Carmen Hernández con Benedicto XVI
Carmen Hernández con Benedicto XVI - ABC

Carmen Hernández: el «alma» del camino Neocatecumenal

Esta licenciada en Química ha sido la inspiradora de una de las realidades eclesiales con más vitalidad en la Iglesia

Madrid Actualizado: Guardar
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Aunque pasó por la tierra haciendo el bien, Carmen Hernández siempre tuvo la vista puesta en el cielo. En el cuarto de su casa familiar en Madrid todavía cuelga en uno de sus muros un mapa de las constelaciones. El mismo que la co-iniciadora del Camino Neocatecumenal gustaba observar algún rato al día antes de fallecer el pasado martes 19 de julio a los 85 años. Esas estrellas esparcidas por el Universo eran para ella la mejor prueba de la existencia de Dios, la certeza de su fe.

La más pequeña de ocho hermanos estaba destinada a ser la heredera del próspero negocio familiar. Su padre era el propietario de una de las industrias de arroz más importantes de España.

Por eso a nadie resultó extraño que Carmen cediera a los deseos de su progenitor y acabara en 1958 una Licenciatura en Química con las máximas calificaciones. Incluso durante sus primeros años de profesión trabajó en la empresa familiar, que luego abandonó para seguir su verdadera vocación: ser misionera.

Esa pasión por anunciar el Evangelio en los territorios de misión la había descubierto siendo muy pequeña en la escuela que la Compañía de Jesús tenía en Javier. Allí pasó buena parte de su infancia, pese a que había nacido en Ólvega (Soria) el 24 de noviembre de 1930. La figura de San Francisco Javier había marcado tanto los primeros años de su vida que decidió entrar en 1959 en el instituto femenino las Misioneras de Cristo Jesús con el objetivo de evangelizar en la India. Como preparación, estudió Teología y se trasladó a Londres para aprender inglés. Sin embargo, un cambio en la dirección de esa institución impidió que Carmen llegara finalmente a su destino.

Decepcionada, se trasladó a Barcelona, donde conoció al padre Pedro Farnés Sherer, profesor en el Instituto Litúrgico de París, que por entonces trabajaba en la renovación litúrgica que preparaba el Concilio Vaticano II. Esa profunda renovación conciliar que implicó redescubrir la Eucaristía, la centralidad de la Pascua, la importancia de la catequesis y la necesidad de una iniciación cristiana en la parroquia orientaron a Carmen hacia lo que después se convertiría en el Camino Neocatecumenal. Una realidad eclesial que hoy cuenta con 300.000 comunidades en 125 países y un millón y medio de seguidores.

Pero todavía deberían pasar algunos años hasta que este movimiento fuera una realidad. Su cuna fue Palomeras, un barrio periférico de Madrid, donde Carmen coincidió con Kiko Argüello, un joven de buena familia que también había decidido salir en búsqueda de una experiencia cristiana más auténtica entre los más pobres. En esas barracas nació en 1964 esta nueva síntesis teológica-catequética que se ha convertido hoy en una de las realidades de la Iglesia con mayor vitalidad.

Carmen ha sido su gran inspiradora, el «alma» del Camino Neocatecumenal, recuerdan a ABC sus más estrechos colaboradores. Una mujer inteligente, con un enorme sentido del humor y las ideas muy claras. Su compañero de misión, Kiko Argüello, la recordaba estos días así: «Carmen ha sido para mí un acontecimiento maravilloso; su genio grande, su carisma, su amor al Papa y sobre todo a la Iglesia. Sin ella el Camino no existiría». El Papa Francisco le había llamado pocos días antes de su fallecimiento. Por eso sonó con tanta ternura su mensaje en la misa funeral. «Agradezco al Señor por el testimonio de esta mujer que ha dedicado su vida al anuncio de la Buena Noticia sin olvidar a las personas más marginadas».

Una misionera valiente

Nació en Ólvega (Soria) el 24 de noviembre de 1930. Era la más pequeña de ocho hermanos.

Se graduó como Licenciada en Química en 1958 con las máximas calificaciones. Además, estudió Teología. Residió varios años en Londres e Israel, donde completó su formación.

Sus colaboradores destacan su gran amor por los Papas. Solía escaparse a comer con Juan Pablo II, con quien entabló una entrañable amistad. En el Pontificado de Benedicto XVI, se aprobaron de forma definitiva los estatutos del Camino Neocatecumenal.

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