Francisco en el Domingo de Ramos: «Jesús desea entrar en nuestras ciudades y en nuestras vidas»

El Papa da cita a decenas de miles de jóvenes en julio en Cracovia para la Jornada Mundial de la Juventud

CORRESPONSAL EN EL VATICANO Actualizado: Guardar
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En una plaza de San Pedro llena de palmas, de flores, de sol, de jóvenes y de alegría, el Papa Francisco ha manifestado en la misa del Domingo de Ramos que, igual que entró en Jerusalén, «Jesús desea entrar en nuestras ciudades y en nuestras vidas».

El Santo Padre, que escribió hace dos años «La Alegría del Evangelio», afirmó que «a Jesús le gusta la manifestación popular de afecto de la gente». El cristianismo no es triste sino alegre.

Pero la conmemoración de la entrada triunfal del Mesías en Jerusalén es el preludio de su arresto tortura y muerte, por lo que Francisco dedicó su homilía a comentar los principales acontecimientos que se rememoran a lo largo de la Semana Santa.

Ante más de sesenta mil personas venidas de todo el mundo, el Papa hizo notar que Jesús «no nos ha salvado con una entrada triunfal o mediante milagros poderosos», sino dando ejemplo de prestar servicios humilde como lavar los pies, que realizaban solo los esclavos.

Ese gesto inesperado, al que se resistía Simón Pedro y que se recuerda el Jueves Santo, enseña, según Francisco que «no podemos amar sin dejarnos amar antes por él, sin experimentar su sorprendente ternura».

La muerte en la cruz

En su comentario a los acontecimientos de Viernes Santo, el Papa subrayó que «la muerte en la cruz, dolorosa e infamante, se reservaba a los traidores, a los esclavos, a los peores criminales».

Señaló también que, cuando estaba ya clavado y desangrándose , Jesús «afronta la última tentación: la de bajar de la cruz, a vencer el mal con la fuerza».

En lugar de hacer eso, Jesús, «nos revela el rostro auténtico de Dios, que es misericordia. Perdona a sus verdugos, abre las puertas del paraíso al ladrón arrepentido, y toca el corazón del centurión».

La enseñanza, según el Papa, es que a Jesús solo se le puede seguir «por el camino del servicio, de la donación, del olvido de uno mismo», lo cual supone «renunciar al egoísmo, a la búsqueda del poder y de la fama», dejando de lado «las miles ilusiones vanas de aparentar».

Francisco hablaba despacio, en voz más bien baja y con gesto serio, invitando a reflexionar y a rezar. A pesar del gran número de peregrinos, era una ceremonia casi íntima y de gran piedad, con una llamativa calma entre los fieles, y un silencio que invitaba a meditar.

Al final de la misa, saludó especialmente a las decenas de miles de jóvenes, llegados a Roma desde más de un centenar de países, y dio cita a todos los del mundo para el próximo mes de julio en Cracovia, donde se celebrará la Jornada Mundial de la Juventud en los lugares entrañables de san Juan Pablo II.

Como siempre, el Papa presidirá todas las ceremonias de la Semana Santa hasta culminar, el Domingo de Pascua, con la bendición «Urbi et Orbi».

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