Víctimas de acoso escolar

«Me excluyeron siete años por friki»

Las víctimas de acoso escolar cuentan sus experiencias

Madrid / Valencia Actualizado: Guardar
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  1. Jorge Bejarano: «Me excluyeron siete años por friki»

    Siete años de insultos y gestos de exclusión. Así relata un joven que solo cuenta con 17 cómo pasó su etapa vital más difícil. Duró de los 6 a los 13 y ahora trata de verbalizar aquella situación, que silenció, para que otras víctimas rompan esa coraza. «Yo sabía defenderme, pero lo peor para mí ha sido el efecto psicológico, porque cuando llegas a casa tienes la tentación de autolesionarte» para mitigar el malestar. Él lo hizo. «No pensaba en nada. Me pegaba y me causaba dolor». Así se olvidaba, solo durante unos instantes, de los continuos desplantes de «toda» su clase.

    Preguntar la razón de su pesadilla a quien la ha atravesado con coraje es difícil, pero más lo es responder. Jorge,de 17 años y residente en Madrid y que protege el nombre de su colegio y sus profesores porque siempre le «trataron bien» y no «supieron» de su desazón, confiesa que calló para que su familia «no sufriera». «Tendría que haberlo contado antes, pero salí solo, poco a poco, aceptando lo que tengo, y haciendo que se diesen cuenta los demás de que cada uno es diferente», dice.

    Porque a él, las mofas y los insultos le llegaban por «friki», asume de manera estoica. Explica que él era un amante de los videojuegos, de «otro» tipo de música, «demasiado rockero» y con gustos harto dispares. «Fui acosado por diferente –concita–. En tercer curso de la ESO llegué a recibir notas amenazantes. Lo pasé muy mal».

    En la actualidad, invita a todos aquellos que sufran episodios similares a que alcen su voz contra los agresores. «Conozco bastantes casos de personas que han padecido “bullying”, incluso el de una amiga a la que perseguía una clase entera todos los días a su casa para tocarle y abusar de ella. Se cambió de centro. Me duele hasta recordarlo», acaba.

  2. Marian Campello: «No solo el acosador es el que hostiga, el grupo lo permite»

    Marian Campello
    Marian Campello - ROBER SOLSONA

    «Romped el silencio porque no estáis solos. Y lo digo por experiencia». Las palabras de la diputada de Compromís Marian Campello, de 29 años, durante una intervención en las Cortes Valencianas el pasado enero sorprendían a sus compañeros y a los medios de comunicación presentes. La parlamentaria daba el paso de reconocer públicamente un episodio de acoso escolar en medio de un debate político sobre esta cuestión. Se convirtió en altavoz para tratar de visibilizar una situación que, en su opinión, si no se pone encima de la mesa «parece que solo sea cosa de críos».

    Todo empezó a los once años. Salió a defender a una compañera de clase y acabó siendo el blanco. Amenazas, insultos, escupitajos, empujones... acudir a clase se convirtió en una «penitencia». Un día hubo un intento de agresión física. Su madre lo consiguió parar a tiempo y la dirección del centro tuvo la «maravillosa idea», relata, de sentarla con su «verdugo». «A nadie a día de hoy se le ocurre reunir a una víctima con su maltratador, pero antes no se tenía conciencia e incluso todavía se sigue optando por esta no-solución». También juntaron a los padres de la otra menor con los suyos. «No condujo a nada, sólo enviaron a la chica a casa unos días», señala. Después de estos encuentros fue cuando sufrió una agresión grave y se tomó la decisión de cambiarse de tipo de enseñanza y colegio, donde su día a día se volvió mucho más llevadero.

    Marian nunca ocultó estas situaciones. Su familia era conocedora y el centro también, aunque considera que a los colegios «a veces les cuesta más reconocer que el problema sucede». «No sólo el acosador es el que hostiga, todo el grupo va permitiendo que pase. Hay que educar y concienciar al grupo, trabajar la empatía desde el inicio de la vida escolar. Es necesario que los profesores estén preparados para esto, pero también toda la comunidad porque el “bullying” no sólo se da en las aulas, sino en otros espacios como patios o comedores», comenta.

    Con la distancia, percibe su caso como un «aprendizaje», lo que le animó a trabajar con menores en riesgo de exclusión social: «Ahora pienso que el acosador también es víctima de otro tipo de problemas».

  3. Enrique Fonseca: «Durante dos años me golpearon sin que el profesor hiciera nada»

    Enrique Fonseca
    Enrique Fonseca - ABC

    Solo unos días después de ofrecer su testimonio en ABC, el pasado enero, el ministro de Educación, Íñigo Méndez de Vigo, telefoneó a Enrique A. Fonseca, natural de Valladolid, para pedirle que asistiera en Madrid a una reunión para abordar el trasfondo del «bullying». Fonseca, consultor político de 28 años, reconoció ante el titular de Educación que no es fácil asumir que uno ha sido víctima de acoso escolar. A sus 14 años, él escuchaba un día y otro el soniquete de la clase –«hazle un bollo a Fonseca»– que consistía en derribarlo y aplastarlo, contra el suelo, la repisa de la ventana o lo que aquellos «brutos» hallasen a su paso. Un ritual que se repitió durante dos años sin que el profesor actuase.

    Enrique lo tiene claro y así se lo dejó entrever al ministro: «Los profesores contribuyeron, en mi caso, a banalizar la violencia». Ante sus lamentos, decía su «tutor»: «¿Por qué siempre te pasa a ti?».

    Nidia Represa y Francisco Polo, otras dos víctimas que ofrecieron su testimonio a Méndez de Vigo, también reclamaron que los colegios se vuelquen en esta tarea, para lograr que los alumnos denuncien, los agresores no campen a sus anchas con impunidad y los educadores ofrezcan protección. El Ministerio «copió» sus propuestas para incluirlas en el Plan Estratégico de Convivencia Escolar.

  4. María Dolores: «Mi personalidad cambió y me volví insegura»

    Los últimos meses de EGB María Dolores los pasó en casa:«Solo volví para los exámenes». Un simple juego de recreo terminó con una riña a la que siguieron semanas de acoso constante por parte de otra compañera. Esta santiaguesa de 33 años, menuda hoy como aquella niña de hace dos décadas, tenía madera de líder. Pero todo se truncó cuando comenzaron «las amenazas y las burlas» de otra preadolescente «conflictiva y repetidora», cuyos amigos empezaron a esperarla a la salida del colegio. «De repente me achanté. Tuve mucho miedo y no quise volver a clase. Empecé a sufrir ansiedad, lloraba y no dormía —relata—. Creo que nunca tuvieron intención de pegarme, solo de reírse a mi costa. Pero eso lo pienso hoy, claro». «Mi madre fue al centro y la única solución que nos daban era que me cambiara, pero estaba terminando octavo. Nos parecía injusto. Llegamos a preguntar a la Policía qué se podía hacer», comenta. «Fui al psicólogo. Mi personalidad varió desde entonces hasta hoy, me volví mucho más insegura. Durante un tiempo incluso evitaba pasar delante de grupos de chavales. Sentía que me miraban y que me iba a pasar algo», recuerda.

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