Una llamarada de gas arde en una zona rural de Bradford County en Pennsylvania (EE.UU), donde se utiliza la técnica del fracking
Una llamarada de gas arde en una zona rural de Bradford County en Pennsylvania (EE.UU), donde se utiliza la técnica del fracking - reuters

El «boom» del gas natural no ayudará a frenar el cambio climático

Los científicos advierten que igual que desplaza al carbón, su bajo coste puede hacer que también se prescinda de las energías bajas en carbono

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El auge en la explotación de gas natural gracias al uso de tecnologías como el “fracking” no llevará a una reducción de las emisiones globales de gases de efecto invernadero. La combustión de gas natural produce la mitad de emisiones de CO2 que el carbón por unidad de energía. Sin embargo, si el gas natural se vuelve abundante y, por lo tanto, barato, se acabará sumando a la oferta total de energía y no reemplazará al carbón, al tiempo que su bajo coste puede hacer que se prescinda de otras tecnologías bajas en carbono, como la nuclear y las renovables. Así de rotundas son las conclusiones de un nuevo análisis sobre el uso global de la energía, la economía y el clima -en el que han participado cinco grupos de investigación de Alemania, Estados Unidos, Austria, Italia y Australia-, que publica la revista “Nature”.

El gas natural contribuyó en parte a una disminución de las emisiones de dióxido de carbono de Estados Unidos entre 2007 y 2012 (en 2013 ha vuelto a aumentar sus emisiones en un 2,9%, según los datos de The Global Carbon Project) pero a largo plazo, según este estudio, la abundancia de gas natural barato competiría con todas las fuentes de energía y no solo con el carbón. Haewon McJeon, investigador del Laboratorio Nacional del Noroeste del Pacífico (PNNL) y autor principal del estudio, afirma que “el despliegue global de la tecnología de producción de gas natural podría duplicar o triplicar la producción mundial de gas natural para el año 2050”.

Esto podría conducir a un aumento de un 10% de las emisiones equivalentes de CO2 a mediados de siglo, en lugar de reducirlas. Y es que es cierto que la quema de gas natural emite menos CO2 que la quema de carbón, pero no lo es menos que el gas natural en sí mismo es principalmente metano, un gas con un efecto invernadero mucho más potente que el CO2, y que durante la producción y distribución del gas algo de metano escapa inevitablemente a la atmósfera. Pero los números de Estados Unidos son tan increíbles que no nos han dejado ver el bosque.

EE.UU. de importador a exportador

Así, según datos de la Agencia Internacional de la Energía, desde 2005 hasta ahora las importaciones netas de petróleo han caído 25 puntos, situándose en el nivel de 1987, al tiempo que crecía la producción nacional de petróleo y gas gracias al uso de la técnica de “fracking” para llegar a yacimientos antes inaccesibles. Todo ello ha llevado a que EE.UU. terminara 2013 produciendo el 90% de la energía que consume, cuando a mediados de los años 2000 esta ratio era del 65%, y se prepara para en pocos años pasar de ser importador neto de energía a exportador neto.

Para Nico Bauer, del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático, “las grandes esperanzas puestas en que el gas natural iba a ayudar a reducir el calentamiento global debido a la superioridad técnica sobre el carbón han resultado ser equivocadas, porque están dominando los efectos del mercado. El factor principal aquí es que la abundancia de gas natural lleva a una caída de los precios y a la expansión de la oferta total de energía primaria”. Esto podría llevar a un aumento general del consumo de energía y por lo tanto de las emisiones.

Para llegar a estas conclusiones los investigadores proyectaron cómo sería el mundo con y sin el auge del gas natural. Se utilizaron cinco modelos informáticos diferentes que incluían no solo el uso de energía y la producción, sino también por primera vez el comportamiento de la economía en general y el sistema climático.

“Los resultados muestran que una estabilización efectiva del clima solo puede lograrse a través de la fijación de precios de las emisiones, lo que requiere de cooperación política internacional y de acuerdos vinculantes”, comenta Ottmar Edenhofer, economista jefe del Instituto Potsdam para la Investigación del Impacto Climático. “Los avances tecnológicos pueden reducir los costes de las políticas sobre el clima, pero no pueden sustituirlas”.

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