«Hakuna quiere estar donde la Iglesia más nos necesite»

Carlos Pascual fue uno de los precursores de este grupo católico que compone su propia música para rezar

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Carlos Pascual es uno de los impulsores de Hakuna , un movimiento eclesial liderado por jóvenes y promovido por el sacerdote José Pedro Manglano en 2012 con la intención de que los jóvenes se preparasen para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Río de Janeiro. Las palabras del Papa que escucharon allí les inspiraron para organizarse. Desde entonces se han ido sumando a esta «revolución» los padres y hermanos mayores que están dando sus primeros pasos en la vida matrimonial.

El corazón de Hakuna es Cristo. Cada semana se reúnen para participar en la Adoración Eucarística en parroquias de toda España. Acompañan ese rato de oración con la música que ellos mismos componen. Al principio eran cuatro, pero ahora ya son más de mil. Una vez al año escogen algún sitio del mundo para «compartir» su fe con los más olvidados. Este pasado verano estuvieron en Calcuta, asistiendo a los enfermos moribundos, junto a las hermanas de la Caridad.

—¿Cómo se podría definir Hakuna?

—Es un movimiento dentro de la Iglesia Católica liderado por jóvenes cuyo objetivo es conocer más el amor loco de Cristo por cada uno de nosotros. Entre nosotros nos acompañamos desde el punto de vista espiritual y también en el día a día. Buscamos ser santos en todo lo que hacemos, disfrutar de cada día y compartir con los más necesitados, especialmente los enfermos y los ancianos.

—Además de rezar hacen sus propias canciones...

—Sí. Nos juntamos una vez a la semana para rezar durante una hora delante del Santísimo. Lo solemos acompañar con canciones de nuestro grupo que se llama Hakuna Group Music. Ya han sacado tres discos y están en Spotify. Son un soplo de aire fresco. De hecho el Papa Francisco nos dijo que le gustaba mucho la canción de Misericordia en la Hora Santa que tuvimos con él en el Vaticano hace unas semanas.

—¿Qué significó para el movimiento ese encuentro con el Papa en la JMJ de Río de Janeiro?

—En la misa final el Papa nos dijo: «No balconeen sus vidas, sean protagonistas de sus vidas, hagan lío». Ese fue un mensaje que nos marcó, que nos sirvió para darnos cuenta de que la Iglesia necesita a los jóvenes. Tenemos que estar ahí, no podemos esperar a que nos den las cosas hechas. Hakuna es algo de Dios. Intentamos llevar a Dios dónde él nos pida. Hakuna quiere estar donde la Iglesia más nos necesite.

—Hakuna, ¿es solo para jóvenes?

—No. A medida que ha ido creciendo la edad y el número de participantes hemos visto la necesidad de crear un grupo de universitarios, un grupo de profesionales y también de padres. Muchos de ellos estaban alejados de la fe, pero se fueron sumando por lo que veían en sus hijos. Empezaron unos pocos pero cada vez son más. Tengo la suerte de vivir Hakuna con mis padres y hermanos y creo que compartir en familia es fenomenal. También tenemos un grupo llamado Frontera para acompañar a los jóvenes que están cerca de casarse o están recién casados. Es un momento muy especial de la vida en la que te lo juegas todo y es muy importante cuidarlo porque al final la familia es la Iglesia doméstica. Como le decía hemos estado hace poco con el Papa en el Vaticano. Éramos más de mil.

—¿Cómo ha sido ese encuentro?

—Muy bonito. El Papa nos habló de la alegría, de ser jóvenes alegres e inconformistas. Nosotros le hicimos un regalo: el compromiso de ayudar a los inmigrantes y refugiados que cruzan el Mediterráneo. Organizar un viaje a las ciudades de destino para ayudar a garantizarles unas condiciones de vida dignas, que son cuidados como lo que son: hijos de Dios.

—¿Qué son los «compartiriados»?

—Es la forma que nosotros tenemos de llamar a los voluntariados, porque realmente no es que tú des algo sino que cada uno comparte lo que tiene. Este año hemos estado un mes en Calculta, ayudando a las hermanas de la Caridad en la atención de las personas moribundas. Un mes de darnos al prójimo. Siempre nos quedamos sin plazas. Este año nos fuimos 230 de toda España y 500 se quedaron en lista de espera.

—¿Cuál ha sido la acogida de este movimiento en las parroquias?

—Muy buena. A los sacerdotes les hace mucha ilusión ver cómo los jóvenes de hoy en día no somos una generación perdida sino que tenemos ganas de estar involucrados y de pringarnos por la Iglesia. Estamos muy agradecidos a todos los sacerdotes que nos han acogido en sus parroquias.

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