Cómo era antes del 7 de julio de 2016 la vida de cada acusado de «La Manada»

Un militar, un peluquero de Triana, un guardia civil o miembros de la peña ultras del Sevilla de los Biris, estos son algunos de los rasgos de los cinco jóvenes sevillanos

Vídeo: Así eran los cinco integrantes de «La Manada» ABC

E. M. / P. O.

Estos son los cinco miembros de « La Manada » juzgados. Al menos tres de ellos son miembros de la peña ultra del Sevilla Biris. Todos tenían entre 24 y 27 años en el momento de los hechos denunciados, el 7 de julio de 2016 , ahora tiene entre 26 y 29. Tres de ellos tienen antecedentes penales. Alfonso Jesús C.E. (1988). Militar de la Unidad Militar de Emergencia (UME) en Morón de la Frontera con antecedentes por lesiones, riña tumultuaria y desorden público. En mayo de 2015 la Audiencia Provincial de Sevilla le condenó a dos años de prisión por un delito de lesiones cometido el 15 de diciembre de 2013.

Ángel B.F. (1991). Fichado por delitos de robo con fuerza y contra la seguridad vial.

Jesús E. D. (1990). Peluquero de 27 años que trabajaba en el salón de belleza que su tío regenta en el barrio sevillano de Triana.

Antonio Manuel G. (1989). Guardia civil que cuando fue detenido se encontraba realizando las prácticas de la Benemérita en la localidad cordobesa de Pozoblanco. Fue él quien meses antes del viaje a Pamplona, convocó a los otros miembros juzgados de «La Manada» -a excepción de Ángel B.- para trasladarse a la localidad cordobesa de Torrecampo, donde había fiestas en honor al patrón local. Esa noche, dentro de un coche, grabaron un vídeo mientras abusaban de una joven en aparente estado semiinconsciente. Tras llevarla a Pozoblanco, la joven se despertó «completamente desnuda en el asiento de atrás» y con la ropa hecha trizas. Este juicio se celebrará en 2018.

José Angel P.M. (1989). Con antecedentes por riña tumultuaria. El Juzgado de lo Penal número 4 de Huelva lo condenó a dos años de cárcel en el 2011 por un delito de robo con fuerza cometido dos años antes. Forma parte de la peña de los Biris y de ahí habría «sacado» a su gran fichaje: el abogado más mediático estos días, Agustín Martínez Becerra.

Medias verdades y medias mentiras

El pasado jueves, uno de los abogados de la acusación , que defiende los intereses de la víctima aseguró que uno de los abogados de la defensa había presentado una petición de nulidad del juicio que se está celebrando por la presunta violación grupal de una joven madrileña durante los sanfermines de 2016. Preguntado dicho abogado, resultó ser incorrecto. Lo que había presentado era un escrito de vulneración de derechos fundamentales, pero que en ningún caso iba a anular nada.

El abogado de la acusación pretendía de esta forma tapar la declaración de la agente de la Policía Municipal que había escrito la denuncia la noche de los hechos y que aseguró que la víctima conocía que se estaba grabando la presunta agresión.

Unos días atrás, otro abogado de la defensa de los acusados aseguró que cuando éstos fueron al hotel Europa había silencio y la joven madrileña pudo oírles porque la verbena había terminado . Para alguien que no conoce los sanfermines quizá pueda resultar creíble, pero cualquiera que conozca las fiestas de Pamplona sabe que un 7 de julio a las 3 de la madrugada, a 100 metros de la Plaza del Castillo, hay todo menos silencio.

La batalla por la mentira interesada más creíble , lejos de aplacarse en la segunda semana del juicio, no ha hecho sino incrementarse. Todas las partes tienen la razón, todos saldrán victoriosos, para todos lo sucedido a lo largo de la semana pasada ha resultado definitivo para sus intereses.

Periciales

Los días más clarificadores para los intereses de la acusación fueron el lunes y martes pasados, cuando se vieron las pruebas periciales. Los abogados de la joven presentaron el informe forense de las psicólogas que confirmaba el estrés postraumático de la joven, con inicio de depresión , y un sentimiento de culpa que le impedía, incluso, escuchar música sanferminera.

Pero lo más interesante de aquellas jornadas de pruebas periciales fue el visionado de los vídeos. Lo malo es que estos no aclararon demasiado aunque según con qué parte se hablara, resultaron muy «esclarecedores» para sus intereses.

Lo único seguro es que las imágenes, acompañadas del sonido, reflejaban que la víctima no dijo nada en ningún momento de los 96 segundos de vídeos. Según la joven, «el estado de shock» en que se encontraba le impedía hacer nada.

Lo sabía

La jornada más clarificadora para la defensa de los jóvenes fue el último día de juicio, el jueves. Después de 16 meses, la agente que redactó la denuncia reconoció que la víctima le había dicho que sabía que los jóvenes sevillanos la habían grabado. Sin embargo, esta circunstancia no vino reflejada en la denuncia.

Por lo tanto, según los abogados de la defensa, «todo partió de una premisa falsa y en base a esa falsedad se ha argumentado todo el proceso, por lo que está viciado desde el primer momento».

Entre tanta contradicción, nada mejor que escuchar a quienes estaban ahí, a los que protagonizaron los hechos. Pero tampoco aportaron demasiada luz sobre el caso . Para la acusación en ningún momento daba su consentimiento a mantener relaciones sexuales con los jóvenes y para la defensa de los sevillanos, en ningún momento rechazaba las relaciones sexuales. Y ambas partes tenían razón.

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