TRIBUNALES
El catedrático abusó de las profesoras desde el primer día y en varios sitios
Realizó tocamientos inconsentidos nada más conocer a las profesoras, de las que era su superior jerárquico
El catedrático de la Universidad de Sevilla condenado a 7 años de cárcel por abusar de tres profesoras mientras era decano de Ciencias de la Educación abusó sexualmente de una desde el primer día que la conoció, y los abusos a las tres los hizo en su despacho, en las escaleras de la Facultad y en un bar.
Los hechos probados de la sentencia, a la que ha tenido acceso Efe, indican que Santiago Romero Granados fue decano entre 1997 y 2009 y que, al menos desde 2006, hizo «ostentación de su poder académico desde un primer momento» respecto a las profesoras, a las que dijo que «podían tener problemas para mantener sus plazas» si no accedían a sus pretensiones.
Desde mediados del año 2006 y hasta mediados del año 2010, el acusado, «con ánimo libidinoso , realizó diversos tocamientos inconsentidos» a las tres, según la sentencia del juzgado de lo penal 2 de Sevilla, que es recurrible y que eleva la pena a 7 años y 9 meses de cárcel y fija una indemnización 110.000 euros.
Respecto a la primera profesora, sufrió los abusos el día que se presentó al acusado, cuando se sentó a su lado, le puso la mano en el hombro y a continuación le tocó en un pecho , ante lo que ella se apartó.
En ese momento, añade la sentencia, el acusado le colocó un documento sobre las piernas y le tocó la pierna por el interior de los muslos, diciéndole al hacerlo lo «buena que estaba» .
En otra ocasión, el decano que cerró la puerta con llave y «comenzó a hablarle de las plazas docentes al tiempo que le colocaba los genitales muy cerca de su rostro , a unos 10 centímetros», tras lo cual le colocó la mano en el muslo hasta llegar a sus genitales , ante lo que ella se levantó y se marchó del lugar.
Tras estos episodios, la profesora evitaba acudir al despacho, aunque el decano, cuando se la encontraba, «se mostraba insinuante hacia ella», la agarraba por la cintura , «le hablaba aproximando mucho su cara a la de ella o la tocaba todo ello en los pasillos de la facultad».
En 2007, cuando ella firmaba un documento, el decano se aproximó por detrás, le cogió por la cintura y pegó sus genitales a sus glúteos , explica la sentencia.
Poco después, se encontraron en una escalera el acusado y la profesora y él le preguntó qué le pasaba, «se puso delante y le dijo que le ha salido un bulto , separó las piernas y le dijo «aquí en los huevos, tócalo, tócalo» , lo que ella rechazó.
Tras su incorporación de una baja en el mes de febrero de 2008 y siguiendo indicaciones del Director del Departamento, la profesora fue a saludar al acusado a su despacho, lo que hizo llevando un abrigo grande, un pantalón de chándal y una carpeta sobre el pecho para impedir que se repitieran incidentes como los anteriormente descritos.
A pesar de ello, al entrar la cogió por la cintura, la puso contra la mesa del despacho, intentó darle dos besos en la boca , lo que no logró, tras lo cual comenzó a frotar sus manos por el abdomen hasta llegar a tocarle el pecho , momento en el que ella lo apartó con la carpeta.
A principios de abril de 2008, el decano la cogió por la cintura, la besó en la boca y le dio un lametón en el cuello , y en otra ocasión, cuando iba por la calle, le agarró de la cintura y le llegó a besar en la boca.
Como consecuencia de estos abusos, la profesora sufrió problemas de salud hasta pensar que podía sufrir tuberculosis, y finalmente se le detectó que padece un trastorno adaptativo ansioso depresivo grave , para el que necesita de terapia psicológica de larga duración.
Respecto a las otras profesoras, los abusos se repitieron en el despacho del decano, por los pasillos y en un bar. A finales del año 2009, el acusado, que llevaba en brazos al hijo menor de una profesora , le tocó la entrepierna al pasar justo a su lado.
En un bar, mientras el acusado hablaba de las tareas que otra de las víctimas debía realizar para progresar en su carrera , le cogió la mano, y venciendo la resistencia que ofrecía, la colocó sobre sus genitales.
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