratamiento de la depresión y la obesidad. Se alcanzó un máximo en el año 1967, con 31 millones de prescripciones.

En aquella época se comercializó una formulación líquida de metanfetamina para tratar la adicción a la heroína y otros opiáceos. Muy pronto la estrategia se demostró errónea, generándose un nuevo modelo de adicción que combinaba el opiáceo y la metanfetamina.

En aquellos años, una parte sustancial del mercado negro de metanfetamina procedía de desvíos interesados de la propia industria farmacéutica, distribuidores; así como de la venta ilegal directa por algunos médicos.

Siguiendo la retirada del mercado farmacéutico de Desoxyn® y Metedrina®, surgieron laboratorios clandestinos de metanfetamina, principalmente en las grandes ciudades de la costa norteamericana del Pacífico. La metanfetamina se sintetizaba a partir de fenil-2-propanona y metilamina, dos sustancias baratas y fácilmente accesibles. La síntesis no es compleja. Se producía así un producto denominado crank en el argot, que es una mezcla de los dos isómeros de metanfetamina, las forma levo y dextro. Solo uno de los isómeros tiene actividad farmacológica. Se trata de la forma dextro-anfetamina, que se popularizó como Dexedrina®. Fue en esa época y el entorno californiano de los años 60 [del siglo pasado] donde se le comenzó a denominar speed, nombre que ha perdurado.

A partir de la década de 1970, se comenzó a tomar conciencia de los riesgos asociados con el uso habitual de metanfetamina. Se implementaron restricciones legales (inclusión entre los psicótropos en 1971, en la Convención de Viena), lo que condujo a un aumento de precio. A consecuencia de estas limitaciones cambió el patrón de usuario que derivó de los trabajadores manuales a estudiantes universitarios, profesionales cualificados y mujeres (hasta entonces relativamente ajenas a su empleo compulsivo).

Conforme la legislación estadounidense se hizo más restrictiva entraron en juego los traficantes mexicanos que la obtenían a partir de la efedrina, principio activo de una planta abundante en los desiertos fronterizos entre ambos países. La metanfetamina mexicana se la conoce en el argot como cristal meth , o simplemente meth.

En otros escenarios geográficos, la metanfetamina se vendía con otros nombres. Así, en Hawái el clorhidrato de metanfetamina se denomina ice (hielo en inglés). Su uso se expandió a partir de la década de 1980, importada ilegalmente desde Filipinas, Japón, Corea y Taiwán.

La utilización de metanfetamina en Corea del Norte, relativamente tolerada por el gobierno, merece un comentario aparte. Su empleo es relativamente común, importado de China. Aun cuando el gobierno ha comenzado a restringir su empleo, su comercio continúa amparado en la corrupción asociada a la distopía social imperante en la sociedad norcoreana.

Efectos de la metanfetamina

Bajo los nombres de speed, cristal, meth, y otros, la metanfetamina se puede fumar, esnifar, inyectar, o ingerir por vía oral.

Los efectos producidos, dependientes del incremento de la concentración cerebral del neurotransmisor dopamina , están condicionados por la ruta de administración. Son casi inmediatos cuando la metanfetamina se inyecta o se fuma; aparecen a los cinco minutos tras la instilación nasal (esnifar); y a los veinte minutos aproximadamente cuando se toma por boca.

Se produce un aumento de la presión arterial, de la temperatura corporal (sin llegar a lo que definimos como fiebre), ritmo cardíaco y frecuencia respiratoria. Todos estos son los efectos de una reacción adrenérgica, similares a los que se desencadenarían fisiológicamente ante una situación de peligro o estrés. Hacen que el organismo se sitúe en un escenario de alerta.

Los que podríamos llamar efectos negativos incluyen un excesivo aumento de la temperatura corporal (hipertermia), arritmia cardíaca, isquemia cerebral (riesgo de ictus), espasmos gástricos (calambres abdominales), temblor, ansiedad extrema, insomnio, agresividad, paranoia y alucinaciones.

La utilización habitual de metanfetamina da lugar a tolerancia creando una dependencia perniciosa. La ausencia de sueño trasunta en irritación extrema y un grave cuadro paranoico.

El síndrome de abstinencia se manifiesta por un estado de profunda depresión, fatiga extrema, anergia y fallo de las funciones cognoscitivas. De estudios realizados en ratas, se ha observado que el uso crónico de metanfetaminas desencadena cambios estructurales en las células cerebrales que contienen dopamina y serotonina como neurotransmisores. Una de las características más llamativas derivadas del abuso de metanfetamina es la incapacidad de experimentar emociones positivas (anhedonia). Así se ha evidenciado, tanto por la observación en primates (estudios experimentales) como por las descripciones en humanos adictos, en todos los casos avalados por estudios de tomografía de emisión de positrones (PET, de sus siglas en inglés). Esta pérdida de memoria y deterioro de las funciones ejecutivas persiste en ocasiones hasta dos años tras interrumpir el consumo crónico.

Diversos estudios sociales han mostrado que los niños que conviven con personas que usan de manera habitual metanfetamina sufren abandono y maltrato con mayor frecuencia que los de la población general.

El uso de metanfetaminas por embarazadas causa retraso en la progresión de la gestación, parto prematuro y alteraciones del desarrollo neonatal. Se trata en suma de una sustancia peligrosa, utilizada tanto con fines recreativos como de manipulación en sociedades distópicas.

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José Manuel López Tricas

Farmacéutico especialista Farmacia Hospitalaria de Zaragoza

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