Isabel Macías

Alfonso Martínez de Irujo: «España está en una posición de primer orden, no tiene nada que envidiar a otros países»

Economista consagrado a la educación y la formación de directivos, el segundo hijo de la Duquesa de Alba concede en Londres a ABC su primera entrevista

Corresponsal en Londres Actualizado: Guardar
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Los conocimientos, vivencias y ancestros de Alfonso Martínez de Irujo Fitz-James Stuart, duque de Híjar y conde de Aranda, lo convierten en alguien que puede contar al público muchas cosas de gran interés. Pero este economista de 66 años, madrileño, segundo hijo de la Duquesa de Alba y Luis Martínez de Irujo, ha elegido la vía de la discreción: «Esta será mi primera entrevista y también la última», comenta, probablemente en serio, aunque su conversación está punteada por un reconfortante sentido del humor.

Alfonso Martínez de Irujo, decano de la Diputación Permanente de la Grandeza de España, se encuentra en Londres y dialogamos en un hotel del barrio de Mayfair. Ha accedido a conceder esta entrevista a ABC porque tras más de treinta años dedicado a la formación de empresarios y directivos en el Instituto de Empresa (IE), del que formó parte desde su fundación y donde es patrono de su fundación y presidente de la Executive Education de su Business School, ha decidido retirarse.

Su trayectoria profesional incluye también un paso por la banca, con JP Morgan en Estados Unidos y en el Banco Saudí español. Es padre de dos hijos, de modales pausados y amables, y un apasionado de la guitarra flamenca, que toca con arte, afición de que delatan sus largas uñas.

Tras media vida dedicado a la educación da usted un paso atrás. ¿Cuál es el motivo? ¿Ya ha cumplido? ¿Quiere más tiempo de ocio? ¿Razones de edad?

–En primer lugar estoy en la edad de poder salir, claro. Pero además en el mundo nuestro de la educación, como en todas las actividades, tenemos que estar evolucionando de un modo cada vez más fuerte. Nos hallamos en la revolución del mundo digital y debemos situarnos tres pasos más allá de lo que está ocurriendo. Así que ya considero que es una etapa que he cumplido y ahora se abre una nueva. Hay que dejar paso a otras personas. Han sido 32 años y aquello en lo que he podido ayudar y aportar valor añadido, pues ya lo he hecho.

Aunque también trabajó en la banca, ¿por qué eligió dedicarse a la educación?

–Yo provenía de la banca y en 1984 hubo una crisis muy fuerte, con fusiones y desapariciones. Estaba en un banco que atravesaba una etapa complicada y me surgió la oportunidad de incorporarme al Instituto de Empresa, donde se estaba creando un máster internacional. Era un lugar a donde venía gente del mundo empresarial y bancario y me dije, ‘‘pues muy bien, es una oportunidad’’. Y así fue. Me hice cargo de montar lo que denominamos Máster Internacional en Dirección de Empresas, que ahora se llama IMBA, un programa de los más exitosos del IE. Era un proyecto muy interesante, donde acercamos a personalidades del mundo empresarial a la educación y también podíamos debatir asuntos relevantes para los empresarios, todo con una idea de internacionalización.

Estados Unidos y China comparan cada año cuántos ingenieros se gradúan en sus universidades como uno de los ratios que miden la potencia de ambos países. La educación es crucial. Pero en España no parece ocupar el centro del debate, parece que estuviésemos perdidos en otras cosas.

–Eso es un grave problema que hay. Prueba de ello es que desde varias instancias se dice que el principal problema de España es la educación. La gente tiene que estar muy bien formada para los tiempos que vienen, que van a ser muy difíciles. Parece que ahora están en ello con el proceso de la ley educativa, con la idea de darle una importancia de primerísimo orden, que es la que tiene. Se habla siempre, y con razón, de pensiones, sanidad… pero la formación de las personas es absolutamente indispensable para el futuro del país. Veremos a ver cómo sale. Hay un clamor en la sociedad de que se llegue a un acuerdo para una ley de educación buena, que forme bien y que sea duradera, porque si no es un lío. Y tampoco se puede olvidar la educación de después, la de los directivos, que es a la que yo me he dedicado y es también muy importante. Y, además, gracias a eso vivimos [añade con una sonrisa].

En España se debate estos días la pertinencia de los deberes escolares. ¿Qué opina: deberes sí o no?

