Balas, corrupción y desigualdad: así trabajan en su día a día los cooperantes españoles en el exterior

Los desafíos son cuantiosos en países en zonas de conflicto y otros azotados por una hambruna y pobrezas indómitas

Érika Montañés

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Javier Manteiga, en su labor en Cruz Roja Española ABC

Javier Manteiga, Cruz Roja Española en Colombia: «No existe la protección 100% porque no existe el riesgo 0»

Javier Manteiga Castro es un coruñés de 45 años, que lleva casi media vida, las últimas dos décadas, como delegado internacional de la Cruz Roja Española en diferentes países de América. Desde hace dos años, Bogotá es su centro de cooperaciones, desde donde se desplaza mensualmente a diversos departamentos del país. «Ffinanciamos y apoyamos proyectos de Gestión de Riesgos y Preparación en Desatares, Contaminación por armas, Salud y Medios de vida, así como diferentes acciones de Ayuda Humanitaria», comenta a este periódico.

Acaba de sufrir la pérdida de su compañera la fisioterapeuta Lorena Enebral, en Afganistán, y dice que es imposible «que no rueden lágrimas de rabia e impotencia», pero «habría que preguntar a quien le disparó por qué lo hizo. Es más importante su respuesta que comprar un chaleco antibalas» .

A la pregunta de si cree que el cooperante, hoy por hoy, está suficientemente protegido, el gallego se implica: «No existe la protección 100% porque no existe el riesgo 0» y «a veces tienes que dejar actuar a la palabra suerte». «En el momento en que elegimos este trabajo y esta forma de vida, somos conscientes de los riesgos que tenemos que afrontar en algunos países, en unos más que en otros. Por supuesto que se adoptan las medidas necesarias en cada caso dependiendo de la problemática del país y el estudio que hagamos de la misma». «Somos muy estrictos en muchas circunstancias con las medidas de seguridad que se adoptan en algunos países, principalmente de conflicto armado. Igual no es cuestión de seguir pensando que nos debemos de proteger más, sino que posiblemente tengamos que hacer más incidencia política y concienciación ante la población en general y más en particular hacia los grupos potencialmente amenazantes hacia el personal de Cruz Roja o de otras instituciones humanitarias», desliza.

En este sentido, abunda en que «pese a que el símbolo de la Cruz Roja tiene un efecto protector internacionalmente hablando, posiblemente haya gente que aún lo desconozca o no lo entienda. Como es sabido, la Cruz Roja no va armada ni permite acompañamiento armado, ni usamos chalecos antibalas, ni vehículos blindados, ni ninguna clase de material de protección bélica que no sea nuestro símbolo».

«Nosotros creemos que tenemos que estar cada vez más cerca de las personas más necesitadas , y al mismo tiempo, debemos incidir más en explicarle a todas las partes qué significa y para qué está la Cruz Roja en un país y que nos vean como un aliado humanitario y no como una amenaza o lo que es peor como un posible objetivo», agrega. «No somos parte del conflicto, simplemente tratamos de ayudar a la población que vive en esas zonas, así como a las partes del conflicto sin distinción de ninguna clase», añade. En Colombia, peligros latentes son los carteles del narcotráfico, la delincuencia común y grupos armados como el ELN, EPL y Bacrin (bandas criminales). «Trabajar en las zonas calientes exige ir con pies de plomo política, física y psíquicamente».

«¿Se siente inseguro?» , le preguntamos.

«No», es su respuesta. «En Colombia, hemos hecho a lo largo de muchos años mucho trabajo de concienciación. Eso no quita que en algunos momentos haya podido haber algún que otro susto o alguna negociación con mas tensión para entrar en algún territorio, con la misión médica por ejemplo o con algún proyecto de contaminación por armas. Esto no garantiza que en cualquier momento podamos tener un incidente de seguridad con un desenlace que nadie quiere, pues no podemos entrar en la mente de alguien cuando atenta contra la vida de una persona de la Cruz Roja».

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José Barahona trabaja desde hace tres años en República Democrática del Congo ABC

José Barahona, Oxfam Intermón República Democrática del Congo: «Todos los días sientes que algo puede ir mal»

En los tres años que José Barahona lleva en República Democrática del Congo (RDC) su equipo ha sufrido tres incidentes. La mayoría fueron secuestros perpetrados por algunos de los 60 grupos armados que operan en el país y que utilizan este recurso para obtener dinero y poder financiarse.

