Fieles participan en la misa campal ofrecida en el parque Bicentenario de Quito
Fieles participan en la misa campal ofrecida en el parque Bicentenario de Quito - EFE/Robert Puglla

Una fiel, tras ver al Papa Francisco: «Ya puedo morir tranquila»

Emotivas reacciones de numerosos asistentes a la misa ofrecida en el Parque Bicentenario de Quito

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El rostro de Mario (39 años) tenía huella de lágrimas. Con enorme emoción recibió la bendición del papa Francisco, en la misa en el parque Bicentenario de Quito, ayer, a donde acudió junto a su esposa, Silvana, por quien se volvió católico hace 15 años, para casarse por la Iglesia.

Las expresiones de fe y devoción de los asistentes fueron múltiples en la misa a campo abierto que celebró el Pontífice: Crucifijos, rosarios, imágenes de la Virgen y santos se alzaban en varios pasajes de la ceremonia dando al ambiente un aire sobrecogedor.

Al finalizar el rito, familias enteras abandonaban el lugar tomados de la mano y cantando las melodías que se oyeron en la misa. El más pequeño de un grupo llevaba una camiseta con el rostro de Francisco, y su padre un enorme afiche del Pontífice.

«Solo él puede salvar al Ecuador, que está dividido», dice una mujer que se les aproxima. «Yo quiero que me salve a mí», replica una amiga suya, que dice espera un milagro del Papa.

Una hora después de terminada la misa, un grupo de jóvenes parece no tener prisa; han acordado salir más tarde. Deben organizar lo que trajeron desde Piura (Perú), de donde vinieron, portando carpas y cobijas, en un viaje que les tomó 30 horas, y que ahora es parte del recuerdo de su encuentro con el Papa.

Pertenecen a un grupo de catequistas que decidió viajar, apenas se enteró de la gira papal por Sudamérica. «Es nuestro pastor, y nuestro vecino latinoamericano, él entiende a los jóvenes», comenta Catalina, quien los lidera. Han pasado dos días a la intemperie, soportando frío, sol y lluvia, típicos del cambiante clima de Quito, al que describe como «extraño».

Las historias prosiguen: tres jóvenes se pasean por las calles adyacentes al Bicentenario cubriéndose del sol con las guitarras. Vinieron de Baños (provincia de Tungurahua, centro del país). Su misión consistió ver al Papa, pero la víspera fueron animadores de la vigilia. Se muestran dichosos.

Como si estuviera en éxtasis, Matilde, de 83 años, casi no puede hablar. Tiene un rosario es su mano derecha y da bendiciones. «Ya puedo morir tranquila», repite, y cuenta que es su segunda misa con un Papa. La primera fue hace 30 años, cuando visitó Ecuador el Papa Juan Pablo II. Entonces, fue con sus hijos, hoy la acompañan tres nietos, dos de los cuales la ayudan a caminar.

Tres horas después, el parque Bicentenario se ha vaciado de fieles, el Papa Francisco ya es historia en Quito.

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