–El esfuerzo es imprescindible. Toda persona a lo largo de su vida es un continuo esfuerzo. El mundo resulta cada vez más competitivo y tenemos que estar preparados. Guste o no guste, tienes que hacer las cosas bien para seguir adelante, y ha de ser así desde el primer momento. Se dice que en España los deberes ocupan más horas que en el resto de los países. No sé si hay que restar algo pero retirarlos, en absoluto. Me parecería una irresponsabilidad tremenda. Tengo mis dudas sobre si se quieren reducir los deberes porque se considera que el niño se cansa o porque para los padres resulta más cómodo.

El salto de España ha sido impresionante. Estamos ahora en el Reino Unido, por ejemplo, donde Heathrow y Luton son de empresas españolas, y la eléctrica escocesa, o las tiendas españolas que triunfan en sus calles comerciales. Sin embargo, por otra parte parece como si España fuese un país en un diván de dudas.

–¿A qué se refiere?

A que parece que ha decidido poner en cuestión todo lo suyo.

–Bueno, es que en España se está poniendo siempre todo en cuestión, incluso la propia idea de país. De todos los países en donde he vivido es el único donde se cuestiona su propia existencia. Eso no suele ocurrir, lo que indica cuál es nuestra mentalidad. Pero al margen de esa forma de pensar, después existe otra parte, la España real, la España empresarial, que hace lo que hace. La verdad es que nuestra posición en el mundo es única en muchas cosas. Hace poco me informaban de una encuesta entre un grupo de personas a las que les presentaban una serie de parámetros, en plan ‘‘¿qué país tiene esto, lo otro, lo de más allá…?’’. Se referían a España, y la gente no lo sabía. Por ejemplo, es un país cuyas empresas están construyendo las mayores obras del mundo. Que la ampliación del Canal de Panamá la haya hecho una compañía española es impresionante. Unos cuestionan todo, pero hay otros que se ponen a ello.

Pero ese Canal de Panamá solo será portada en la prensa española si surgen problemas.

–Eso es algo que nos tenemos que mirar todos y analizar por qué ocurre. Objetivamente el concepto que tenemos de nosotros mismos es erróneo. Del AVE a la Meca, mientras va bien no se dice nada, pero surge un problema y ya… Cada uno debemos reflexionar. En España cuesta sentirse orgulloso por algo. Estamos en una posición de primer orden y no hay que envidiar ni tener complejo con respecto a ningún país. Aquí mismo, en Inglaterra, ya les gustaría tener unas estaciones y unos trenes como los nuestros. Eso es así, y hablamos del Reino Unido.

¿Qué cualidades distinguen a los directivos españoles y en qué deberían mejorar?

–No hay que mejorar nada. No hay más que ver cómo está hoy la banca española o nuestras empresas de infraestructuras. Hay gente que sale y consigue los contratos, es un hecho. Los españoles están muy valorados en todas partes.

La aristocracia fue parte medular del armazón de España. Pero ¿cuál es su papel hoy en día?

–Yo creo que no existe un papel definido. Lo que sí es cierto es que en contra de lo que se puede pensar la aportación de la aristocracia española a través de la historia ha sido muy grande, en el campo militar, en el intelectual... Los propios virreinatos, por ejemplo, que se consideraban algo negativo, ahora se están revisando por completo. La verdad es que el papel de España en América ha sido enormemente relevante. Por ejemplo, en el siglo XVII la ciudad de México creció en todos los órdenes mucho más que cualquier ciudad española. Son datos que están ahí. Los reyes españoles han sido todos de la nobleza, aunque en 300 años lógicamente hay alguno malo. Hoy en día el papel de la aristocracia es mantener cada uno su historia y tratar de seguir el ejemplo de servicio. Creo que eso es importante. Si cada uno desarrolla algo que tenga que ver con la historia de su propia familia, pues mejor que mejor. Como grupo ya no tiene ninguna relevancia, pero insisto en que históricamente sí.

¿Por qué ostenta usted el título de conde de Aranda?

–Lo ostento con orgullo. ¿Por qué? Pues porque el noveno conde de Aranda fue uno de los personajes más importantes de la historia de España y un gran reformista. Como me decía Carmen Iglesias, la actual directora de la Academia de la Historia, fue uno de los poquísimos personajes que tuvo realmente poder en España. Por ejemplo, le escribió a Carlos III una carta diciéndole que ante la independencia americana había que tener en cuenta, de cara al futuro, qué hacer con la España al otro lado del Atlántico. Daba una serie de ideas muy valiosas. Todo el sistema de España fue copiado más tarde por el Reino Unido en la India, todo el modelo de capitanías, audiencias, el virrey dependiendo directamente de la corona… Todo eso fue una imitación de lo que ya habíamos hecho nosotros.

