Reportaje

Sevilla: el drama de vivir y morir solo en casa

Los servicios de emergencia municipales atienden una media al día de cuatro avisos de ancianos atrapados en sus viviendas

Una de las asistencias registradas en el último año de una anciana que se había caído y no podía moverse ABC

Silvia Tubio

La emergencia socia l está sobre la mesa. España es un país al que le crecen las canas a marchas forzadas por falta de recambio generacional. No nacen suficientes niños para que el índice de envejecimiento de la población no siga aumentando año tras año y en Sevilla, en concreto, se dan cifras de natalidad como las que se registraron en periodos de fuerte carestía como la Guerra Civil . El problema se puede mirar desde el punto de vista de la falta de relevo demográfico , pero también del incremento de la población mayor de 65 años y dentro de ellos, el colectivo más vulnerable para los servicios sociales: los ancianos que viven solos.

La Encuesta Continua de Hogares cifra en 66.200 aquellos domicilios sevillanos donde sólo hay un miembro y que además tiene más de 65 años. Este colectivo es ya el responsable de tres cuartas partes de las emergencias sociales que atienden los servicios municipales en la principal localidad de la provincia: la capital. Y las cifras van en aumento. El dato más reciente que pública el Instituto Nacional de Estadística (INE) es de 2018. En cuatro años se han sumado 5.000 hogares más con este perfil de alto riesgo de sufrir accidentes domésticos y que nadie los auxilie en días. Los casos más dramáticos son aquellos en los que los bomberos fuerzan la entrada y en el interior se encuentran ya cadáver a esa persona que no pudo pedir ayuda.

El perfil del demandante: Mujer, mayor de 65 años y sin dispositivo de teleasistencia que detecte la urgencia

Al día, el dispositivo que coordina el Cecop social atiende de media a unos cuatro ancianos atrapados en sus viviendas. En doce meses se han registrado 1.381 avisos por caídas de personas mayores en la capital. Hay días especialmente complicados como el pasado 1 de agosto, cuando el servicio atendió hasta diez emergencias de este tipo en 24 horas . Hay periodos en los que los accidentes se vuelven más frecuentes como el verano, cuando el calor aprieta y pone en dificultades a una población muy sensible a las altas temperaturas, o el invierno. «Al llegar al domicilio te encuentras con una tipología muy variada, desde la persona que no tiene recursos para tener calefacción o aire acondicionado, a la que sí lo tiene pero su cabeza no rige y no mantiene en condiciones su vivienda», señala un portavoz del Cecop a ABC.

Una vecina que ha alertado a los servicios de emergencia ABC

El perfil de la persona atendida corresponde al de una mujer, que vive sola y que no dispone del botón de teleasistencia . A pesar de que este servicio de la Junta tiene un coste de 18 euros al mes, «hay personas que carecen de recursos o que simplemente se niegan a admitir que necesitan de esta ayuda porque sufren de alguna enfermedad que no admiten como el síndrome de Diógenes o porque están en las primeras fases de la demencia senil y no identifican el problema». Esa realidad con nombre de mujer tiene su traslación en las estadísticas del INE: de los 66.200 hogares sevillanos ocupados en exclusiva por un anciano, en 49.800 reside una mujer.

Este dispositivo nació hace más de doce años como centro coordinador específico de emergencias sociales. A raíz de la constitución de esta unidad, pionera en España junto a la que hay en Madrid dependiente del Samur, se crearon las Umies (unidades de emergencias sociales). Estos equipos, compuestos por trabajadores sociales y técnicos sanitarios, están en nómina de una empresa que a su vez tiene la concesión de este servicio. Ellos se encargan de la atención de los ancianos rescatados , llegando en ocasiones a limpiar sus viviendas, o buscar recursos para que le pinten la casa y eliminar los focos de humedad.

La soledad con hijos

Las Umies las activa el Cecop cuando entra una llamada de emergencia social. Sin embargo, rara vez no son los bomberos o los policías locales los primeros en llegar al domicilio. Ellos se encargan de forzar los accesos y colarse en el interior de la vivienda. La alerta previamente la suele dar un vecino o un familiar, que lleva días sin saber de esa persona.

Hay un estudio pormenorizado de cuándo suelen producirse esos avisos, cuáles son las franjas horarias con más trabajo, y gracias a ello se ha detectado un patrón. En torno a las nueve de la mañana es la hora de mayor riesgo. «Es el momento en el que muchos de ellos se despiertan, se levantan y aún atolondrados pierden pie y caen», señalan desde el Cecop. Otra hora complicada es de madrugada , sobre las tres, cuando tratan de ir al baño y sufren algún percance. Recientemente, detalla un miembro del parque de bomberos de la capital, abrieron una vivienda y hallaron al anciano en el váter. Llevaba varios días muerto. Fueron los vecinos los que dieron la voz de alerta después de que pasaran varios días sin saber nada de él.

Los bomberos ayudan a levantarse a una anciana caída en el pasillo de su casa ABC

Detrás de esas historias está la soledad. Aunque a veces esa situación no ha devenido porque el anciano no tiene familia sino porque simplemente la que tiene se ha desentendido. El pasado mes, los bomberos se encontraban muerto a un hombre de 80 años en la cama. Habían tenido que forzar la puerta para acceder a su vivienda de la barriada de Bellavista . «Al menos llevaba tres semanas muerto. Murió solo. Nos avisaron los vecinos y después nos enteramos que tenía tres hijos». Este bombero no esconde la pena que sintieron los integrantes del dispositivo al conocer que aquel anciano pudo haber pasado sus últimas horas de vida acompañado, pero ni su familia le echó en falta a pesar de que habían transcurrido semanas de la defunción . Y no es una situación anecdótica. Por eso desde el Cecop advierten de la importancia de mantener contacto diario con los mayores que viven solos.

Compartiendo polvorones

Pero los integrantes de los dispositivos que auxilian a estas personas no sólo acumulan experiencias tristes . También hay momentos de ternura, aunque la sombra de la soledad siempre está presente. Como las pasadas navidades, cuando socorrieron a una mujer que no podía levantarse del suelo. El servicio acabó en la mesa camilla con la anciana compartiendo unos polvorones con los bomberos. «O la señora que no hace mucho se pasó toda la noche en el suelo detrás de la puerta de entrada sin poder levantarse. Se cayó a las once de la noche, pero no avisó hasta la mañana siguiente. Cuando le preguntamos por qué había esperado tanto, nos dijo que no quería molestar, que a esas horas sabía que estaríamos descansando». A los bomberos se les encogió el alma al instante.

En 1981 un 30 por ciento de los sevillanos tenía menos de 15 años; hoy, tres décadas después, el veinte por ciento de la población de la ciudad supera los 64. Según los últimos datos del padrón, concernientes al año 2018, 131.676 personas han ingresado ya en la tercera edad si se sitúa esta frontera en los 65 años. Una realidad creciente que demanda un tipo de servicios concretos y que arrastra también problemas particulares. La soledad es uno de ellos.

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