Reloj de arena

Terry White: El Rey de la Canasta

Sus mejores puntos los anotó con su amigo Benito en el bar de los Calvo en Los Remedios

Archivo Pepe Lorente

Félix Machuca

Le gustaba el jamón de Casa Román , los cubatas de los chiringuitos de la Feria, las sevillanas de buenas «jechuras» y vestir como un dandy italiano. Tenía un cierto aire a Sidney Poitier . Nació en el Deep Bronx, en aquel barrio neoyorquino dominado por los malos y el tiro en la barriga. Y salió de allí adoptado por una familia blanca con la que vivió en El Paso, Texas. Aprendió español, viajaba a Ciudad Juárez para ver los toros y se quedó pillado con la tauromaquia. Una vez en Sevilla, tras haber pasado por equipos como el Varese, el Happoel Galil Tel Aviv, el Caja de Álava y algún otro más, le confesó a Juan Manuel Ávila en ABC que moría con Espartaco porque toreaba cien corridas al año y no salía herido. No sería descabellado pensar, como me cuenta Pepe Lorente , su preparador físico en el Caja, que dio con la ciudad perfecta donde encajar su personalidad. Simpático, educado, con una melanina estupenda para el chocolate de su piel, vivía en la calle Betis y decía que no comprendía cómo la gente se fumaba los porros al lado de la comisaría y no pasaba nada. Fue el primer fichaje de jerarquía que hizo el Caja San Fernando antes de subir a la división de honor. Y fue líder destacado en la clasificación de máximos reboteadores de la primera B del basket español. Pero además del rebote fue el rey de la Canasta, el pub de los Calvo en Padre Damián, en Los Remedios .

Un tablero, una red, un salto y un palmeo tienen toda una preceptiva que hay que dominar para convertirte en estrella. Pero las mejores canastas de Terry las anotó en el pub de Padre Damián donde se convirtió en el rey de la noche. Allí y en los chiringuitos que se montaron en los baldíos de la Feria, su presencia era obligada y asistía casi como por imperativo religioso. A Terry se le conocía como Centenario Terry, Terry Guay o el hombre infalible de Cubatasa. Dicen que lo de Cubatasa se lo puso Orsay, haciendo un juego de palabras con el nombre original del club: Clubasa . Orsay, seudónimo del firmante de una de las secciones más leídas de ABC, tenía a Terry Guay como una de las estrellas fijas de sus hilarantes comentarios. Cuando el pivot nos descubrió, el Caja era más empeño que realidad, no había estructuras deportivas ni financieras y era lo más parecido al esqueleto de un edificio que se empieza a construir. No disponía ni de dietas para alquilar apartamentos a los jugadores. Y la plantilla solía comer junta en el Donald de Canalejas. José Luís Sáez , su primer mandatario y posterior presidente de la Federación Española de Baloncesto, recuerda que, un día, tras el almuerzo, Terry le dijo que era la última vez que transaba con aquella inestable situación y le soltó en inglés: «No pay, no play».

Pero hubo pay y play. Juan Méndez , por entonces destacado periodista deportivo en «El País», recuerda cómo Sáez se lo encontró en la calle Sierpes con una bolsa de El Corte Inglés . Y lo felicitó por la compra. Terry le dijo: «No, no he comprado nada. Son tres millones de pesetas que acabo de cobrar del club». Dos metros seis de altura y ciento diez kilos de peso garantizaban la seguridad absoluta de aquella bolsa. Las monjas de una residencia religiosa de Guadix, donde el equipo realizaba una concentración, no olvidarán la risa blanca y sonora del pivot que, cuando se las cruzaba, se arrodillaba y se ponía a rezarles… para que lo dejaran entrar más tarde de las 9.30 de la noche, la hora de cierre de la casa. La noche no lo confundía. Por el contrario, lo orientaba y estimulaba. Sus números finales fueron muy buenos: 23,8 puntos y 13,9 rebotes de promedio. Pero sus mejores canastas las anotó con su amigo Benito en el local de los Calvo. Llegaba y entraba a cuatro patas, para que Benito, uno de los relaciones públicas más queridos y afamados de la noche sevillana, no lo viera. Luego se incorporaba y le pegaba un grito para asustarlo. Había que ver a aquel Benito, que en gloria esté, saltando y palmoteando el palo alto de Terry, que no dejaba de reír tras la broma. Algunos le imputan un romance de café con leche con una sevillana que luego fue alto cargo de la Junta. Las sevillanas lo volvían loco. Confesó a Ávila en ABC que su libro del buen amor aconsejaba: «Si de una caja de manzanas quieres comerte la mejor y no equivocarte, tendrás que probarlas todas una a una». Nunca le faltaron manzanas prohibidas o legales a las que hincarle el diente. Vino como se fue. Con un guapo bamboleo en su caminar y una sonrisa de banda de jazz en la boca. Si a mediados de los ochenta no compartiste barra y Canasta con Terry Guay eras un pobre diablo al que había que pitarle falta técnica por un comportamiento demasiado blanco en la noche tentadora de Sevilla…

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