Perfil de Simon binner, que anunció su muerte en Linkedin
Perfil de Simon binner, que anunció su muerte en Linkedin - Captura Linkedin

Anuncia su muerte en Linkedin: «He muerto el 19 de octubre de 2015»

A sus 57 años y con una enfermedad neurodegenerativa, el británico Simon Binner decidió someterse a la eutanasia, y publicarlo en la red social

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A veces las redes sociales sorprenden. Están preconcibidas con un objetivo, compartir estados, fotografías, actividades... Linkedin, por ejemplo, actúa como plataforma que, a través de un perfil organizado y nutrido con la experiencia de cada uno, sirve para encontrar trabajo. O que quien busque candidatos encuentre en ti a uno susceptible del puesto.

Pero en ocasiones, como la presente, las tornas cambian. Habituados a que las esquelas todavía se aferren al papel, llama la atención cuando alguna se cuela en una red social de este tipo. Aún más cuando este usuario de Linkedin anuncia, antes de que suceda, el día que morirá.

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El perfil es un recorrido por su vida profesional. Sus últimos dos años y medio de vida fue director no ejecutivo en Caremark, dedicada a temas de salud en Sutton (Inglaterra).

Pero el campo al que se había dedicado durante toda su vida le tendría preparado una sorpresa, y no grata precisamente.

Simon Binner, de 57 años, fue diagnosticado con un trastorno neurológico progresivo, una grave enfermedad neurodegenerativa que le hizo perder las ganas de vivir, por lo que no solo decidió someterse a la eutanasia, en Suiza, ya que las leyes de Reino Unido no lo permiten («No quiero ir a Suiza para morir allí», escribió en la Red) sino que también comunicó en Linkedin el día que su vida acabaría: el 19 de octubre de 2015.

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«Mi dolencia avanzó muy rápido. En un principio, los médicos pensaron que viviría hasta 2017 ó 2018, pero se equivocaron», publicaba Binner en su perfil.

No quería ir a Suiza, pero no le quedo otro remedio para cumplir con lo que el consideraba su designio, y por eso lo grabó en internet: «Mejor tener un fallo masivo o ser aniquilado por un conductor borracho». Quería sentirse cerca, en Londres, en su país.

El británico no le deseaba a nadie la enfermedad con la que él tuvo que lidiar. Sentir que no tenía cura, sentir cómo tanto el habla como la respiración cada vez resultaban más costosas, ya que se trata de una enfermedad que destruye las células del cuerpo que controlan la actividad muscular voluntaria, mermó su fuerza, y cedió ante lo inevitable.

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