Barahona explica que gran parte de su trabajo se realiza «en zonas calientes» y que nunca llevan escolta ni están armados. «No hay día que no pienses en que algo puede salir mal», apunta este madrileño de 46 años y más de 15 de experiencia en el campo de la cooperación internacional.

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Andrés lleva en Iraq tres años ABC

Andrés González, Oxfam Intermón en Erbil (Irak): «No usamos logos para que no nos identifiquen»

Andrés González es de Palencia pero lleva tres años y medio en Iraq trabajando para Intermón Oxfam. Este astrofísico de 47 años asegura que el aspecto más complicado de su t rabajo es el de la seguridad.

Aunque el país ha dejado de estar dominado por el Daesh «todavía existen células ocultas que pueden provocar ataques indiscriminados», comenta este cooperante español, que lleva más de 20 trabajando en acción humanitaria fuera de España. «Siempre hay un riesgo. Por eso no llevamos logos para que no nos identifiquen».

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proyecto de UNICEF sobre nutrición y saneamiento con miembros de una comunidad de Kaabong, Karamoja, Uganda. ABC

Cecilia de Bustos, Unicef en Uganda: «En ningún sitio en el mundo se está seguro»

Cecilia de Bustos es la responsabla de Nutrición en Unicef Uganda. Llegó allí en mayo de este año para trabajar en proyectos vinculados a la educación, la salud y el desarrollo infantil. Para esta Bióloga y doctora en Salud Pública Internacional el principal reto de la cooperación al desarrollo es la falta de financiación.

«La falta de recursos que el Gobierno de Uganda destina a temas de desarrollo es nuestro principal obstáculo para llevar adelante nuestra tarea», señala De Bustos, quien también subraya la falta de fondos de la ayuda internacional. Los recursos que llegan al país se destinan sobre todo a la acogida de refugiados, que suman más de un millón pese a que el tema de los desplazados no es el único problema que afronta este país.

Para esta cooperante, la seguridad no es el principal problema que debe afrontar en el terreno en el que trabaja, ya que Uganda es «un país estable». «Hoy como están las cosas uno no está seguro del todo en ningún sitio» , afirma Cecilia.

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Javier Muñoz, madrileño de 38 años, ha estado 4 años y 8 meses en una aldea infantil en la ciudad guineana de Bata ABC

Javier Muñoz de Unamuno (Aldeas Infantiles en Guinea Ecuatorial): «Estamos igual de expuestos que la población local»

La infancia es especialmente vulnerable en países como Guinea Ecuatorial, donde Javier Muñoz de Unamuno lleva un lustro como director nacional de Aldeas Infantiles. Acaba de regresar de la ciudad de Bata.

Este madrileño de 38 años alude al problema de inseguridad que afrontan los cooperantes españoles en el exterior: « Estamos igual de protegidos que la población local –alude–, igual de expuestos que ellos. La diferencia es que para nosotros es una elección, para ellos no».

Por suerte y en líneas generales, comenta que Guinea es un «país seguro», aunque los problemas de desigualdad y corrupción son imbatibles hasta el punto de que tuvo que adoptar «decisiones drásticas» contra algunos empleados al llegar a Guinea.

No obstante, sí reconoce haber pasado sus bretes particulares por el color de su piel. «En Guinea Ecuatorial la gente ve a los blancos como personas con mucho dinero . Por eso, solemos ser un buen objetivo para los delincuentes».

«Me siento útil»

Resume su labor de una manera reconfortante: «Todos los días puedes ver el impacto real de tu trabajo y eso lo compensa todo. La importancia de que estés tú ahí, esforzándote por poder cambiar algunas cosas , la sientes en cada momento. Te sientes realmente útil».

Comenta que en su caso vivió en primera persona cómo la calidad de vida de muchos niños y niñas a los que ayudaba la ONG para la que trabaja mejoraba gracias a los programas que desarrollaba. «Pude comprobar cómo sus perspectivas de futuro eran también mucho más prometedores», recoge.

Tal era la satisfacción que le reportó su tarea que un viaje que debía completar en dos años lo prolongó durante 4 años y 8 meses. Un buen colofón

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