En España, si se ensalza el Imperio Español algunos te tachan de inmediato de franquista…

–Sí, porque el franquismo exaltó el tema de España como nación. Ensalzaba América, las figuras históricas. Se considera que eso era una manera fascista de ver un país y por lo tanto ahora, si haces lo mismo desde un rigor absoluto, se considera que estás hilando con esa exaltación un poco absurda propia de todo fascismo. Mussolini ensalzaba el Imperio Romano. Pero Roma fue una obra extraordinaria. Decir «no voy a ensalzar el Imperio Romano porque lo ensalzaba Mussolini» es un poco ridículo. Pero hay mucho de eso.

Una pregunta mundana: ¿cómo ha logrado escapar de toda la presión mediática que rodea a su familia, esas nubes de paparazzis?

–Pues no lo sé. Tal vez porque mi vida no es nada mediática. He tratado de no hacer ninguna cosa para que pudiese ser mediática, ni ir a sitios que pudiesen serlo. He procurado tener un comportamiento absolutamente discreto. Afortunadamente no soy una persona mediática.

¿Qué cualidad destacaría entre lo que aprendió de su padre, Luis Martínez de Irujo, y de su madre, Cayetana Fitz-James Stuart?

–Temas en general. De mi padre, el sentido de la responsabilidad y del deber, el comportamiento, el trabajo. Ese tipo de cosas. De mi madre, por una parte el sentido de la historia. Es lo que hablaba hace un momento: si yo soy ahora conde de Aranda, la Casa de Alba tiene diez o doce personajes con mucha historia de España relacionada con ellos. De mi madre recibí un poco eso, el sentido de Casa, que ella heredó de su padre. También me legó la afición por los deportes, que es algo muy británico, porque ella fue en buena medida educada aquí. Y me dejó la afición por el flamenco.

Ahora tendrá más tiempo para la guitarra.

–Pues sí. Voy a tomar clases, porque aprendes cosas nuevas y además así te obligas. Para tocar la guitarra bien, mínimo tienes que tocar una hora al día. Yo ahora mismo estoy tocando una hora al trimestre. Eso no puede ser. Si tienes clases dos veces a la semana, te obligas. Te ponen una falseta y tienes que demostrar que la has aprendido. Me gusta mucho y tengo un fondo ahí que pienso recuperar.

Muerto Paco de Lucía, ¿quién era el grande de la guitarra española?

-Pues uno que ha muerto hace unos meses, Juan Habichuela, que ha sido el último que manejaba la guitarra como a mí me gusta, con el toque antiguo. Juan Habichuela, granadino, es el padre de los chicos de Ketama y un gran guitarrista de acompañamiento del cante. Desgraciadamente se ha muerto y para mí era el mejor. La guitarra ha cambiado. Ya no se rasguea, los tonos son distintos, y aunque sigue estando bien, no me acaba de convencer de todo.

Si le gusta la guitarra, habrá sobrevivido también a muchas juergas flamencas, ¿no?

–Pues sí, afortunadamente [se ríe divertido]. Además como era guitarrista manejaba el tema bien. El flamenco es algo que se improvisa. En una fiesta tú no puedes decir aquí se cena a tal hora, luego una copa, y luego a la una final. No funciona así. Por ejemplo, ahora mismo, en esa esquina de ahí alguien se pone de repente a tocar y ahí empieza. Una cosa que siempre me ha encantado es que me consideraban uno de ellos, porque tocaba la guitarra y entendía de los cantes. Cuando me salía una cosa bien hecha y me decían: «Bien por ahí». Me trataban bien y las juergas son siempre mucho mejores si estás integrado. Luego, además, es también gente muy graciosa.

Como cierre: ¿cómo está viendo la labor como Rey de Felipe VI?

-Pues creo que lo está haciendo extraordinariamente bien, y en un momento complicado. Por un lado está su dedicación tan tremenda en todos los órdenes, y su visibilidad, que hoy en día en un mundo mediático es muy importante. Todo además en un tiempo enormemente difícil, con estos meses de interinidad. Lo ha llevado muy bien, ajustándose al milímetro a la Constitución, que es lo que tiene que hacer. A pesar de que unos pidan una cosa y otros otra, él tiene que ser fiel a la Constitución y dentro de eso hacerlo lo mejor que pueda. Me parece que lo hace muy bien y con un gran sentido de la responsabilidad. Hay que estar orgullosos de la persona y cómo lo está haciendo, y más en un país mucho más difícil que cualquier otro país europeo.

España, por ahora, ha sobrevivido a la marea política populista.

–Sí, y esperemos que así sea. Ese es otro tema para reflexionar. ¿Cómo es posible que esté ocurriendo todo este populismo? El tema del presidente de Estados Unidos, ¿por qué ha ocurrido? Habrá que pensar, ver qué se puede hacer.

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