José Francisco Serrano Oceja

Edulcorar la muerte

Pedro Sánchez ha puesto en funcionamiento la maquinaria de una muerte edulcorada

La muerte sigue teniendo futuro . Empeñados en perseguir la dominación de la naturaleza –clave de la modernidad-, el gobierno de Pedro Sánchez ha puesto en funcionamiento la maquinaria de una muerte edulcorada. Pasaremos a engrosar la lista de los países del mundo en los que la eutanasia se convierte de hecho en un derecho. Exhumada la filosofía política de Zapatero, lo progresista en España transita en dirección contraria a lo progresista en otros países. Por ejemplo Francia, en la que algunos sectores le están dando la espalda al permisivismo ético en estas materias. El Comité Bioético Consultivo Nacional de Francia convocó hace poco unos «Estados generales de la bioética». Acaba de elaborar un documento en el que afirma que no es la eutanasia, sino los cuidados paliativos y la inversión en esas técnicas médicas lo que, de verdad, contribuye al progreso de las sociedades. Aquí lo progresista es lo que dicta la ideología.

La Conferencia Episcopal Francesa, que no suele ir al rebufo de los temas, se sumó a ese debate con un breve texto «Fin de la vida: Sí a la urgencia de la fraternidad». Los obispos galos insistían en que promover la eutanasia, y desarrollar a la vez planes de lucha contra el suicidio, sería una contradicción, pues supondría “inscribir en el corazón de nuestra sociedad la transgresión del imperativo civilizador: "No matarás”». Los defensores de la eutanasia se basan en el respeto a la libre elección del paciente, que quiere ser dueño de su destino, e insisten en que el ejercicio de este derecho no priva de nada a nadie. Los obispos cuestionan una «libertad que, en nombre de una ilusoria autonomía soberana, encerraría a la persona vulnerable en la soledad de su decisión». Las decisiones personales, querámoslo o no, tienen una dimensión colectiva: «Las heridas del cuerpo individual son heridas del cuerpo social. Si algunos llegan a la desesperada elección del suicidio, la sociedad tiene ante todo el deber de prevenir ese gesto traumatizante. Esa opción no debe entrar en la vida social desde la perspectiva de una cooperación legal a la acción suicida».

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