Aislados por la nieve: así se preparan los vecinos de Tresviso

El blanco elemento que cubre toda la aldea alcanzó ayer los 80 centímetros de altura

Un hombre camina entre la nieve cerca de la localidad cántabra de Reinosa EFE

ROCÍO FERNÁNDEZ ORTIZ

En Tresviso ya saben lo que es vivir aislados . De hecho, los 20 vecinos de este pequeño y pintoresco pueblo, enriscado en la vertiente cántabra de los Picos de Europa, conviven así durante todo el año, apartados de otros núcleos por la abrupta geografía que les rodea. Pero en invierno, las distancias que separan a sus habitantes de los de otras poblaciones y de los servicios que en ellas se prestan se acrecientan por las nevadas, especialmente copiosas en febrero. Este año, el segundo mes he empezado fiel a la tradición y el día 1 cayeron los primeros copos. Desde entonces, apenas ha parado de nevar, especialmente ayer, cuando las precipitaciones fueron muy intensas y no cesaron en todo el día, de modo que el blanco elemento que cubre toda la aldea alcanzó los 80 centímetros de altura.

La carretera, la única que hay y que comunica con Asturias debido al escarpado relieve que da a Cantabria, se abre cada día, con ayuda de un tractor provisto de una cuña que retira la nieve hacia ambos márgenes de la calzada y a una fresadora, que la absorbe y la lanza hacia los laterales y que se emplea cuando el nivel se sitúa en torno a los 35 centímetros.

El camino se despeja «sobre la marcha», a medida que se tiñe de blanco, y por precaución, por si surge alguna emergencia y alguien tiene que venir o irse de Tresviso, explica a ABC su alcalde, Francisco Javier Campo Campo. Hasta ahora no se han registrado incidencias, tan solo alguna anécdota, como la protagonizada por un vecino que tiene este martes consulta en el Hospital Sierrallana de Torrelavega y que adelantó al domingo la salida, «por si hoy (por ayer) no podía ».

Por su parte, el médico, que pasa consulta una vez al mes, en invierno deja el «doble» de medicamentos , por si cuando toca cita no puede acudir. Por lo demás, las despensas de las casas están llenas, al igual que las cuadras de ganado. Mientras, de las chimeneas de las viviendas sale humo con la misma intensidad que caen los copos. «Estamos acostumbrados. Está todo controlado», apunta el regidor, con la vista puesta a la copiosa nevada de 2015, que les dejó completamente aislados durante quince días y el helicóptero del 112 les tuvo que suministrar víveres y medicamentos.

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